Las drogas, la delincuencia, la exlusión y la insalubridad caracterizan a este barrio formado por 480 hogares, cuyos vecinos esperan, algún día, centrar la atención de las administraciones para atajar las carencias.

Pintadas en las fachadas, coches aparcados justo en el pie de las viviendas junto a carros de la compra colmados de todo tipo de enseres y artilugios, bicicletas colgadas o apoyadas sobre los muros de las viviendas, caravanas, persianas de mediados del siglo pasado que se recogen con una fina cuerda. Pequeños y mayores sentados en los escalones —poco accesibles— que abren paso a los hogares, sillas de plástico, toldos improvisados, bombonas sobre la acera... La barriada San Juan de Dios, ubicada en el extremo Oeste, sobre una loma de la ciudad —a espaldas del Zoológico, aledaña Hospital Juan Grande—está conformada por ocho edificios de viviendas sociales, realizados entre los años 1960 y 1962. La imagen de sus 480 viviendas, especialmente de las correspondientes a los seis bloques dispuestos en dos manzanas separadas por la calle Doctor Girón Segura resulta, cuando menos, lamentable.

A vista de pájaro, desde sus largos balcones, la fotografía es desoladora. Las cornisas de los propios edificios se encuentran colmadas de porquería. En apariencia, el barrio envidia poco o nada a otros que salpican la geografía española, famosos por su marginalidad y exclusión. San Juan de Dios “es un gueto”, dice otro, un suburbio en el que viven personas marginadas por el resto de la sociedad. Durante un tiempo copó titulares en los que se hablaba de una remodelación que no llegó a culminarse, dada su inviabilidad ante la falta de financiación de la Junta. En la actualidad aparece en los medios con regularidad en la sección de sucesos, debido a los altercados y a las operaciones realizadas por las autoridades que de vez en cuando dan un toque de atención a las personas que trapichean. Dos hijos de una de las vecinas más longevas murieron por el consumo de sustancias y ya, ni puede, ni quiere salir a la calle. “¿Para qué? Ahí solo hay drogas”. Ella es víctima de estos dos grandes males del barrio: las drogas y la remodelación frustrada, pues la falta de ascensor y las escaleras de su dúplex la tienen recluida en unos pocos metros cuadrados.

Una joven sale de su casa, no quiere hablar con lavozdelsur.es. Mientras se coloca el casco y sube a una vespa, solo se atreve a afirmar que lleva tres años residiendo en la barriada: “Estoy loca por irme; este barrio es de lo peor de Jerez”. Al igual que ella, los sucesivos evitan hacer declaraciones sobre las carencias del barrio y las demandas vecinales “Aquí no se puede vivir, está dejado de mano de Dios. El Ayuntamiento no hace nada por él. Esto es México”, espeta otro vecino sin detenerse siquiera.

Los hijos de José de los Camarones viven en el bloque 2, y por allí pasea un lunes a media mañana. Habla sin paños calientes, como es habitual en él. Según el cantaor, San Juan de Dios “involuciona”, está muy descuidado. Y saca toda su artillería contra las administraciones y en defensa de su vecindario. “Nos tienen en exclusión. La gente es maravillosa, servicial. No hay trabajo y cada uno se busca la vida como puede. Dicen que somos incivilizadas, pero somos personas cultas con mucha sensibilidad”. La zona es conocida por ser problemática; hablar de San Juan de Dios es hablar de droga y delincuencia. De los Camarones es taxativo, son solo habladurías: “Eso es mentira. La droga es el poder. En las mejores casas siempre hay un cuadro doblado. Delincuencia hay como en todos sitios, en La Moncloa hay, en el Ayuntamiento”. No obstante, el cantaor no niega la evidencia: “Los niños al ver lo que ven, con 14 y 15 años son bombas atómicas”.

En torno a una rudimentaria mesa colocada en plena calle, hombres de diferentes edades juegan al dominó. “En esto nos entretenemos”. Esta estampa costumbrista y anacrónica surge de manera espontánea fruto del desempleo y la indiferencia de las administraciones, aseguran. La ausencia del personal de la limpieza, el abandono de un solar próximo al Zoológico, y la falta de un parque infantil centran las quejas de los vecinos.

A sus 25 años, David ve cómo juegan, pasa la jornada junto a su hijo en el carrito. Al igual que los demás padres y madres de familia deben desplazarse a otros lugares de Jerez como La Plata para que los niños jueguen en zonas con equipamientos infantiles. El joven se gana la vida con la venta de fruta, chatarra… Él y su mujer se han criado allí, “nos conocemos todos” dice, sin embargo, el matrimonio no se aferra en absoluto a su hogar en San Juan de Dios. “¿Tú crees que yo puedo criar aquí a mi hijo y a otra niña más que tengo? Si me compran el piso, me voy”. Ardua tarea la de desprenderse de su vivienda pese a que en un informe de 2008 rezaba que las viviendas de esta barriada eran las más baratas de toda España (650 euros/metro). “La gente ve la fachada y dice que dónde se van a meter, pero en realidad no es tanto como lo pintan”, asegura otro residente quitándole hierro al asunto.

Cuidado al caminar. “La carretera son tiros para los coches”, comentan al señalar los socavones y baches que estampan el asfalto. “Desde hace dos años vienen de vez en cuando del Ayuntamiento, hacen fotos y se van”. Las ratas integran el paisaje de la barriada, “Parten hasta los cables de los coches”, asegura Maribel, otra vecina. Proliferan ante la falta de insalubridad evidente de un solo vistazo: perros en las puertas de las viviendas, montones de basura, de alimentos, pañales… Las causas de la falta de higiene, siempre según los vecinos, es la ausencia de las cuadrillas de limpieza municipales que apenas se dejan ver por allí, la dejadez de unos terrenos próximos y la falta de vigilancia.

A nivel cultural la actividad por parte de los residentes y del propio Ayuntamiento es completamente nula, inexistente, a pesar de que tienen un local destinado a la asociación vecinal, carente de actividad. Allí, cuentan, solo reparten los alimentos a las familias con necesidades cada mes o mes y medio. Pero como casi todo en la vida, San Juan de Dios cuenta con su cara y su cruz. María, crio a sus hijos allí y ahora cuida de sus nietos. Definde que no toda la zona es problemática. En mi bloque no hay familias conflictivas, y todo el mundo trabaja. Los vecinos de San Juan de Dios son muy buena gente”.

Sobre el autor:

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María Luisa Parra

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