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La cooperativa 'Campo de la Miel' lleva 30 años dedicada a la actividad apícola. Actualmente produce 30 toneladas de un producto que comercializan bajo la marca Rancho Cortesano. Desde hace 13 años esta pequeña empresa familiar dirige también el Museo de la Miel para divulgar todo lo relacionado con el mundo de las abejas.

“Si la abeja desapareciera, el ser humano no sobreviviría más allá de cinco años”

Albert Einstein

Treinta años ligados al campo y al mundo de la apicultura dieron lugar, en 1999, al nacimiento de la cooperativa Campo de la Miel, una sociedad enteramente familiar que, seguramente, le sonará mucho más si decimos que comercializa sus productos con la marca Rancho Cortesano.

Enclavada entre San Isidro y Cuartillos, en la carretera de Cortes, Rancho Cortesano hace ya 13 años que echó a andar sobre una parcela de mil metros cuadrados como complemento a su actividad apícola. El objetivo, dar a conocer al gran público cuál es el proceso desde que la abeja produce la miel en un panal enclavado en la sierra hasta que se vende al cliente. Y todo ello de una manera que compagina lo educativo y lo lúdico.Rancho Cortesano, a pesar de ser una empresa pequeña, da trabajo a entre 15 y 20 personas. En sus instalaciones se retira la miel de los panales a través de unas centrifugadoras, se envasa en bidones y se trata para luego envasarse y comercializarse. A todo ello se suma su oferta dirigida a los visitantes, que no sólo descubren todo lo relacionado con las abejas y la miel, sino que también pueden conocer lo que es un huerto ecológico, recolectar ellos mismos los productos y posteriormente degustarlos en el restaurante enclavado en el mismo Museo de la Miel.

De hobby a modo de vida

Lo que comenzó como una afición por las abejas se convirtió con el paso de los años en un modo de vida para la familia García Fernández. José Manuel García, secretario y coordinador de la cooperativa, explica que de empezar con dos colmenas ahora tienen más de 2.000 repartidas entre diferentes pueblos de la sierra de Grazalema y Los Alcornocales y las poblaciones costeras de Puerto Real y Chiclana, lo que favorece la producción de diferentes clases de miel debido a las diferentes especies de árboles y flores que hay en ambos parajes. La calidad de sus productos ha sido además valorada y reconocida en varios concursos y de hecho la empresa posee el sello de Producto Artesanal de la marca Parque Natural, Miel Ecológica y Calidad Certificada.En la actualidad, la cooperativa viene a facturar unos 280.000 euros al año y produce unas 30 toneladas de miel. En este sentido, hay que decir que cada colmena cuenta con unas 50.000 abejas y que tienen que polinizar un millón de flores para producir un kilo de miel.

“Esto es un negocio bonito, pero muy sacrificado”, afirma José Manuel, que señala que si bien la crisis ha afectado al negocio, reconoce que el auge de los productos ecológicos en los últimos tiempos ha favorecido que las ventas y las visitas al Rancho no hayan decaído en exceso. “La tendencia general de la población, además de consumir estos productos, es interesarse por lo natural. Es una vuelta al campo desde la ciudad, una vuelta a nuestras raíces y eso se está dando en Jerez y en todos sitios. Vivimos en la ciudad, pero no podemos olvidarnos del campo. Y si bien es evidente que estamos en crisis, los productos de calidad y saludables que además están a un precio competitivo se venden”.

En cuanto al Museo de la Miel, el coordinador de la cooperativa afirma que además de ser un complemento a su actividad industrial, también sirve para poner en valor su producto y, a la vez, educar a la juventud y acercarla a la naturaleza.

Inma García, responsables de las visitas, destaca lo gratificante que es ver pasar por sus instalaciones tanto a niños como a adultos y ancianos, sobre todo cuando visitan el huerto. “Los niños se lo pasan muy bien, porque algunos es que directamente no han visto una fruta o una verdura más allá del supermercado, pero para los más mayores es muy entrañable, porque rememoran los sabores, los colores y las experiencias que muchos recuerdan de antaño”.

Es en estos días de verano cuando el número de visitas desciende un poco. La costa y la playa atraen mucho más con la calor que el campo, pero el goteo de visitas sigue siendo constante, sobre todo de turistas que buscan un plan familiar a la par que educativo para sus hijos. A partir del otoño es cuando el Museo de la Miel tiene más actividad, sobre todo de colegios no sólo de Jerez, sino de toda la provincia.

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Jorge Miró

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