Un exmilitar jerezano sufrió con 25 años un violento ataque epiléptico tras hacer una guardia en unas instalaciones que habían sido fumigadas horas antes.

“El que quiera entrar en las Fuerzas Armadas, que se lo piense dos veces”. Juan Carlos González, jerezano de 37 años, no habla desde el resentimiento, sino desde la desilusión. Entró en el Ejército tras quedarse prendado de la jura de bandera que hizo su hermano, actualmente cabo de infantería de marina, pero el destino le deparaba un desagradable incidente en 2003. Tenía 25 años y un teniente le ordenó vigilar el cuerpo de guardia, el lugar de descanso de los militares entre sus turnos, que había sido objeto de una fumigación horas antes. Tenía que impedir que nadie accediera al lugar precisamente por el peligro que suponía inhalar el tóxico veneno. A pesar de mostrarse reticente y solicitar una máscara, no se la facilitaron. “Ahí te mandan y si te lo dicen alzándote la voz tienes que hacerlo, si no lo haces acabas arrestado. Así es el Ejército español”.

La noche siguiente, de madrugada, Juan Carlos sufrió mareos, dolor de cabeza y vómitos. Lo cierto es que el último recuerdo que tiene es de despertarse en el hospital militar de San Carlos, en San Fernando, viendo borroso y solo luces de colores. “Al principio creía que había perdido la visión, aunque a las 12 horas ya empecé a recuperarla”. Estuvo ingresado casi un mes. Tras recibir el alta, Defensa le informó de que podía trabajar en destinos burocráticos –oficinas y almacenes- sin hacer guardias ni maniobras así como tampoco misiones en el extranjero que conllevaran el uso de armas. Inexplicablemente le mandaron a hacer maniobras en Barbate. Hasta ocho hizo. A la novena, una compañera le dijo que le iban a hacer la comida de despedida. “No me lo creía, pensaba que era una broma”. De broma, nada. Tras enterarse de esta manera, tuvo su comida de despedida y acabó fuera del ejército.

“Me quedé en blanco, porque me llevé un gran palo y me despidieron sin decirme nada. Después me busqué un abogado que dijo que mi caso era fácil, que tenía las de ganar, pero tardó un mundo. No tendría que haber confiado en él”. De otro lado, Juan Carlos afirma que el Ministerio de Defensa tardó cinco años en otorgarle una minusvalía del cinco por ciento, cuando por otro lado la sanidad andaluza le otorga el 42, algo que no es baladí ya que es a partir del 33 por ciento cuando se puede reclamar, por ejemplo, una pensión. “Entre el cinco por ciento y el 42 hay una diferencia demasiado grande”, considera. A esto se le suma el hecho de que el pasado febrero el Boletín Oficial del Estado (BOE) aprobó una orden ministerial que crea la Oficina de la Discapacidad de las Fuerzas Armadas para prestar asistencia especializada al personal militar con una minusvalía reconocida del 33 por ciento sea o no fruto de un acto de servicio.

Desde su incidente, el exmilitar ha sufrido centenares de ataques epilépticos, alguno de los cuales incluso estuvo a punto de matarlo. Y aunque no ha podido demostrar que estuvieran relacionados con aquella fatídica guardia en San Fernando, investigaciones científicas sí relacionan este tipo de ataques con la inhalación de fuertes insecticidas. En octubre de 2014, para evitar nuevos cuadros epilépticos, se operó. Se le extrajo un trozo de cerebro que le hizo perder memoria, que está recuperando a base de pastillas, explica.

Trece años después, Juan Carlos señala que ya no quiere volver al ejército. “Pedí dos veces el puesto de trabajo que me gané y que yo sentía por defender a mi país y a todos los españoles, pero como ellos no quieren que vuelva no voy a seguir mendigando. Lo que pido ya es una pensión”. El joven señala que tras salir del ejército cobró 700 euros de paro durante 16 meses. Tras años buscando trabajo, con más o menos suerte, ahora ha conseguido una paga de 426 euros.

Pero más allá de todo, el exmilitar jerezano lo que quiere es dar a conocer “cómo trata el ejército” a sus soldados accidentados en acto de servicio. Así, ha formado una plataforma, junto a otros compañeros, que reclama “justicia” y que no los “abandonen”. El 9 de mayo ya estuvieron concentrados ante el Congreso de los Diputados y el próximo 28 de este mismo mes irán a Madrid, coincidiendo con el Día de las Fuerzas Armadas, para seguir denunciando su situación.

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Jorge Miró

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