"Lo de 'apto' y 'no apto' me parece un ataque contra la dignidad de los concursantes"

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lavozdelsur.es conversa con Miguel Ángel García Argüez, escritor y autor de agrupaciones carnavalescas, sobre su trayectoria, el Patronato, su experiencia en el concurso y el carnaval callejero, entre otros temas. 

Quienes conocen su extensa trayectoria literaria, saben de sobra que Miguel Ángel García Argüez es una pluma consagrada de la provincia gaditana. Desde muy joven destacó tanto por su poesía como por su prosa, y cuenta con varios libros de diversos géneros publicados. Forma parte del colectivo de escritores y artistas La Palabra Itinerante, dirige la Escuela de Letras Libres, taller estable de creación e investigación literaria en Chiclana, y coordina en la capital La Escuelita de las Palabras, un aula-laboratorio de experimentación y pedagogía libre en torno a la escritura creativa. Sin embargo, no todos los que conocen a 'Chapa', el autor de carnaval, saben que su trayectoria en esta fiesta también es de largo recorrido. Su vinculación comienza siendo un niño, cuando se instaló en Chiclana. Desde entonces no ha dejado de participar y escribir letras, para muchos desconocidas. Su nombre lleva unos años cogiendo altura y este año despliega sus alas como un prisionero más. Pero el impulso de este vuelo viene de muy atrás. 

Su primer año como autor fue en 2008, con El último escuadrón. Antes de eso ¿cuál había sido su relación con el carnaval?

Antes de eso yo había escrito para la comparsa El tambor, de Chiclana, en el año 2006, con música de Pacoli. Al año siguiente, la música de esa comparsa, que se llamaba Los perdedores, la hizo un tal Nene Cheza, al que yo no conocía de nada. Me habían dicho que era el 'negro' de Quiñones, pero yo no lo conocía. Y ya en 2008, Nene se divorcia de Quiñones y es cuando, ya con la comparsa avanzada, casi en enero, me llama para que le complete el repertorio que había hecho él junto a Lali. Ya a partir del año siguiente me pidieron que me encargara yo del repertorio al completo en letras, con algunas aportaciones de Nene.

Pero si me estás preguntando por mis raíces carnavaleras, yo empecé con 12 años siendo guitarra de una comparsa infantil que vino a Cádiz, que dirigía y escribía Andrés Ruíz, Los pajes del rey se llamaba y fue primer premio infantil. Antes de eso nada, porque en mi familia no había afición. Yo viví hasta los diez años en La Línea, y allí no tenía ningún contacto con la fiesta. Mis raíces carnavaleras comenzaron en Chiclana. A los 14 o 15 años, con unos amigos, hicimos una chirigota donde yo escribía las letras. Entonces, a partir de ahí seguimos unos años concursando en Chiclana. Cuando fuimos un poco más mayores ya veníamos a Cádiz como callejera.

Ya han pasado diez años desde la primera comparsa. En este tiempo, ¿cómo ha cambiado su implicación con el concurso?

En realidad son doce, porque la primera comparsa que considero mía fue El tambor que, como ya dije, llevaba música de Pacoli. Y fíjate, ahora volvemos a estar juntos. Desde que empecé con Nene, que además fue ya con el concurso comenzado y el mismo año que se instauró el nuevo sistema de cuartos, puse cada vez más implicación, que no más responsabilidad. Porque yo siempre me he tomado esto tan en serio, o tan poco en serio, según se mire. Pero es verdad que cada vez que la comparsa va adquiriendo más relevancia, adquieres también más compromiso con el resto del equipo. Para mí el carnaval es una cosa muy importante, pero no es el pilar de mi vida. Tengo otras muchas cosas que me satisfacen y en las que me desarrollo creativamente. Pero claro, para otra gente que está trabajando en tu equipo el carnaval es algo muy importante, y tú tienes que asumir esa responsabilidad como tuya también.

 "Entre el barro de las preliminares se encuentran pepitas de oro que pasan desapercibidas"

Una vez concluida la primera fase, ¿cómo ve la modalidad este año?

Más o menos como el año pasado. Ya es cuestión de gustos que te guste más un año u otro, pero en general creo que la modalidad está viviendo un momento muy dulce. La calidad, digamos de la élite por así llamarlo, —en la que uno tiene la suerte de estar compitiendo— pues es alta. Estamos todos asustados y admirándonos a la vez, y creo que las comparsas de la media también están haciendo cosas muy interesantes. Yo soy un gran defensor de las preliminares y es evidente que la mayoría de las comparsas ya vienen trabajadísimas a nivel vocal, musical e interpretativo. Quizá en donde más se adolece la cosa sea en la calidad de la música, no de interpretación, porque hay guitarristas, instrumentistas y cantantes espectaculares. Y en letras creo que la cosa está mucho mejor de lo que la gente piensa. Si no te fijas con detalle, la sensación que puedes tener es que son letras ramplonas, "cuñadistas", pero entre el barro de las preliminares se encuentran pepitas de oro que pasan desapercibidas. Este año en preliminares hemos oído letras de grupos o autores más desconocidos que si las cantara una agrupación grande el teatro vibraría. Ha habido algunos ejemplos de letras que yo envidio como letrista. Y eso creo que hay que mirarlo con más justicia. Con esto aprovecho para decir que lo de "apto" y "no apto" me parece un ataque contra la dignidad de los concursantes. Es indigno de un concurso como el de Cádiz, que se las da de inclusivo y de respetuoso con todo el mundo, que se haya hecho esto de “apto” y “no apto”.

La gente se ha enfadado mucho por lo del concurso de Sevilla. Y este sistema es hacerle un feo a la gente que viene a partirse la cara, al pelotón, la inmensa mayoría que viene con todo el respeto del mundo a concursar aquí, despachándolos con un “apto” o “no apto”, sin tener en cuenta que esa gente está jugando su propio concurso dentro del pelotón, con su modestia y su respeto. Porque es muy importante para una agrupación saber si ha quedado cerca, si ha quedado por el medio, si ha quedado mejor con aquella que lleva tres años batiéndose en el mismo nivel... Esa es la clave para la mayoría, porque de cada tres, dos se han quedado fuera. Y lo han hecho con un cartel que pone "no apto". Cuando ahí hay gente que ha trabajado y necesita saber dónde ha quedado, porque le sirve como referencia. Grupos nuevos que están mejorando y autores nuevos, porque eso sí que es trabajar por la cantera. Yo concibo que la cantera verdadera, más fértil, es la de la preselección. Porque ahí sí que salen y crecen la mayoría de los grupos y autores del futuro, que es lo que hace falta, autores nuevos. Y eso es lo que se está descuidando. Por eso, esto del “apto” y “no apto” me parece un atentado. Todos los demás errores que el Patronato haya podido cometer este y otros años, me parecen peccata minuta comparado con esto. Porque esto toca la filosofía, la piedra angular, el tuétano de la esencia de este concurso.

Ahora incluso forma parte del Patronato, siendo vicepresidente de la Asociación de Comparsistas 1960. ¿Se están consiguiendo cosas en estos últimos años o sigue habiendo un freno a la hora de tomar decisiones importantes?

Durante la organización del concurso anterior y los meses posteriores había una sensación de que las cosas se estaban cambiando, porque se trabajaba desde el consenso. Se había creado un órgano, que era la mesa mixta, donde todas las modalidades estaban representadas y donde se plantearon debates muy interesantes, implicando a un gran número de gente y llegando a conclusiones muy interesantes. De hecho, creo que el año pasado, a pesar de lo apresurada que fue la organización, se notó claramente la posibilidad de mejora. Pero tengo que decir que desde el momento en el que empieza a flaquear la mesa mixta, es decir, el consenso y la capacidad de dialogo entre los participantes, empiezan a ocurrir estas cosas delirantes. El sueño de la razón produce monstruos, como lo del “apto” y “no apto”. Para mí hay un antes y un después de este sistema. Y también al comprobar como al final todo el mundo, o la mayoría, acaba usando la participación para sus intereses particulares, como asociación o como agrupación. Y creo que ahí el trabajo de árbitro del Ayuntamiento, en este caso de la concejalía de fiestas, no ha sido lo suficientemente firme en buscar el consenso. También incluye al propio Ayuntamiento que muchas veces parece más preocupado por sus propios intereses que en buscar un órgano participativo. Pero a veces de esa suma de intereses no sale un interés común, sino un caos que al final genera cosas tan absurdas como las tonterías que han pasado con el reglamento, las cabezas de serie que no cierran la sesión... una chapuza que es lo que en cierto modo resulta. Y ahí hago también autocrítica como participante. Todos los que hemos estado implicados en la organización del concurso de 2018 nos merecemos un cosqui gordo, por chapuceros y por no ser capaces de entendernos.

Volviendo a su labor como autor, este es el tercer año con este grupo. Ya el año pasado conseguieron el pase a la final, y este año la comparsa también apunta un vuelo bastante alto. La etapa con Nene se resistió más, pero esta parece que ha despegado en muy poco tiempo, ¿no?

Es una conclusión muy clara: tiene mucho peso la dimensión mediática de un grupo. Esto no quiero que sirva para quitarle ni una gota de mérito a Ángel y a su equipo. Pero es cierto que, por ejemplo, mis letras no se recibían igual cuando las cantaba el grupo de Nene, porque no tenía el interés que mueve el grupo de Ángel. Pasa con el de Ángel, el de Juan Carlos, el de Antonio o el de Tino, que se van a escuchar con más interés y atención, mientras que a otros grupos, y el de Nene lo ejemplifica muy bien, la gente no les va a dar muchas oportunidades. Entonces eso hace que un repertorio brille más y tenga más repercusión. Con esto no quiero decir que el grupo con el que estoy ahora sea inferior o superior. Es un grupazo espectacular, pero está claro que el elemento mediático es importante. Esa atención mediática no te la regalan, te la curras con los años. Ahora mismo, por ejemplo, que yo soy un autor un poco más conocido que hace unos años, y firmo las letras de un coro, la gente va a escuchar ese coro de esa manera.

Quien además de su aportación al carnaval también sigue su trayectoria literaria, sabrá que es un gran amante de la cultura popular. En sus comparsas se puede apreciar el uso de un lenguaje y una prosa al alcance del pueblo, porque, al fin y al cabo, el carnaval es algo del pueblo. ¿Cree que se podría estar desvinculando de esta característica esencial en los últimos años, con la profesionalización y el afán de convertirlo en un espectáculo visual y comercial más que otra cosa?

Me parece una pregunta maravillosamente complicada, porque podría estar hablando del tema una hora. Lo primero es la copla, porque cuando hablamos de carnaval hablamos de copla, que es lo que a mí me gusta. A mí el carnaval no me gusta, me gustan las coplas. Las coplas tienen, desde mi punto de vista, la maravillosa condición de estar a medio camino entre la música popular, el folklore, y la música, podríamos decir culta, en el sentido de que tiene unos autores muy determinados, que la gente reconoce. Salvo algunas excepciones de coplas que se acaban tradicionalizando y el pueblo las hace suyas, y ya no pertenecen a nadie. El resto pertenece a una obra con un autor determinado y que la gente entiende que es producto de un ese autor, y eso es lo que lo separa de lo popular. Porque realmente, lo popular no tiene dueño y la gente no se plantea esos términos de autoría. El carnaval juega con ambas cosas y, como todo lo popular, tiene mucho más de emocional que de intelectual. Yo soy un gran amante del lenguaje y de la poesía. Pero claro, intentar usar el carnaval para hacer poesía, me parece injusto hacia quien lo oye porque el carnaval es una cosa popular, y porque uno lo que quiere no es sorprender intelectualmente con una copla. Porque yo podría escribir a un nivel mucho más complejo poéticamente, pero a mí mismo no me gusta.

Yo he escuchado letras con muy poca riqueza intelectual pero que me han emocionado muchísimo. Esa chispa eléctrica es la magia de esto. La comparsa creo que es ahora mismo la modalidad de vanguardia, en cuanto a la comercialización y a la complejidad del significado. La evolución de las letras de comparsa en los últimos veinte años ha sido brutal, desde la veda que abre Paquito Villegas, hasta el huracán Juan Carlos que es quien ha puesto esto patas arriba en cómo se entiende una letra. Ha sido quién más ha evolucionado. De cualquier forma, creo que los autores se han dado cuenta en todo momento de que la gente tiene que entender y sentir. Y si no entiende del todo, por lo menos sentir, como le pasa a Juan Carlos con letras que la gente a lo mejor no llega a entender del todo pero se emociona. Eso no se puede perder. Luego está el curiosísimo caso de Antonio Martínez Ares en su regreso, que ha apostado por una línea compleja, intelectualizante, que incluso requiere, como ya estamos viendo especialmente este año, una explicación. Es un camino interesantísimo, pero personalmente, prefiero que estemos hablando de comparsas que apelen mucho más a lo emocional que al referente intelectual. Y esto que no sirva de demérito del comparsón que ha hecho Antonio con El perro andalú. Pero para mi gusto, creo que quitarle un poquito de colorines intelectuales a la comparsa sería más interesante.

"El sueño de la razón produce monstruos, como lo del “apto” y “no apto”. Para mí hay un antes y un después de este sistema"

Este año también se ha embarcado en un coro. ¿Cómo surge la idea? Un coro de izquierdas con Procopio a la cabeza, ¿cómo se lidia con eso?

Una de las cosas que me ha regalado la vida después de haber participado en el Patronato ha sido conocer a ese personaje que es Antonio Procopio. Que igual que en el caso de Ángel Subiela, tiene una leyenda a su alrededor que muy relativamente se corresponde con la realidad. Antonio y yo, desde la primera vez que nos sentamos juntos en la mesa del Patronato chocamos, pero lo hicimos con mucho arte. Le dije: "me gusta cómo te defiendes". Y a partir de ahí nos fuimos conociendo. Antonio no sé por qué tiene esa fama de derechón. Antonio es una persona muy de izquierdas, que ha militado en muchos grupos de izquierdas en su juventud y que sigue conservando un corazón muy de izquierdas. Pero nos hemos calado y hemos conectado muy bien. Ya no digo sólo a nivel carnavalesco, sino como amigos. Y él es muy listo. Después del carnaval pasado, Antonio, Tino y yo quedamos muchas veces los tres, como amigos para tomar algo y charlar. En una de esas, Procopio le tiró los tejos a Tino delante de mí. Tino recogió el guante y le dijo que sí. Él no me dijo entonces nada, pero el muy astuto ya lo tenía pensado, y esperó el momento para decirme que quería que yo fuera el letrista. Al principio no le hice mucho caso, pero me cameló. Conocí a Fran Olivero que iba a ser el director. Fernando de la Flor rápidamente se embarcó y al final, me vi en esa aventura que me tomé casi como un juego. Yo insistí en que a mí los coros no me gustaban, y Tino me dijo: “pues haz un coro como a ti te gustaría que fuese un coro”. Y así fue. Luego descubrí un grupo de gente estupenda, donde se mezcla de una forma muy equilibrada la veteranía y gente nueva. Además he tenido la suerte de que me permitieran hacer música. Yo soy autor de música también, todos me quieren como letrista, pero en el coro he podido componer algunas piezas. Todo el concepto del popurrí ha sido mío, tanto en música y como en letra. Algunas músicas son elegidas, pero eso me ha permitido un desarrollo creativo que para mí es nuevo y que me apetecía mucho.

Y fuera de toda esta normativa tan enredada del COAC, está la calle, afortunadamente, donde también participa. Aquí su recorrido viene de más atrás ¿no?

Si mirásemos toda mi trayectoria yo podría decir perfectamente, aunque parezca toda una boutade, que para mí el COAC es un accidente, es una cosa circunstancial. Uno no es profeta ni sabe lo que le depara el futuro. Pero si yo me imaginara que el año que viene, por lo que fuera, yo me hartara de concurso, me veo siguiendo perfectamente en mi callejera la mar de a gusto como estaba antes de que llegara el COAC. No tengo ninguna intención de irme, ¿eh? Pero la calle es lo que siempre me ha gustado y lo que siempre he hecho, y espero que siempre esté ahí.

¿Ha visto evolución también dentro del Carnaval callejero?

Bueno, muchísimo más. Lo que pasa es que es una cosa muy minoritaria comparada con el teatro. Incluso me atrevería a decir que es una cosa para paladares exquisitos, para un tipo de público muy determinado, donde la sofisticación en las letras y la ironía son muchísimo más complejas que en el teatro, que es más elemental y burda. Ahora mismo la olla, el tubo de ensayo donde se está cociendo la vanguardia artística de las coplas de Cádiz, es la calle. No estoy diciendo que sea mejor ni peor que el teatro. Es otro público, con otra gente que lo hace, y hay un rollo sociocultural mucho más marcado, de gente universitaria, gente con profesiones liberales, muy poca clase trabajadora, una edad puretita ya... Pero creo que todo eso es lo que propicia que el carnaval callejero esté viviendo una evolución, un estallido, un Big-Bang de creatividad diferente, de nuevas formas de ver las coplas, de crear modalidades nuevas que no son clasificables dentro de la estrecha normativa del COAC. La gente que lo conoce sabe de lo que hablo, y la gente que no, se lo pierde.

Si le dieran a elegir entre calle y concurso, ¿con qué se quedaría?

Espero no tener que elegir. Hay dos elementos que me pueden quitar o bien de la calle o bien del concurso. Del concurso me puede quitar el momento en el que yo vea que la competición, la propia dinámica de la competición, tiene más peso que mi libertad creativa. En el momento en el que el grupo, o la dinámica competitiva como decía, me presionara para escribir cosas que yo no quiero escribir, automáticamente dejaría de competir. Y de la calle lo que me puede quitar es el “canalleo”, porque ya uno va teniendo una edad, y todos los días en la calle viviendo intensamente ese huracán maravilloso, a ese nivel... El día que yo me levante más malo de la cuenta, pues me tomaré un descanso callejero. Por lo demás todo bien.

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Estefanía Escoriza

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