Juan Macías, de Jerez y de 82 años, ha convertido el viaje en una forma de vida. A lo largo de más de cinco décadas ha recorrido casi toda Europa, buena parte de Asia y América, y lo ha hecho, en gran parte, por carretera, al volante de vehículos familiares con los que atravesaba el continente junto a su esposa y, en ocasiones, con sus hijas.
Macías comenzó su carrera profesional como técnico en la planta de Acerinox en Algeciras, formando parte del equipo fundador que puso en marcha la fábrica. En ese contexto, fue uno de los seis especialistas seleccionados para viajar a Japón durante un año y medio con el objetivo de formarse en los procesos de fabricación de acero inoxidable. A su regreso, participó en la apertura de la planta en España, pero poco después se trasladó a Jerez, de donde es natural y donde aceptó una oferta para incorporarse al sector del cartonaje.

Durante más de veinte años ejerció como director de fábrica en Cartonaje Pribec. En ese periodo, fue designado para liderar la reconstrucción de la planta de Cartonaje Tempul tras un incendio, lo que lo llevó a viajar por distintos países europeos como Suiza, Alemania, Inglaterra y Suecia para adquirir nueva maquinaria industrial. Tras el cierre de la empresa en los años noventa, continuó vinculado al sector del cartonaje trabajando para una compañía catalana hasta su jubilación a los 67 años.
Sus primeros destinos fuera de España llegaron en 1969, cuando decidió pasar su luna de miel en Londres, viajando en coche desde Jerez. Fue el inicio de una larga serie de rutas que lo llevaron a Italia, Suiza, Alemania, Noruega y otras muchas regiones europeas, siempre conduciendo de manera incansable. "Nos alternábamos cada dos horas", recuerda sobre aquellos trayectos maratonianos que apenas incluían paradas con coches como un Simca 1000 o un Citroën GS. Incluso se aventuró hasta Cabo Norte, dentro del círculo polar ártico, cruzando Noruega y Finlandia para llegar a Leningrado, hoy San Petersburgo, en plena época soviética.
Macías ha sido testigo de un continente transformado. Recuerda con nitidez cómo en los años ochenta algunas fronteras, especialmente las del bloque comunista, eran espacios de tensión y maltrato. Las más desagradables, asegura, fueron las que cruzaban hacia Rusia o los países del Este, donde sufrió registros humillantes por parte de guardias rusos. "Golpeaban el coche con porras, se reían de las fotos de mi familia… Fue un desprecio total que me dejó marcado", relata.

Con el paso del tiempo y la aparición de las aerolíneas de bajo coste, su forma de viajar cambió. Aplaude con entusiasmo la liberalización del espacio aéreo europeo, que permitió que compañías de bajo coste acercaran el continente a los ciudadanos. "La semana pasada volé a Frankfurt por menos de 60 euros ida y vuelta. En mis tiempos eso era impensable", afirma. Gracias a ello, ha intensificado sus escapadas y hoy viaja cada quince días a donde encuentre el vuelo más barato: Berlín, Estocolmo, Londres o Roma son paradas habituales.
Entre sus destinos favoritos fuera de Europa destaca Japón, país que considera su "segundo hogar" por el tiempo vivido allí y los lazos personales que mantiene. También ha visitado repetidamente Tailandia, Marruecos —incluido el desierto bajo permiso oficial del gobierno marroquí—, Canadá, Estados Unidos y Perú. De Sudamérica, sin embargo, evita otros países por motivos de seguridad. "No viajo para estar preocupado por si me atracan", explica con sinceridad.
La recomendación de un auténtico experto
Ni la edad ni el presupuesto parecen frenar su ritmo. Afirma que organiza sus viajes exclusivamente con la pensión suya y la de su esposa, sin recurrir a lujos ni agencias. Lo mueve la curiosidad y el deseo constante de conocer. Tiene ya billetes para Berlín y Polonia en agosto, Florida en otoño y planes para visitar Italia con sus nietos en enero y Egipto en febrero. "Mientras Dios me dé salud, me moveré todo lo que pueda", asegura.
Como consejo, anima a los jóvenes a viajar por Europa. "Debería ser una asignatura obligatoria", sostiene. Y recomienda con entusiasmo Polonia como destino, especialmente la ciudad de Gdansk, en la costa del mar Báltico. "Es una de las ciudades más bonitas de Europa, junto con Cracovia", señala. También menciona Italia como un paraíso para los amantes del arte y la cultura.
"Viajar y conocer otros países engrandece mucho la mente. Así se acaban los chovinismos. Lo estamos viendo en Cataluña ahora con las cosas que hacen, que parecen paletos. ¿Y eso por qué? Porque no han salido y no han visto más que lo suyo".
Aunque ha recorrido muchos millones de kilómetros a lo largo de su vida, Juan Macías no muestra signos de freno. Australia, por ejemplo, no le interesa: "Es como el Reino Unido, pero a 24 horas en avión. Para eso, me voy a Londres", dice con una sonrisa. Su motivación no es el lujo ni el turismo de escaparate. Lo suyo es otra cosa: vivir viajando.



