Ana Olmedo estaba en la pequeña casa —un habitáculo donde residen temporalmente, entre tanto trabajo— que su familia tiene dentro de las instalaciones de los conocidos Viveros Olmedo, ubicados desde hace casi 60 años entre el monasterio de la Cartuja y el acceso a la A-381, la carretera Jerez-Los Barrios.
Ana, decíamos, estaba con sus hijos en el lugar donde llevaban residiendo desde la irrupción de la pandemia, cuando vieron fuego a lo lejos. Hasta una hora estuvieron observándolo, sin pensar en ningún momento que pudiera afectarles. Parecía que el incendio desatado en la cercana barriada rural de Lomopardo se dirigía hasta el núcleo rural de Los Albarizones. Pero entonces, el viento cambió de dirección.
En lugar de proseguir su avance hacia Los Albarizones, el fuego llegó al recinto donde la familia Olmedo lleva décadas regentando el vivero más antiguo de Jerez, que también se dedica al paisajismo, que pasó del verde y el colorido de sus innumerables plantas y flores, al negro absoluto.
"Olimos humo y salimos a ver. Estuve con el vecino una hora mirando el fuego, porque no pensábamos que vendría para acá. Muchas veces pienso que podría haber metido cosas en la furgoneta, sobre todo recuerdos, para salvarlos", dice Ana Olmedo, cuando rememora en ese día.

Un día, el 13 de julio de 2022, que fue "uno de los peores de nuestra vida, sin duda". Tres años después del horror que desató el incendio hace tres veranos, la familia aún se está reponiendo de la implacable destrucción que provocó. No quedó prácticamente nada. Ni plantas, ni árboles, ni por supuesto infraestructuras, ni recuerdos familiares.
Hasta el pasado 1 de diciembre, dos años y medio después de la tragedia —que, afortunadamente, solo fue material, no hubo daños personales—, Viveros Olmedo reabrió sus puertas. Para llegar hasta este punto, fueron muchas horas de trabajo las que emplearon en limpiar las instalaciones, en tirar todo lo inservible, en reparar los daños, en adecentar de nuevo un negocio que también ha sido su casa.
No entraron hasta un día después
Cuando la familia Olmedo pudo entrar en el vivero, el día después de que fuera arrasado por las llamas, no podía creer lo que veía. Manuel Olmedo, uno de los nueve hermanos que fundó la empresa, estaba desolado. Pero al mismo tiempo, aliviado porque no hubiera clientes ni familiares dentro en ese momento.
En ese mismo instante, empezó la reconstrucción. Gracias a la ayuda de familiares, y de muchos amigos, fueron adecentando lentamente las instalaciones. Ha sido un proceso arduo, lento, tedioso, y muy costoso. Dos años y medio sin vender, costeando de su bolsillo las cubas en las que se metían los escombros provocados por el incendio.

Aunque si algo le duele a la familia Olmedo es el "daño ecológico". Del económico prefieren ni hablar, ni pensarlo. Ni lo tienen en mente. Pero haber perdido la masa arbórea con la que contaban —algunos ejemplares con cerca de un siglo—, las plantas, las flores... Los hace ponerse malos.
Han trabajado mucho para reabrir las puertas del negocio primigenio de la familia. En ese tiempo, hasta han sufrido robos de cableado. Otro revés. Confiesan que incluso se plantearon no abrir de nuevo, pero siguieron adelante.
La compañía aseguradora respondió tarde —"tardó mucho en pagar"— y quizás no tan bien como debería. Las Administraciones no les han ayudado. Solo ha sido posible la resurrección por la solidaridad familiar.

Una familia muy 'verde'
Fue Manuel Olmedo Lozano, jardinero municipal en el Ayuntamiento de Jerez, el que se puede considerar gran culpable de que la familia tenga un profundo amor por la naturaleza. Ganador de concursos de jardinería durante su vida laboral e impulsor de la primera tienda de las muchas que vinieron después.
Fue en la calle Doña Blanca, enfrente de La Plaza, donde Manuel Olmedo Lozano abrió su primer negocio, en el que se criaron sus nueve hijos. Maruja y Dolores la regentaron, mayormente. Luego vino la tienda de plaza Plateros, la conocida floristería Los Rosales, ligada también a la familia, cerrada hace apenas dos años. Y otros negocios en Rota, hasta que llegó el vivero en la Cartuja. Luego, el de la avenida de Arcos.
En 1969 abrió Viveros Olmedo, cerca del monasterio de la Cartuja, justo en la salida hacia la A-2003, donde los nueve hermanos Olmedo comenzaron una andadura que sigue hasta hoy día, catástrofes mediante. Porque el incendio de 2022 es el segundo que sufren. E inundaciones —están muy cerca del río Guadalete—, han perdido la cuenta.

Manuel Olmedo, y sus hermanos Javier, Pepi, Dolores, Maruja, Antonio, Milagros, Pepe y José —estos dos últimos, ya fallecidos— componen una saga familiar que va por la tercera generación de jardineros y paisajistas, que integran los nietos de Manuel Olmedo Lozano. Sus bisnietos, alguno hay ya que apunta maneras, seguirán con un negocio sin el que no entienden sus vidas.
"Eso lo vamos aprendiendo poco a poco, con la práctica", cuenta Manuel, que está jubilado, pero que sigue ligado al vivero en el que ha pasado tantas horas. No solo de trabajo, también de disfrute, porque en la pequeña casa hay habilitada una minibodega donde han organizado muchas celebraciones.
"Nunca he tenido otros trabajos, ni he querido", confiesa Manuel hijo, de 78 años, que trata a sus plantas como a personas. "Es igual, las ves nacer, vas regando y crecen... como los niños, que cuando te das cuenta saben más que tú". Hasta le da pena, en algunos casos, vender algunas flores, "de lo bonitas que están".
La tercera generación en el vivero
Ana Olmedo trabaja en el vivero junto a su hermana Patricia y, ocasionalmente con su otra hermana, Nuria —que es paisajista—. El cuarto hermano, Manolo, es el único que no está ligado al negocio familiar, tiene gimnasio propio.
Tras el incendio, Ana cuenta que se fue a trabajar a tienda de ropa durante una temporada, mientras se afanaban en recuperar las instalaciones calcinadas. "Acostumbrada a estar en el exterior con las plantas... tenía el corazón encogido", confiesa.
Porque, para Ana, pero es común en toda la familia Olmedo, "trabajar en la naturaleza es lo más bonito que hay". "Para cualquier persona, tratar con plantas es terapéutico", sostiene, "imagínate para nosotros". Para una familia que lleva décadas viendo reverdecer todo a su alrededor. Y que un día lo vio todo negro. Pero eso ya es pasado.



