“No puedo cambiar el mundo, pero sí el tuyo”, y vaya si lo ha hecho durante los veinte años que lleva dedicado a la docencia, educando a la más tierna infancia de San Fernando con una metodología galardonada con el Premio a la Excelencia e Innovación Educativa por la Asociación Mundial de Educadores Infantiles. Francisco Cid Fornell (Cádiz, 1976) acumula premios, distinciones y reconocimientos desde aquel segundo premio en los Premios Educa Abanca al mejor docente de España en 2016. Nueve años después, el maestro isleño de adopción, vuelve a competir esta vez en la categoría de educación no formal y de la mano de sus alumnos del CEPER (Centro de Educación Permanente) María Zambrano de San Fernando.
Pero su carrera de éxitos comenzó mucho antes con la puesta en marcha de un proyecto innovador. Su metodología Cuestiones de interés se basaba en la participación activa de las familias que debían resolver las dudas que los pequeños planteaban.
Al principio, suponía un proceso de escucha importante donde el maestro preguntaba y recogía las cuestiones que les interesaban a los alumnos de Infantil y luego él se las planteaba a los padres para que ellos fueran resolviéndolas. “Al principio fue horroroso”, recuerda entre risas. “Tenía críticas por todos lados, que cuando les iba a dar [a los padres] el dinero que me corresponde a mí por dar clases. Aquello fue una locura”.
Pero Cid no se amilana fácilmente. De hecho, su llegada a la docencia tiene que ver precisamente con no echarse atrás y mantener la palabra dada. “Yo estudié Magisterio en Huelva y, en cuanto llegué, me puse a trabajar en El Corte Inglés de Cádiz. Estuve allí cinco años, pero yo no lo llevaba bien, la verdad. Un día, casi cuando estábamos a punto de cerrar, llegó un médico de mucho prestigio de Cádiz y quiso llevarse un sillón. Le expliqué que era imposible porque ya estaba reservado por una pareja joven que había dado incluso una señal. Él insistió y fue a buscar al gerente de la planta que me ordenó que se lo envolviera que se lo llevaba. Al día siguiente, dejé mi placa, me fui y me puse a estudiar las oposiciones”.
En 2018 fue galardonado como el segundo mejor maestro de España
Se presentó por Infantil y las aprobó sin problemas. “Mi primer destino fue en el CEIP Los Bateles, de Conil”, algo que recuerda como una bonita experiencia. “Estábamos cerca de la playa, yo tenía como unos 13 alumnos y las familias eran muy agradecidas. Me traían hasta cajas de tomates”. Quizá fue ahí donde Cid vio que la participación de las familias era fundamental en el desarrollo de los niños y, que por supuesto, no iba a quedarse quieto “con unos niños todo el tiempo sentados y una metodología aburrida”.
Por eso, en su segundo destino, el CEIP San Juan de Dios, puso en marcha su estrategia didáctica Cuestiones de interés. “Era un colegio muy humilde y con muy poca colaboración por parte de los padres. De hecho, uno de los días me vino una madre en bata a la tutoría, pero sabía que, si yo no la recibía por su indumentaria, no iba a venir jamás”. “Era todo muy básico, con cajas, cosas que nos sobraban, ropa que no nos valía porque la metodología se fundamentaba en la ambientación de clase según la temática que estuviéramos viendo. Si ese día íbamos a ver cómo se hacía el pan, intentábamos convertir la clase en una panadería”.
Convencido ya que ese era un buen método, Cid decidió escoger como centro definitivo aquel que adoptara convencido su plan educativo. “Tenía puntos suficientes y fui por todos los centros explicando la metodología. El director del CEIP Quintanilla me dijo que sí, que si tenía la suerte de entrar allí, podría aplicarlo”. El resto ya es historia de la educación española. Premio a la Excelencia e Innovación Educativa por la Asociación Mundial de Educadores Infantiles o Mejor Proyecto TIC de Educación Inclusiva, Igualdad y Diversidad, distinción en la Corner Expo en la categoría Échale imaginación y, por supuesto, el segundo mejor maestro de España en 2018.
Dos generaciones de niños y niñas isleñas que han pasado por su aula con el profe Fran y que han disfrutado de cosas tan sencillas pero imprescindibles como un abrazo nada más entrar. “Es curioso que ahora me pasa con los mayores. Cuando estaba en Infantil, me ponía en el umbral de la puerta y los recibía con un abrazo y ahora hago exactamente lo mismo. Y si un día me he retrasado un poco, están ahí los 25 en la puerta esperándome”.
Y es que, tras años de conferencias, charlas y ocho libros en el mercado, que “escribía por las noches, me sentía bastante quemado. Después del covid me di cuenta de que me estaba apoltronando y siempre he criticado eso de cualquier profesión, así que decidí dar un cambio total”. Su experiencia ahora con las personas mayores le ha devuelto la ilusión que se contagia nada más escucharlo hablar de sus alumnos.
"Lo que más me ha impactado de la educación para adultos es la soledad que padecen"
“Es un cambio brutal en todo. De tener durante veinte años todo mi material preparado a cambiar la tipología de alumnos y la forma de enseñar. Tengo que tener mucha mano izquierda porque hay personas que me dicen, ¿tú vas a venir ahora con la edad que yo tengo a decirme lo que tengo que hacer?”. Pero, “la repercusión de este tipo de centros es fundamental. Hay muchas personas que están solas y que necesitan hablar con alguien. Que vienen porque no tienen nada que hacer, porque se han jubilado, han fallecido el marido o la esposa y resulta que aquí encuentran vida. Es como si cuando pasaran por la puerta, le dieras a un motor y se les olvidaran todos los problemas. Y da igual que haga frío o lluvia. Tenemos a una alumna que viene desde la Bazán andando y le he tenido que decir que cuando haga mal tiempo, que se quede en casa, pero es que ella y los demás necesitan sentirse útiles, válidos y ser escuchados”.
Una realidad, que “me dio un bofetón sin manos. Yo no me esperaba que escuchar durante 20 minutos a alguno de mis alumnos iba a tener más utilidad que las dos horas y media de clase que les doy. La soledad es lo que más me ha impactado”. Por eso, la innovación también cabía aquí y Cid no iba a dejar de sorprender a sus “abuelos”. Así, a los dictados clásicos, ortografía o cuentas se suma un club de lectura en el que hablan de un libro que han elegido y tienen que venir disfrazados del tema o charlan con autores de la provincia de Cádiz, como Juan José Téllez, Alicia Domínguez, Enrique Montiel o Jesús Maeso en las propias casas de los alumnos. “Aquello se nos fue de las manos y de los 49 alumnos que teníamos en principio en el club de lectura hemos pasado a casi 125”.
Son precisamente sus alumnos los que han remitido toda la documentación a los premios. “Uno de ellos se enteró que ya me habían nominado otra vez y me lo planteó, pero yo le quité la idea porque es mucho jaleo, el proceso es medianamente complejo, tienen que buscar la documentación, rellenar un formulario de Google, algo sencillo, pero que para ellos es complicado porque se tienen que abrir una cuenta de Google, rellenarlo, enviarlo. Luego me he enterado de que se han ido ayudando entre ellos, quedaban en casa de alguno para rellenar el formulario. En fin, que a mí me da igual ganar porque que yo sea para ellos el mejor maestro de España es ya un lujo. No me hace falta más”.
Para él la comunidad educativa es todo, la gasolina que hace funcionar un centro, pero como docente de la educación pública reclama más inversión. “La pública está abandonada. Hace falta presupuesto, inversión, más recursos humanos. Mi último año en Infantil, tenía una clase con 11 alumnos, seis de los cuales tenían necesidades específicas de apoyo educativo (NEAE). Por supuesto, no tenía monitores de apoyo; Educación entendía que yo me apañaba con ellos”.
El cierre de un centro, como el CEIP Los Esteros, “es un duelo. Cada centro tiene una individualidad y un encanto que es una lástima que se pierda. El cierre de un centro supone mucho para el contexto social de un barrio. Me da mucha lástima también lo que está pasando con el CEIP San Ignacio, que se dejen de pelear las administraciones y lo arreglen”.
Salvemos la ilusión
Justamente es en la escuela donde se ven muchos contextos socioeconómicos de los alumnos y “yo he visto mucho” se lamenta, como una de esas situaciones que Cid no ha podido olvidar y que marcó un antes y un después. “En una de las asambleas en Infantil que hacíamos todas las semanas, un pequeño de cuatro años dijo que ese año no iba a tener Reyes. Yo sabía que sus padres se habían quedado en el desempleo y pensé que algo había que hacer”.
Cid se puso en marcha, reclutó a un grupo de colaboradores que “me quito el sombrero con ellos” y montaron Salvemos la ilusión, una asociación que recauda fondos para que abuelos, adolescentes que no quedan cubiertos por la Asociación de Reyes Magos de San Fernando y bebés y niños en riesgo de exclusión tengan sus regalos la noche mágica del 5 de enero. Para ello, desde septiembre ya están organizando partidos, galas benéficas y todo tipo de iniciativas, además de implicar a comercios del centro de San Fernando, Cádiz, Chiclana y Puerto Real.
"Mi mayor satisfacción fue impulsar en los Princesa de Asturias el comportamiento de los niños en la pandemia"
Sus caras al recibir los regalos son sus mayores premios de este docente que rememora con ilusión la candidatura que impulsó a los Premios Princesa de Asturias para que los niños y las niñas fueran reconocidos por su ejemplar comportamiento durante la pandemia. “Esa ha sido mi mayor satisfacción, aunque quedáramos en quinta posición porque, en estos premios, solo pueden nominar embajadas, diplomáticos y gobiernos, pero nosotros hicimos una campaña de correo electrónico y nos llamaron desde la Fundación Princesa de Asturias para decirnos que por favor paráramos porque habían recibido 8.000 correos”.
No ha sabido nunca estar quieto y ya tiene en mente otros proyectos de solidaridad internacional en los que siente que puede aportar su grano de arena. “Yo tengo esperanza. A pesar de los discursos de odio, hay más buena gente de la que creemos. Siempre digo que hay un bueno más, que malo hay”.
