"No podían pensar que una monja o un ginecólogo robasen un niño"

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Una jerezana investiga la muerte de su hermano recién nacido en la Clínica Cruz Roja en 1963 y no encuentra ningún documento que lo certifique. Cree que se trata de un caso de bebé robado.

El 10 de abril de 1963 nació en la Clínica Cruz Roja de Jerez el que sería el hermano de Marina López. Coincidió con un Jueves Santo lluvioso, y desgraciadamente las monjitas que atendieron a la embarazada comunicaron a su esposo que el bebé había muerto. Sin más. Pudo ver el supuesto cuerpo del recién nacido de lejos, envuelto en un ovillo de paños y toallas. Hace tres años, después de saltar a los medios de comunicación nacionales e internacionales el escándalo de los bebés robados, Marina comprobó que el relato que tantas veces escuchó contar a su madre de lo que sucedió en el parto coincidía con los testimonios que oía en la televisión. A partir de ahí se puso en marcha para esclarecer lo sucedido. A día de hoy, no hay constancia de nada: no ha encontrado historial médico, ni legajos de entierro, ni de aborto. Después de una intensa búsqueda la jerezana cree que su hermano puede ser uno de los bebés robados.

La madre tenía 23 años cuando se quedó en estado por primera vez. Durante todo el embarazo estuvo supervisada por el ginecólogo privado Alfonso Rodríguez Alcántara, que también le asistió en el parto. “Falleció en 1976, daba cursos a mujeres embarazadas solteras”, explica Marina. Según ha podido saber, su madre tuvo un embarazo normal, a las 40 semanas se puso de parto, sola porque su abuela se marchó al extranjero. “El ginecólogo le dijo que no se preocupara que iba para largo, lo típico en las primerizas y que se fuera a la clínica. Durmieron a mi madre y no sabemos por qué. Cuando pasan unas horas mi padre que estaba fuera del hospital, vuelve y una monja le dice que es niño y que ha nacido muerto”, cuenta la jerezana. El padre recuerda un pasillo, al fondo una mesa metálica y “un bebé muy grande” envuelto en toallas. “Le dicen que no vaya a verlo”.

A Marina también le extraña que las hermanas le pidieran al padre del niño que fuese “llorando, andando y lloviendo” hasta la funeraria ubicada frente al Señor de la Puerta Real, cuando “en aquella época ya podían llamar por teléfono, que es lo lógico”. La Cruz Roja supuestamente se encargó de que el cuerpo fuese enterrado en una fosa común: "Tenían mucha prisa por hacerlo”. A la madre de Marina le dieron el alta sin ningún tipo de documentación. "No hay ni un papel en el que conste que haya estado ingresada, ni legajo de entierro que debería estar en el cementerio, ni legajo de aborto que va al Registro Civil. En ambos legajos debe aparecer el nombre del ginecólogo, del párroco y la causa de la muerte”, subraya.

En 2013, la jerezana decide ponerse en contacto con Luisa Fernanda Terrazas, actual vicepresidenta de la delegación jerezana de SOS Bebés Robados, quien encabeza la guerra por desenmarañar esta trama que entre 1960 y 1980 privó al menos a 500 madres de sus hijos, casi 200 de Jerez para ser entregados a otras familias. Ambas se pusieron manos a la obra. Iniciaron la búsqueda en el registro civil sin éxito. Pudo revisar las carpetas de tres años consecutivos, pero no halló ni rastro de su madre. “Una  administrativa de un centro de salud me advirtió de que desde la clausura del la clínica todos los historiales fueron destruidos”. Posteriormente contactó con la congregación que gestionaba la Clínica de la Cruz Roja para pedir el historial, de nuevo sin éxito. En el Archivo Municipal y el negociado del cementerio del Ayuntamiento tampoco había nada. Tras la intensa búsqueda, solo ha encontrado un apunte en un libro del cementerio: “feto de… junto al nombre de mi madre, la fecha, el lugar de la fosa y el nombre del hospital”.

Marina tiene claro que si denuncia lo sucedido “será para nada porque ha prescrito”, así como tiene claro que el de su hermano es un caso más de bebés robados en el que hay muchas personas “gordas” implicadas, algo que sus padres jamás sospecharon: “No podían pensar que una monja o un ginecólogo robasen un niño, para ellos eran unas eminencias”.

Sobre el autor:

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María Luisa Parra

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