barrio_a_barrio_el_peliron_07
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Cuentan en la barriada que la palabra Pelirón viene a significar ‘donde se perdía el ganado’. No sabemos si será verdad o no, pero desde luego no es de extrañar, puesto que hace casi 100 años, cuando se empezaron a levantar las primeras casitas, esta zona de Jerez era todo campo. La vía del tren, que a pocos metros partía en dos esta zona, aumentaba aún más esa distancia entre el casco antiguo y este barrio, hoy ya prácticamente en el centro.

La llamada barriada de las batallas, por aquello de que todas sus calles tienen nombre de contiendas, se encuadra en el distrito Noreste-Granja, lindando con la Hacienda El Polo y las avenidas de la Paz, de Arcos y alcalde Jesús Mantaras. Barrio de población cada vez más mayor, la divide en dos la avenida del Pelirón. Su lado izquierdo, según se sube por dicha vía, es la más antigua, con calles sin acera y salpicada de casitas de una altura fabricadas en su mayoría con ladrillos refractarios desechados de la cercana fábrica de botellas. Su lado derecho, más moderno, ha visto en los últimos años ver nacer nuevas promociones de viviendas. Encuadraríamos también en El Pelirón las nuevas torres de Renfurbis, nacidas tras la elevación de la vía del tren, que además de darle otro aire al entorno, sirvieron para dotar de zonas verdes a este tramo que da a la avenida de la Paz.

El Pelirón se ha caracterizado siempre por ser un barrio obrero. La cercana fábrica de botellas dio de comer a muchos de sus vecinos, pero no fue ésta la única empresa del entorno. A pesar de su relativo pequeño tamaño, la barriada ha albergado una fábrica de tratamiento de mármol (Mármoles Burgos), otra de hierro y ferralla (Hierros Flores) y hasta una de palmeritas de hojaldre (Palmeritas Girasol), cuyo dulce aroma perfumaba la calle Batalla de Cardela y sus alrededores.

Por tener, el Pelirón tiene hasta hermandad propia, la del Consuelo, aunque en la barriada, señalan, siempre ha tenido más tirón la de Las Viñas, por eso de ser vecina y muy anterior a ésta. "Pero al Consuelo también la queremos mucho", afirma una vecina.

De campo a ciudad

Por su antigüedad, la barriada es una de las que más ha cambiado de toda la ciudad. Lo sabe bien Juan Domínguez, que ha pasado aquí 67 de sus 92 años. Nacido y criado en San Miguel, a los 25 años, después de casarse, llegó al Pelirón, donde compró una casa en la calle Batalla de Jimena. En el barrio nacerían siete de sus ocho hijos. Juan, que regenta la histórica bodeguita de la avenida del Pelirón, sólo tiene buenas palabras para la barriada. “Lo mejor que tiene es su gente”, afirma con rotundidad.

Juan conoció El Pelirón cuando ni siquiera estaban asfaltadas sus calles. “Aquí cuando llovía era todo fango. Esto eran carriles de tierra, no había cañerías de desagüe, no había agua corriente, sino que se cogía de una fuente… Esto ha cambiado por completo”.

José Luis Pérez es otro vecino que ha pasado toda la vida en la barriada. Nacido en la calle Jorge Bocuze, recuerda un embarcadero de ganado que había prácticamente a la altura de esta calle y en donde se bañaba de niño en los abrevaderos destinado para los caballos y vacas que bajaban y subían de los mercancias. El poco tráfico que soportaba la barriada –a diferencia de hoy día- también ayudaba a que los más jóvenes se pasaran el día en la calle jugando a la pelota o a las canicas. “Ten en cuenta que esto estaba aislado de Jerez. Para llegar aquí tenías o bien que cruzar un paso a nivel que había a la altura de lo que ahora es la avenida Olimpiada o bien por la harinera”.

Manuel Muñoz, de 50 años y vecino de Batalla del Sotillo, nació en el barrio, “en la calle Batalla de Jimena 17, cuando por entonces venían las matronas a tu casa para ayudar a parir”. Para Manuel, lo mejor del Pelirón es “su tranquilidad, que está a dos pasos del centro, con aparcamiento en la misma puerta de casa, la Feria, la Universidad y el estadio cerca… Hasta la cárcel teníamos antes al lado”, bromea.

Dolores Gallardo, su esposa, coincide en varios puntos con él, pero echa de menos una mejor conexión de autobuses en la barriada. “No pasa ninguno por la avenida del Pelirón. Hay que llegarse hasta la avenida de La Paz para poder coger uno”.

Adiós a los okupas

Aunque El Pelirón ha sido siempre un barrio tranquilo, en los últimos años algunos vecinos, tanto de aquí como de la vecina La Vid, se mostraban intranquilos ante la proliferación de algunos okupas en viviendas abandonadas junto a la avenida alcalde Jesús Mantaras. “Tampoco molestaban mucho, pero es verdad que había algún grupito que siempre estaba pendiente de cómo podía dar el palo”, afirma Manuel Muñoz.

Recientemente, se han empezado a proyectar una nueva promoción de viviendas que traerá gente joven a un barrio cada vez más envejecido.

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Jorge Miró

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