Bajo un cielo estrellado y en la espesura de la negra noche, un grupo de personas ciegas aguarda el regreso del sacerdote que les sirve de guía. Décadas antes de que el teatro esperase a Godot, en realidad desde que el teatro se hizo carne, desde el principio de la humanidad, ya sobrevolaban las preguntas acerca de la condición humana, el silencio, el aislamiento y ese "algo que se mueve… no sé si dentro o fuera de nosotros". Y, pese a todo, allí no aparecía nadie.
A partir del archiconocido texto que escribió hace ahora 135 años el dramaturgo belga Maurice Maeterlinck, Los Ciegos, Gaspar López Campuzano (Jerez, 1954) e Iosune Onraita, vasca de nacimiento y gaditana de adopción, ponen en escena una versión "muy libre" de una obra cumbre del teatro simbólico y existencial europeo del siglo XIX.
El estreno del montaje, este viernes a partir de las 21.00 horas en la Sala La Quemá (Plaza Quemada, barrio de la Albarizuela de Jerez), supondrá también el alumbramiento de una nueva compañía teatral, De Milagro Teatro, dirigida por el propio Gaspar de La Zaranda. Un cómico flamenco, un actor jondo, un recitador de versos, que a sus 71 años se embarca en una nueva aventura escénica y creativa que brota como rama del tronco zarandiano con casi medio siglo que representa la compañía que él mismo cofundó, junto a Juan y Paco Sánchez, a finales de los 70 del siglo pasado.
"En La Zaranda está el secreto de la vida, y esto es otra ilusión"
"En La Zaranda está el secreto de la vida, y esto es otra ilusión, otra manera de expresarnos y desarrollar nuestras ideas”, confiesa el actor y director escénico jerezano, entre ensayo y ensayo, y a poco más de 24 horas de que esta nueva pieza teatral bajo su sello vea la luz y se comparta con el público soberano. “Estamos muy ilusionados, creemos que hemos armado un buen trabajo, y esto no es fácil, ¿eh? Hacer teatro, crear, es dificilísimo", asevera al otro lado del teléfono.
Gaspar, aparte de Iosune, ha unido en el escenario a dos actrices jerezanas habituales en sus montajes como director escénico, Ana Oliva y María Duarte, y ha rescatado a otro actor jerezano, trotamundos del teatro, Carlos Cabra. “He recogido a Carlos para nosotros y creo que funciona todo, es muy bonito este trabajo y deja imágenes muy hermosas”, resume Gaspar, aludiendo siempre a la "semilla" de Zaranda que recorre su vida y obra.
Salvo Cabra, todas las actrices han pasado por algunos de los trabajos de la compañía andaluza, Premio Nacional de Teatro, y eso deja siempre una huella. Ahora, De Milagro Teatro empieza una andadura propia a partir del ADN que corre en las venas de sus integrantes. La adaptación libre del texto de Maeterlinck es, en el fondo, una particular mirada a lo que los propios protagonistas de la función viven en sus propias carnes. Los sinsabores, los anhelos, la inestabilidad, las ganas, la ilusión, la vida hecha sueño calderoniano. Es teatro dentro del teatro. La vida imita al arte, que decía Wilde.
Teatro dentro del teatro
"La idea era hacer entrar al espectador en un juego donde estos ciegos son miembros de una compañía teatral que está montando este texto de Maeterlinck. Pero se han quedado solo cuatro de ellos, sin director, que tampoco aparece. Están los apóstoles, pero no está Cristo. Y en esa historia paralela, los actores están tan perdidos y desesperados por encontrar una luz como en el texto original", explica Gaspar, resumiendo el hilo argumental de un trabajo que viene de lejos, "lo teníamos en la cabeza desde hace tiempo".
El montaje de la obra dentro de la propia representación se va interrumpiendo conforme avanzan las inquietudes y angustias de los protagonistas, como reflejo o metáfora escénica de las propias inquietudes y angustias de la gente de teatro. Gaspar, hombre de escena, sabe lo que se trae entre manos y sabe, por supuesto, “el acto heroico que supone seguir haciendo teatro tantas décadas después”.
Guiado por esa fe ciega, como él mismo reconoce, aquí sigue. Ante un nuevo reto. Ante un nuevo estreno. Siempre con el entripado de llevar a escena lo que brota en las entrañas. ¿Jubilarse? Quizás Moliére guíe el camino, muriendo con las botas puestas. “La gente de teatro no nos jubilamos. Resistimos y, a pesar de estar perdidos, caminamos rumbo a mostrar el trabajo. Es lo que tenemos que hacer. Estar perdidos y llegar al sitio, que es poder poner en escena la obra. En el teatro verdadero no se jubila nadie, es algo que tienes dentro y de lo que no puedes escapar. No puedes dejar de ser tú, la vida nos lleva a esto. Mi fe es ésta y no puede ser de otra manera".
"No me imagino viviendo fuera del teatro. Los artistas verdaderos se retiran como los toreros y vuelven cuando les da la gana, pero no se jubilan”. Y entre las tinieblas, otra vez se hizo la luz. Los Ciegos comienza a rodar y aguardan nuevos bolos para presentar un trabajo —próxima cita, en abril de 2026 en el Teatro Moderno de Chiclana— que "pretendemos que llegue al máximo de espectadores posible en unos tiempos sombríos para el arte y la cultura". ¿Alguna vez fueron los tiempos de otra manera?
