Hacía falta un milagro y no ha llegado. El desahucio de Joaquín, Laura y su hija (y su animal de compañía, que tiene importancia en esta historia) se ha producido tras casi dos horas de tensión en la barriada de Santo Tomás de Aquino. La presión de manifestantes y los movimientos con llamadas y gestiones no han dado sus frutos y la familia se marchaba de la vivienda sin saber dónde iba a dormir.
Desde las 10:30 horas, estaban convocados esos manifestantes y a las 11 de la mañana estaba la comitiva judicial, con una decena de policías nacionales de acompañamiento, en el bloque, que quedó perimetrado para evitar incidentes. Arriba, Joaquín y Laura miraban a la ventana, hacia los gritos de la gente, que eran entidades y vecinos particulares.
En esa comitiva judicial también iba un gestor de los propietarios de la vivienda. Se volvió a insistir: los desahuciados tenían una oferta realizada formalmente, pero Coral Homes, a quien Caixabank vendió ya la vivienda, no tenía oficialmente constancia. Ante la falta de respuesta, y tras intentar calmar a la familia, finalmente sus miembros han salido por la puerta, dejando aún enseres después de desalojar la mayoría de sus bienes durante el lunes, como se reflejaba en el reportaje de lavozdelsur.es.
Kika González, concejala de Ganemos, estuvo esas horas en el piso tratando de convencer a la parte propietaria de suspender el desahucio para seguir negociando la compraventa. Explica a lavozdelsur.es que finalmente "no han accedido" a ello.
Este caso es un desahucio que llama la atención por lo siguiente: la casa era de la familia desde hace 20 años; la perdieron cuando Joaquín se quedó parado en el sector de la construcción; tras una dación en pago (tenían parte de la casa pagada, casi una década cumpliendo), Caixabank les ofreció un alquiler que se ha ido prorrogando varios años, hasta ahora. Y Joaquín y Laura, ambos ya trabajando, lograron 20.000 euros en ahorros para recomprar la casa, pero no ha habido acuerdo.
Joaquín y Laura seguían con lágrimas en los ojos cuando salieron a la calle a saludar a quienes les estaban apoyando. En esa calle que ahora, de momento, es su casa. Llevan desde marzo buscando alquiler y no encuentran: o precios disparatados, dicen, o contratos para solo unos meses, o impedimentos para ir con su perro. El Ayuntamiento de Jerez ha ofrecido un hotel para quedarse de emergencia. Pero tampoco podrían ir con el animal. La situación es desesperante. Una familia –otra vez– que se ve sin techo y sin saber qué hacer.
