Francisco Javier Benítez, de 41 años, lleva seis años dedicado a la guía turística en Jerez, pero con una peculiaridad, además de trabajar con grupos concertados, es de los denominados free tour, que son los que desarrollan su trabajo sin precio previo por persona y que al final de la ruta reciben una compensación voluntaria por parte de los visitantes que participan en el recorrido. Montó una pequeña empresa en la que trabaja él y otra compañera más bajo el nombre ‘Mi Jerez’.
Esta modalidad está muy extendida no solo en España sino también a escala europea. Es una forma de entrar en este negocio sin tener que establecer una tarifa previa a la vez que obliga al profesional a esmerarse, caer bien, que su formación y forma de comunicar cale en los clientes.
En la ciudad son solo tres o cuatro guías los que han optado por esta modalidad que, como explica Benítez, “es hacer una visita integral por una persona que esté formada, que sepa lo que está diciendo, que ofrezca una visión general de la ciudad. Lo hace a cambio de una retribución del cliente que es el que valora tu trabajo y el que le pone el precio”.
“Nosotros no pedimos nada”, subraya el guía cuya experiencia le da para mucho, con situaciones que más que anecdóticas suenan a insulto: “Puedo contar de todo, desde gente que te lo valora y gente que no; y gente que se cree que eres un parquímetro... hay de todo”. Javier cuenta casos como haberle pagado un cliente con un cupón de la ONCE, “y otros con un muchas gracias y adiós o te dan diez euros por todo el grupo. Te puedo decir que a mí hay veces que me cuesta el dinero”.
La duración de un tour bajo esta modalidad suele durar de dos horas; lo cierto es que la generosidad no es precisamente el fuerte de la mayoría de personas que optan por el free tour. Francisco Javier Benítez tiene el grado universitario en Historia, está doctorando y posee un máster.
En 2016 se lanzó a esta aventura: “Soy un enamorado de mi ciudad y entiendo que Jerez es una ciudad en la que se vendía solo en el tema vino, caballo y flamenco”, de ahí que, entrando en la materia que más conoce y en la que se ha formado, pensó en el patrimonio monumental: “Así arranqué la empresa con muy poquito, con una ruta básica un poco para orientar al turista en la ciudad y sobre todo para demostrarle que Jerez es una ciudad de primera también a nivel de monumentos”.
La idea de enseñar Jerez tiene un hándicap, el de encontrarse con “demasiadas” puertas cerradas, es decir, edificios e iglesias, sobre todo, que solo abren en horas de culto. Señala que esta traba se la ha contado a políticos locales e incluso provinciales. “Aquí no tenemos ese concepto todavía como sucede en Sevilla o en Málaga”, aunque sí evalúa que ahora “tenemos la Catedral y San Miguel, pero cuando yo empecé ni siquiera la Catedral estaba abierta a la visita turística diaria”. Al menos en las horas de culto en los templos más importantes pueden “acercar algo del patrimonio eclesiástico de Jerez, pero es muy complicado”.
El Alcázar es su espacio preferido. “Me parece una maravilla y lo hemos trabajado bastante siempre a nivel patrimonial. Es mi edificio favorito y creo que es algo distinto en la ciudad y es una joya que creo que no se le saca el rendimiento que debería”. La belleza del Jerez olvidado es el nombre que le ha dado a una ruta que pone en marcha por el barrio de San Mateo, “en la que mezclo monumentos, leyendas y hablo del Jerez olvidado, ese que no es menos importante”.
Ahora su próximo proyecto se centra en la figura de Lola Flores, aprovechando la celebración del centenario de su nacimiento y de todas las actividades que se pondrán en marcha. De enero a marzo se localiza la temporada baja aunque no le falta trabajo a diario, sobre todo los fines de semana.
Las propuestas le llegan desde diferentes plataformas de viajeros online, que son las que le hacen contactar con grupos o personas interesadas. Precisamente, el juego de ser recomendado por los clientes que le llega por estos canales y las valoraciones de estos es el factor que le hace proveer más encargos.
El guía relata que no ha sido un camino fácil abrirse un espacio: “Ahora realmente estoy viendo el rendimiento del esfuerzo, pero hay meses que prácticamente cubro gastos. No es un trabajo que te da para vivir, pero es mi pasión: enseñar mi patrimonio, enseñar mi ciudad, ser guía en mi ciudad. Yo no me voy a ninguna otra”.
El turismo nacional es el que manda por encima del internacional. “Aquí el turismo extranjero viene ya con un circuito cerrado. Vienen normalmente martes y jueves, los autobuses los meten en González Byass, se lo llevan a la Real Escuela y desde allí a Cádiz, Rota, Sevilla o a los hoteles de Chiclana. Es un turismo que no deja nada a la ciudad”.
La competencia entre los que se dedican a las guías turísticas es dura, también en Jerez. En este oficio hay dos vías, una las que son diplomados en Turismo, ahora un grado superior, que tienen todas las bendiciones legales para ejercer como tales, y otra es los que no tienen esa titulación pero sí conocimientos y formación universitaria especializada sobrada para ejercer.
Pero estos últimos no tienen el ‘carné’, lo que les impide acceder a espacios declarados BIC: “A nosotros nos llaman intérpretes de patrimonio y me pregunto: ¿Con una carrera de seis años terminada en materia de Historia y Arte no es suficiente como para dar el nivel que se podría exigir?”. Javier Benítez confiesa que le atacan "continuamente".
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