La Venta de Vargas, uno de los referentes históricos del flamenco y escenario en el que Camarón de la Isla comenzó a cantar, encara su posible adiós tal y como la conocemos hasta ahora con una despedida marcada por la gastronomía y la cultura.
El establecimiento de San Fernando ha acogido este lunes la entrega de la III Cruz de Oro al Mérito Gastronómico, que ha recaído en el chef vasco David García, responsable del Corral de la Morería desde 2016, y en el madrileño Mario Sandoval, condecorado con dos estrellas Michelin en su restaurante Coque. El acto coincidió con el IV Concurso Nacional de Corte de Paleta “Florencio Sanchidrián”.
La venta del negocio
La familia Picardo, tercera generación al frente del negocio, puso en venta el local hace más de un año y medio ante la falta de relevo generacional. La operación, cifrada en cuatro millones de euros, está pendiente de la firma definitiva. Según confirmó el actual gestor, el comprador es un empresario isleño afincado en Madrid que desea retomar sus raíces en la ciudad.
Los responsables del local confían en que el acuerdo se cierre durante los quince días de vacaciones anunciados tras los últimos actos. De no concretarse, el establecimiento seguirá funcionando hasta que se formalice el traspaso.
Mantener la esencia
El nuevo propietario ha expresado su intención de preservar la esencia del local y consolidar su prestigio, una condición que, según los actuales dueños, ha sido determinante para aceptar la venta. La familia considera que esta salida garantiza la continuidad de un espacio que abrió sus puertas en 1921 y que en 1937 adoptó el nombre de Venta de Vargas.
En paralelo al proceso de venta, el establecimiento acogió también la entrega de las Cruces de Plata al Mérito Gastronómico, organizadas por la Sociedad de la Cultura Gastronómica de Andalucía, la Asociación Isleña de Hostelería y Turismo y el embajador mundial del jamón Florencio Sanchidrián. Los galardones fueron para el investigador Luis Montel, el chef malagueño Daniel García Peinado y la isleña Regla Ruiz.
La familia Picardo, que ha estado vinculada al negocio durante décadas, ha reconocido que afronta esta despedida con pesar, pero también con la convicción de que es la única vía para asegurar el futuro del histórico establecimiento.



