Hablamos con Borja Serna y Francisco Soto, el más novel y uno de los más veteranos, respectivamente, profesionales de este servicio en Jerez para conocer más a fondo esta sacrificada profesión.

El taxi es su modo de vida y casi hasta su segundo hogar, dadas las horas que echan al volante. Uno afirma que ya no se ve trabajando de otra cosa, mientras que el otro apenas lleva 16 meses haciendo carreras. Borja Serna, de 29 años y Francisco Soto, de 51, son la cara y la cruz de la moneda. El primero acaba de incorporarse a este mundo, mientras que el segundo es uno de los más veteranos del sector en Jerez, con más de 30 años de experiencia a sus espaldas.

Borja se ha incorporado relativamente tarde al taxi. Tras estudiar un grado superior y estudiar en Malta gracias a una beca, volvió a su tierra para trabajar en la hostelería. Al quedar desempleado, y viendo que tenía el trabajo en casa, ya que su padre también es taxista, le propuso asociarse con él para repartirse los turnos de mañana, uno y de tarde, el otro. Francisco, por su parte, tuvo una primera experiencia laboral en un par de supermercados, pero la precariedad de su puesto le animó a hacerse taxista, como ya lo había sido su padre.

A Borja no le duele trabajar 10 horas diarias —de 5 de la mañana a 3 de la tarde—. Dice que en la hostelería echaba las mismas o más horas cobrando menos y cotizando la mitad. “Ahora tengo independencia, soy yo el que me marco mis horarios para marcarme mis objetivos. Además tengo esa libertad de poder ponerme de acuerdo con mi padre si un día no me viene bien trabajar de mañana”, explica al respecto. Francisco, por su parte, señala que si alguien viniera ofreciéndole un puesto de trabajo mejor remunerado, o igual pero echando menos de las 12 horas que echa al día, no se lo pensaba y dejaría su taxi, aunque sabe bien que esa oferta no le llegará.En Jerez actualmente hay 178 taxis. La licencia cuesta 80.000 euros, “bastante más que en algunas grandes capitales”, explica Francisco, que señala que actualmente la ciudad no puede permitirse más licencias dada la saturación que hay en estos momentos. Esto hace que de lunes a viernes estén en servicio poco más de 130 taxis, mientras que los fines de semana desciende el número hasta los 90. “Si no fuera así no habría negocio para todos”. De todas las paradas, son las del aeropuerto, Cristina y plaza del Caballo las más ‘cotizadas’, pero si bien en estas dos últimas cualquier taxista puede acudir el día y la hora que quiera, en el aeródromo esto está regulado, de manera que cada uno rota cada 10 días.

El trato directo con el público es una constante en el taxi. Si una buena impresión se ha llevado Borja en este año largo que lleva al volante es que el cliente “es mejor de lo que me esperaba, será porque también vengo del mundo de la noche y ahí te encuentras de todo”, aunque reconoce que sea de día o de noche “el maleducado lo es siempre”. El joven afirma que su manera de romper el hielo es preguntando el camino que prefiere el pasajero para llegar a su destino. “Eso también te ahorra de problemas. Al principio me cogió de nuevo, no preguntaba y si me encontraba un atasco me criticaban. Ahora, que elija el cliente y si nos comemos un atasco, es porque él ha elegido el camino”.

Francisco también alaba al cliente jerezano, al que considera bueno —aunque siempre hay excepciones— y explica que de vez en cuando hasta hacen funciones de psicólogos. “Los hay que aun habiendo llegado al destino y pagado la carrera, te siguen hablando. Los tienes que cortar con educación y explicarles que es que uno sigue trabajando”. Luego están esos otros que se montan en el taxi y se creen que están en una burbuja. Como los que, explica el veterano taxista, piden ir a un club de alterne y, de camino, llaman a su pareja para decirles que llegarán tarde a casa por trabajo.Entre esos servicios, digamos especiales, Borja también explica que le han llegado a pedir que les lleven a sitios donde vendan droga. “Yo ahí directamente me niego”. De hecho, ambos reconocen que hay veces que es preferible renunciar a un servicio para evitarse problemas. Y es que, el taxi a veces puede ser peligroso. “Sobre todo los fines de semana por la noche, cuando la gente está más pasada”, dice Borja, que recientemente pidió a tres jóvenes por adelantado la carrera ante las dudas que le generaban. “Estaban bebidos y me pidieron ir al hotel Ibis. A la hora que era de la madrugada y tal como iban, lo primero que pensé es que me querían mandar ahí, que es casi un descampado, para darme un palo y robarme. Al final, tras discutir un poco, me pagaron por adelantado y no pasó nada”. Francisco recuerda haber pasado miedo en los tiempos de la heroína, o cuando tenía que llevar a algún cliente a Rompechapines, cuando este lugar lo frecuentaban prostitutas y enganchados. Afortunadamente no ha sufrido ningún atraco, lo más, que alguno se le haya escapado corriendo dejándole a deber la carrera. Y es que reconoce que a menudo “las apariencias engañan. Hay veces que se te monta alguno que te crees que te puede dar problemas y luego no pasa nada, y al contrario”.

Si hablamos de anécdotas, Borja recuerda aquella vez que dejó a una clienta en la avenida Puerta del Sur y, al bajarse del taxi, por no mirar, se la llevó un coche por delante —“menos mal que fue despacio y prácticamente solo fue el susto”— o la vez que en la parada de Las Angustias, una pareja de madrileños le pidieron que los dejara “en el Camino de Santiago. Yo me quedé a cuadros. Luego me pidieron que les dejara cerca de Guadalcacín, porque al parecer por allí discurre un camino de la ruta”, recuerda. Francisco, de las muchas que ha tenido, señala las veces que ha tenido que ejercer de ‘espía’. “Mujeres que me piden que siga el coche de su marido, para ver a dónde van, o alguna que me ha hecho dar vueltas por todo Jerez para encontrarlo”.

El gran sacrificio del taxi

Les preguntamos por esta nueva situación que empieza a vivirse a cuenta de plataformas de coches como Uber y Cabify, que trabajan en España con conductores con licencias de vehículo de turismo con conductor (VTC). Aunque señalan que este problema de momento no se está dando en Jerez, sí critican el problema de los taxis ‘pirata’ en el aeropuerto, algo que llevan denunciando años. La tarifa entre el aeródromo y Jerez es de 15,09 euros de lunes a viernes y de 19,06 los fines de semana, un precio bastante competitivo que, aun así, alguno se niega a pagar. “Delante mía una mujer me dijo que era caro y a continuación hizo una llamada pidiendo precio por el viaje. Al rato llegaría un coche con 12 o 14 años de antigüedad para llevarla a Jerez”. Por casos como éste lamentan que en el Aeropuerto no haya mayor vigilancia por parte del 092.“La gente tiene que pensar que nosotros echamos 10, 12 o 14 horas en el taxi, que salimos sin saber cuánto ganaremos hoy, a diferencia de Uber y Cabify que salen a la calle sabiendo ya el cliente que van a llevar”. Una explicación gráfica del esfuerzo que hacen son los kilómetros que recorren al año. Un taxista en Jerez hace de media entre 30 y 35.000 kilómetros al año, que se elevan hasta los 70 u 80.000 si tiene un socio que comparta su taxi. Francisco, de hecho, ha conocido hasta siete taxis desde que empezó a trabajar. El primero, un Renault 21 y el último, su actual, un Toyota Auris.

Francisco, en la recta final de su carrera profesional, tiene claro que terminará a bordo de un taxi. Borja, de momento, tampoco piensa en otra cosa. 

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Jorge Miró

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