Con cerca de ocho mil kilómetros de costa bañada por tres mares —el Cantábrico, el Atlántico y el Mediterráneo—, España reúne un amplio catálogo de playas que destacan por su belleza, singularidad y variedad. Desde arenales extensos hasta pequeñas calas escondidas, el país ofrece escenarios para todos los gustos, con enclaves ideales tanto para la contemplación como para la práctica de deportes acuáticos. Sin embargo, sorprende que en esta lista de diez playas no aparezca ninguna de las que se encuentran en la provincia de Cádiz.
Entre las playas más apreciadas por los visitantes , según National Geographic, se encuentra la de Oyambre, en Cantabria, situada entre Comillas y San Vicente de la Barquera. Sus dos kilómetros de longitud y un sistema dunar bien conservado la convierten en una de las joyas naturales del norte, donde además se puede practicar surf en invierno. No muy lejos, en la costa gallega, el Castro de Baroña, en La Coruña, ofrece una experiencia diferente: una playa virgen junto a los restos de un antiguo asentamiento celta.
Asturias también destaca con parajes únicos como la playa de Gulpiyuri, una pequeña extensión de arena ubicada tierra adentro, cuya conexión subterránea con el mar la convierte en una rareza geológica. En Ribadeo, Galicia, la Playa de las Catedrales impresiona por sus formaciones rocosas de hasta 30 metros, visibles en todo su esplendor con la marea baja, mientras que la Cala d’Aiguablava, en la Costa Brava, ofrece aguas turquesas rodeadas de vegetación mediterránea.
El litoral mediterráneo también cuenta con enclaves de alto valor paisajístico. En Jávea, Alicante, la Cala Granadella se ha convertido en una de las más reconocidas por su entorno montañoso y aguas cristalinas. En las Islas Baleares, la Cala Saladeta en Ibiza y la Macarella en Menorca son ejemplos de playas rodeadas de naturaleza, accesibles solo a pie o por mar, que cada verano atraen a numerosos visitantes.
Tres playas andaluzas
El archipiélago canario no se queda atrás. La Playa de Nogales, en La Palma, y la de Benijo, en Tenerife, combinan el atractivo del paisaje volcánico con aguas agitadas, ideales para el surf y la desconexión. En la península, playas como la de Itzurun en Zumaia o la de Matalascañas en Huelva destacan tanto por su valor geológico como por su carácter familiar y extenso litoral.
Algunas playas sorprenden por su ubicación en reservas naturales. Es el caso de la playa de los Genoveses, en el Parque Natural de Cabo de Gata, o de Cuesta Maneli, en Huelva, donde las dunas fósiles del Asperillo crean un entorno natural protegido. También en espacios de alto valor ecológico se encuentran la Playa de Laga, en la biosfera de Urdaibai, y la de Trengandín, en Cantabria, cerca de las marismas de Santoña.
En las Islas Cíes, la Playa de Rodas es uno de los ejemplos más conocidos de litoral bien conservado, reconocida por su forma de concha y aguas color esmeralda. Del mismo modo, en el Mediterráneo insular, el Caló d’Es Mort en Formentera y Caló d’Es Moro en Mallorca seducen por sus aguas tranquilas y fondos poco profundos. Por último, Tabarca, frente a la costa de Alicante, destaca por sus aguas limpias, protegidas desde hace décadas como reserva marina, y su ambiente alejado del turismo masivo.


