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Los Albarizones, a tres kilómetros y medio de Jerez, es un lugar de paso más que de parada. Tradicionalmente agrícola, hoy su población, mayoritariamente jubilada, recuerda tiempos mejores de largas peonadas en el campo.

Aunque en los últimos tiempos Los Albarizones fue noticia por el triste incidente que le costó un ojo a una vecina en la Nochevieja de 2007, a esta barriada rural, a escasos tres kilómetros y medio de Jerez, siempre se la ha conocido por su tradición agrícola.

Nacida a mediados de los años 50, cuando Fomento del Hogar construyó 72 viviendas en lo que había sido un descansadero de animales, la barriada rural cuenta en la actualidad con unos 400 vecinos, la mayoría ancianos que antaño fueron trabajadores del campo en unos tiempos en que las cosechas se iban empalmando y se necesitaba numerosa mano de obra ante la inexistencia de modernas maquinas agrícolas.

“Aquí del campo vivirían unas 300 personas”, señala Sebastián Barea, natural de Prado del Rey pero vecino de la barriada desde que se construyó, al que encontramos llenando varias garrafas de agua en la histórica fuente, a pesar de que un cartel advierte que no es potable. "Eso era antes. Ésta agua es la misma que bebéis en Jerez", explica. Sin ayuda, a pesar de que se la ofrecemos, carga con más de 50 litros de agua hasta su casa. "Esto no me pesa", dice confiado.

Si algo caracteriza a esta barriada rural es su tranquilidad. Demasiada, dirían algunos. De hecho ya ni siquiera está abierta el veterano bar El Chorrito. Se diría que aquí apenas pasa nada, para bien o para mal, aunque en este sentido viene bien recordar que los atropellos que antaño se producían en la carretera que cruza la barriada pasaron ya a la historia desde que por fin se instaló un semáforo a la altura de la parada del autobús.

Los Albarizones tampoco ha cambiado mucho su fisonomía con el paso de los años. A excepción hecha de alguna vivienda de reciente construcción, siguen primando las casitas de una altura. En una de ellas encontramos a Francisco, vecino casi octogenario de la calle Alcaucil que en sus años mozos se ganaba la vida extrayendo arena del cercano Guadalete. El río, al igual que el campo, daba también trabajo a muchas personas del entorno cuando se podía pescar en él. Pero eso ya pasó. “Aquí la mayoría de la juventud que queda está en paro. Otros venían para trapichear, pero hace ya tiempo que no se ven”, apunta.

Quizás lo más curioso de Los Albarizones es que lo más antiguo que conserva no está a la vista, sino en el subsuelo, y tiene que ver con una de las leyendas más conocidas entre los jerezanos, que no es otra que la de los famosos túneles que, desde las diferentes iglesias del centro histórico, se unían hasta llegar a la Cartuja, a apenas dos kilómetros de la barriada.

Si bien la existencia de estos túneles se ha desmentido por diferentes historiadores locales, sí que existen otros que se encuentran bajo la barriada. La historia de las mismas se remonta a 1543, cuando se descubrió un sistema de captación de agua de época musulmana bajo Los Albarizones. Formada por galerías, se conectó con la fuente de La Alcubilla, junto a la Ermita de Guía, para que abasteciera a Jerez, dándose la circunstancia de que ésta se secó en 1563 cuando los cartujos desviaron el agua hasta el monasterio, originándose un pleito entre el Consistorio y los monjes que acabaría a favor del municipio.

Lugar de paso más que de parada, Los Albarizones seguirá viendo pasar el tiempo bajo la tranquilidad que la invade.

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Jorge Miró

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