En lo más profundo del norte de Pakistán, rodeado de montañas que rozan los siete mil metros, se desarrolló una historia que combina solidaridad, determinación y humanidad. Su protagonista, Carlos Duartevisitador médico de Jerez de 53 años y apasionado por la fotografía, no buscaba reconocimiento. Solo quería ayudar a una niña que había sufrido más de lo que le correspondía a alguien de su edad: hablamos de Buhra, que tiene nueve años.

Carlos lleva años viajando por lugares remotos, combinando su pasión por la fotografía con un profundo interés por las historias humanas que encuentra en su camino. Pero pocas veces una historia le impactó tanto como la de Buhra. Desde el primer momento, supo que no podía quedarse al margen. La niña, con su sombrero rojo, le recordó a su sobrina, y ese paralelismo despertó en él una empatía inmediata que marcaría todo lo que vendría después.

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Buhra, la niña de nueve años a la que ayuda Carlos Duarte.  JUAN CARLOS TORO

Un encuentro que cambió todo

Carlos viajaba con la intención de fotografiar a un grupo de nómadas que habitan en una zona fronteriza entre Pakistán y Afganistán. Sin embargo, debido a un conflicto entre India y Pakistán, no recibió permiso para entrar en la región. Fue entonces cuando su camino lo llevó a Mastuj, un pequeño pueblo remoto, donde se topó con una escuela modesta y un grupo de niñas sentadas sobre alfombras en el suelo.

Entre ellas, una llamó su atención: Buhra, con un sombrero rojo que ocultaba su rostro. El profesor, Heiden, le explicó que la niña tenía miedo a los extraños y que había sufrido quemaduras graves en la cabeza tras un accidente con fuego cuando era pequeña. Carlos recuerda, junto a lavozdelsur.es, cómo fue aquel momento: "Me dice el profesor, Carlos, ella no te va a dejar verla, solo su familia ha visto su cabeza. Y yo pensé: tengo que ayudarla". Con paciencia y respeto, logró ganarse la confianza de Buhra y prometió ayudarla, sin saber todavía cómo lo lograría.

El primer contacto con la familia y con la escuela fue crucial. Carlos asegura: "Tuve que hablar con los padres, explicarles la situación, mostrar fotos de pelucas y preguntarles si la niña podía recibir ayuda. Cada detalle contaba, porque allí todo se hace con respeto a la tradición". También cuenta que, cuando Buhra vio que realmente podía confiar en él, "se fue a un rincón oscuro y se quitó el sombrero. Su cabeza estaba completamente quemada, y entonces le dije: yo te voy a ayudar, no sé cómo, pero lo haré".

Una red de solidaridad desde España

De regreso en España, Carlos movilizó todos sus contactos. Descubrió a Iluminada y su centro especializado en pelucas de pelo natural, y consiguió encargar una de alta calidad. "La peluca valía 1.450 euros, pero tras explicar la historia nos la dejaban en 950. No dudé en poner mi dinero, lo tenía que hacer", recuerda. Gracias a la venta de sus fotografías, recaudó 2.450 euros en dos días, y tuvo que parar la campaña porque ya había conseguido más del doble de lo necesario.

Para hacer llegar la peluca a Buhra, recurrió a Nissar, su contacto local, y un viajero sevillano dispuesto a llevarla con un grupo de turistas. "Le expliqué al chico que no tenía que moverse ni un metro, solo llevar la peluca de 120 gramos. Y él lo entendió y lo hizo. Fue increíble", dice Carlos. Además, compró alfombras para la escuela, vitales para que los niños pudieran sentarse sin sufrir el frío extremo, y elaboró un vídeo instructivo de siete minutos sobre cómo cuidar la peluca, traducido al inglés con subtítulos.

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Iluminada tiene una tienda de pelucas para mujeres con cáncer.   JUAN CARLOS TORO

Más que un gesto, un cambio de vida

Cada paso de esta misión fue cuidadosamente planificado. "Cuando me mandaron la foto de la hermana de Buhra, quedé en shock. El pelo era exactamente igual al que habíamos comprado. Fue como un milagro", cuenta a este medio, con emoción. Junto con su amiga, la periodista Ana de la Vega, crearon un cuento ilustrado con inteligencia artificial, que quedó en la escuela para que futuras generaciones aprendan sobre solidaridad y empatía.

Hoy, Buhra ríe, juega y se siente segura. "El profesor me manda fotos y me dice: Carlos, la felicidad que tiene esta niña es increíble. No solo hemos cambiado la vida de Buhra, sino la de toda la comunidad", relata. Recuerda también que la experiencia le enseñó algo fundamental: "Lo más gratificante no es lo que haces, sino lo que dejas en la vida de los demás. He tenido la suerte de tocar una historia que trasciende cualquier reconocimiento personal".

Para Carlos Duarte, esta historia no se trata de fama ni de mérito: "No buscaba nada. Esto no se enseña en los colegios. Cuando miras atrás, lo que recuerdas son los gestos que ayudan a otros. He tenido una vida plena y feliz, y esto es lo que realmente cuenta".

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Míriam Bocanegra

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