José Manuel Morales y Susana Díaz relatan el origen de la cuchillería más antigua de Jerez, un negocio que empezó con una moto y un afilador de cuchillos en 1930 y que ocupa la mítica esquina de Doña Blanca.

“Nos han pedido viagra, pero tengo que decir que fue una equivocación de una señora que quería pedir bisagras”, cuenta José Manuel Morales, actual gerente de La Tijera, la cuchillería más antigua de Jerez. La historia de este emblemático local se remonta a la década de los años 30 del siglo pasado, años antes de que se produjera el levantamiento militar en la ciudad. José Fernández González, de familia gallega, comienza el negocio -por herencia- recorriéndose las callejuelas del centro de Jerez subido a su motocicleta con un afilador de cuchillos. Así empieza La Tijera. que no era una tienda como tal. Comienza siendo solo un taller de afilados: tijeras, cuchillos, navajas… Nada de venta. La diversificación de este negocio llegaría más tarde, en la década de los 60. “Ya que diez años antes, en 1950, el abuelo de mi mujer compra este edificio”, incide el encargado sobre su actual emplazamiento en la mítica esquina de Doña Blanca, en el corazón de Jerez.

A día de hoy es la cuarta generación la que está al frente de La Tijera. José Manuel Morales la mantiene impoluta. Se convirtió en un negocio familiar por aquel entonces, cuando en 1950 Fernández González se hace con el bloque de la calle Doña Blanca donde hoy se encuentra ubicado su local, espacio que al poco, durante el desarrollismo, convertiría en un conjunto de tiendas. "Él empezó creando una juguetería, un bazar y la ferretería-cuchillería", apunta José Manuel. Como José Fernández solo tiene tres hijas, delega el negocio en sus yernos. Dice que en un principio las mujeres también se vuelcan con la ferretería, pero que acaban dedicándose más al cuidado de sus hijos. Finalmente, Pedro Luis García, yerno de una de las tres hijas de Fernández González, es quien se queda dirigiendo el negocio. Y por cosas de la genética, este vuelve a engendrar a tres hijas, además de a un varón.

Y vuelta a empezar. Como si de un ciclo se tratase, los yernos de las hijas de Pedro Luis García entran a formar parte de La Tijera, como en el caso de José Manuel Morales. "Yo hice mi carrera de Empresariales, pero entré para arreglar unos papeles y aquí estoy", comenta. Lleva detrás del mostrador, siempre vistiendo una sonrisa, desde 1990. No está solo, Susana Díaz le acompaña. El nombre no deja indiferente a nadie, pero, evidentemente, no se trata de la actual presidenta de Andalucía. "Ya espero la reacción de todo el mundo", ríe. Con tanto hablar de nombres, ¿por qué escogió Fernández González el de La Tijera? José Manuel abre los brazos, se encoge de hombros y contesta: “Pues porque era una persona que tenía una cultura cortita, en aquella época... De hecho no debía haberle puesto la tijera, sino las tijeras”. Envueltos entre herramientas, cables, tornillos, navajas suizas, tijeras de todos los colores y formas, llaves, tuercas e incluso artilugios de cocina... José Manuel Morales y Susana Díaz -"que por la tarde tiene otro trabajo"- guardan mil y una anécdotas. La más destacable es la de la señora que se equivocó pidiendo viagra en vez de bisagras, pero hay otras personas que llegan a la ferretería pidiendo encarecidamente aspirinas o preservativos. "En ferretería es muy complicado, o nada tiene nombre o nadie sabe el nombre del artículo. Muchas veces tenemos que hacer casi de adivinos", explica uno de ellos. "Más que preguntar los artículos por su nombre, lo describen", agrega. Dicen que cuando uno acude a una ferretería, va más a que le solucionen un problema que a comprar. "Muchas veces vienen diciendo: Tenemos un problema. Nosotros no, lo tiene usted, pero bueno, estamos aquí para ayudarle", apunta José Manuel entre carcajadas. 

"En ferretería es muy complicado, o nada tiene nombre o nadie sabe el nombre del artículo. Muchas veces tenemos que hacer casi de adivinos"

La Tijera maneja una cartera de clientes asiduos, habituales que acuden incluso durante las crisis de 1980 y 2008. "Bajaron las ventas y notabas muy poca alegría a la hora de comprar. Los clientes seguían viniendo, pero consumiendo mucho menos", comparte Morales. No obstante tienen una clientela muy fiel. Un señor, al observar tanta pregunta sobre la historia del local, comenta espontáneamente: "Yo era un chaval y todavía estaba esto...". Dicen que comentarios así, casi todos los días. De personas mayores que recuerdan haber entrado por la puerta de la ferretería cogidos del brazo de su padre. ¿A por el centenario? José Manuel y Susana aseguran que en un principio piensan continuar con el negocio, ya que por las mañanas La Tijera siempre es un hervidero de gente, no les falta clientela. No obstante, no saben si la siguiente generación -todavía menores- seguirán con el preciado taller de afilados que creó su bisabuelo -Fernández González- y que en abril cumplirá 81 años.

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Claudia González Romero

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