La localidad más antigua de la provincia, junto a Cádiz, vive actualmente de la gastronomía, de su famosa repostería y del turismo gracias a la huella que en ella dejaron civilizaciones como la fenicia, romana o árabe.

A casi 340 metros de altura, desde lo alto del castillo que corona Medina Sidonia, uno se siente un poco el rey del mundo. Enfrente, en lejanía, las costas de África, atrás, la vasta campiña de Jerez. A la derecha la Bahía de Cádiz, el puente de la Constitución, El Puerto de Santa María. A la izquierda el Parque Natural de Los Alcornocales, la Sierra… Normal que diferentes civilizaciones a lo largo de tres mil años de historia se asentaran en este punto estratégico, el más céntrico de la provincia –tan solo nueve kilómetros impiden que lo sea con exactitud-. Desgraciadamente para nosotros hoy el día no es el mejor para, desde esta privilegiada atalaya, disfrutar de las vistas. Negros nubarrones, niebla, lluvia y sobre todo un molesto viento frustran al visitante.

Desde Jerez, a Medina Sidonia se llega fácilmente, en un breve paseo de apenas media hora por la A-382, la popularmente conocida autovía de Los Barrios. Como decíamos, la localidad, de poco más de 12.000 habitantes, está en una privilegiada situación, con la Sierra a dos pasos y las playas de Conil a apenas 20 kilómetros. Esto, unido a sus verdes y fértiles campos hicieron que fenicios, romanos y árabes —y en menor medida los visigodos, que aun así dejaron como legado la ermita más antigua de Andalucía, la de los Santos Mártires— se asentaran en estas tierras. Tal fue su importancia que en época romana fue considerada ciudad de pleno derecho, con el privilegio de acuñar su propia moneda. Y es que a pesar de que por su nombre se puede pensar que fue la civilización árabe la que dejó para la historia mayor poso en la localidad, de ella apenas queda como recuerdo el Arco de la Pastora y precisamente la mitad de su nombre (Medina). Por lo demás, el imperio romano es el que ha dejado mayores recuerdos para disfrute de sus habitantes y, sobre todo, de sus turistas.Presumen en Medina de ser, junto con Cádiz, la ciudad más antigua de Occidente y de ser la localidad de la provincia con más restos arqueológicos. Esto la ha convertido en una población que en la última década ha mirado al turismo como fuente de riqueza. Antes de la crisis la construcción daba de comer a muchos de sus habitantes. El ladrillo se antepuso al campo, mucho más sacrificado y menos rentable, y eso a pesar de la gran extensión de terreno agrícola que nos rodea. El estallido de la burbuja resultó, por lo tanto, un terrible mazazo que hoy se traduce en una tasa de paro que ronda el 40%, una de las más altas en la provincia española con mayor desempleo y que afecta actualmente a unos 2.000 habitantes. Esto ha obligado a muchos asidonenses, sobre todo jóvenes, a hacer las maletas y buscar trabajo por media Europa. Paradojas de la vida, muchos jubilados de Reino Unido y Alemania conforman hoy en Medina una incipiente colonia, buscando el solo y playa que no encuentran en sus tierras.

Pero si de algo están orgullosos aquí es de vivir de sus dulces. Medina está considerada la capital repostera de la provincia: amarguillos, piñonates, yemas, pastas, pestiños, polvorones pero, sobre todo, el alfajor, con claras reminiscencias a la repostería árabe. Miles de personas, llegadas de todos los puntos no solo de Cádiz, sino de la Península, se acercan hasta aquí, sobre todo en Navidad, para adquirir algunos de estos productos. Hoy, tres obradores, algunos con casi dos siglos de historia, mantienen la tradición repostera y dan trabajo a un buen número de vecinos.

Empinadas cuestas y blancas casas reciben al visitante. El esplendor del ducado de los Medina Sidonia todavía se refleja en algunas de sus calles, con enormes casas señoriales coronadas por balconadas y cierros. Otras de estas viviendas perderían su originaria función con la eliminación de los señoríos y sobre todo, con la desamortización de Mendizábal, reconvirtiéndose en casas de vecinos. “Cuando se fue el duque, se fueron los nobles”, nos cuentan en el pueblo.

Curiosamente, Medina guarda muchos de sus mayores tesoros fuera de la vista del turista. Sus principales hallazgos romanos, como sus cloacas romanas —más de 20 metros transitables— y su calzada romana se encuentran, respectivamente, en el coqueto Museo Arqueológico, las primeras, y en una especie de garaje, la segunda. A la vista de todos sí está el castillo, o lo que queda de él. Para ello hay que seguir subiendo por estrechas callejuelas hasta llegar a lo alto del cerro. Esta es la única fortificación en España que lo ha sido de tres civilizaciones: prerrománica, islámica y, ya a primeros del XIX, la francesa, cuando el ejército napoleónico lo restauró y lo hizo suyo entre 1810 y 1812.Pero si bien Medina vive actualmente y en buena medida de lo que sus antiguos vecinos les legaron, la localidad también mira al futuro. Su flamante polígono industrial de más de 300.000 metros cuadrados busca atraer industrias que levanten al pueblo. De momento, en los últimos tiempos solo una lavandería industrial, que da trabajo a 80 personas, ha apostado por este estratégico lugar junto a la A-381, en el centro de la provincia de Cádiz pero también a apenas una hora de las de Sevilla y Málaga. Es ahora trabajo del equipo de gobierno que encabeza Fernando Macías (IU) el encontrar y convencer a posibles inversores para que apuesten por su pueblo. El alcalde, 42 años, renovó en 2014 la mayoría absoluta que sus vecinos le otorgaron cuatro años antes, tras desbancar al PSOE de la Alcaldía después de 30 años.

Macías admite que 2017 lo han empezado “con preocupación”. “Este es el año en el que se empieza a pagar el crédito del plan de pago a proveedores y los ayuntamientos vamos a tener que desembolsar una parte importante de nuestro presupuesto para pagar esa deuda que se había contraído en años anteriores y sobre todo, en los años anteriores a la legislatura que nos tocó gobernar”. Además de buscar empresas para que llenen el polígono industrial, explica que desde su Ayuntamiento están planteando “una estrategia turística muy seria”. El alcalde considera que su pueblo “no solo ofrece el patrimonio cultural, arquitectónico y arqueológico, sino que tiene otras cosas más, como un patrimonio paisajístico y natural que llega al Parque Natural de Los Alcornocales y una gastronomía y repostería excepcionales, así que Medina cumple todos los requisitos, teniendo en cuenta que estamos en un lugar en el que llegar a la playa es muy sencillo porque tenemos Chiclana, Conil o Vejer al lado”.

El regidor, igualmente, pide mayor “lealtad” y “esfuerzo” por parte de las administraciones. Considera que “la gran olvidada de la provincia ha sido la agricultura, tenemos que cuidarla y Medina puede ofrecer tierras excepcionales de cara al cultivo, porque tenemos una zona de regadío muy atractiva para inversores agrícolas”.

Abandonamos el pueblo entre bruma y lluvia, como si el día se hubiera contagiado de esa preocupación que nos contaba minutos antes su alcalde. Sin embargo, y como el propio Macías también nos decía, toca mirar al futuro. Lo peor ya ha pasado y en Medina, al igual que en toda la provincia, toca mirar para adelante. El sol siempre vuelve a salir. 

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Jorge Miró

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