Casi una treintena de hijos de familias con pocos recursos, vecinos de la barriada San Juan de Dios, disfrutan de actividades lúdicas y de un almuerzo completo hasta el 31 de agosto.
Está algo apenada porque este lunes de verano no ha podido ir al cole. Le dolía la cabeza y su padre ha preferido no llevarla al campamento y al comedor de verano en el CEIP San Juan de Dios “para que no me tenga que llamar y tener que ir a recogerla”. Antonio Casas Ríos, tiene 42 años, es vecino de la barriada en la que se ubica el centro. Su mujer siempre ha trabajado en casa. Él, como tantos otros, antes se dedicaba a la construcción y desde hace seis años se encuentra en situación de desempleo. En un día laborable y cuida de su hija en el patio interior de unas viviendas.
La hija de Antonio es una de las pequeñas que se benefician del programa de comedores escolares puesto en marcha por el Ayuntamiento y que este año atiende a alrededor de 240 niños de entre 5 y 17 años de edad. Desde el pasado 18 de julio, la niña almuerza en el centro, aunque es algo más que una comida completa. A las diez de la mañana entran en el centro y a la una de la tarde cesan las actividades. Luego todos almuerzan. “Está muy bien porque se distrae. Es una ayuda para la niña en todos los sentidos”. ¿En todos? “Sí, se quita de aquí, que está aburrida y en el comedor tiene comida que no le podemos dar, gazpacho y de todo. Hay veces que sí se puede y hay veces que no, aunque los abuelos también nos ayudan".
En el CEIP San Juan de Dios son atendidos un total de 28 niños divididos en dos grupos. Un monitor se encarga de cada grupo. Eva Moreno, de la empresa Jauja, es quien pasa toda la jornada completa con los más pequeños —de edades comprendidas entre los 5 y los 8 años—. Llama la atención que la mayoría son niñas extrovertidas y en extremo cariñosísimas. “No conocemos sus vidas, pero se ve que proceden de familias muy humildes, como lo es el barrio. Hay niños que se portan muy bien y otros con menos disciplina. Son cariñosos a tope, casi todos”.
A diario dedican parte del tiempo a realizar actividades de refuerzo, sobre todo de matemáticas, a dibujar, a jugar, a elaborar manualidades... y cada jueves celebran la fiesta del agua. "Mi compañero Manuel está arriba con los mayores, de 9 a 12 años. Ellos hacen otro tipo de actividades como jugar al Trivial y los recreos están organizados en horas diferentes para que no coincidan". Además del amplio programa que llevan a cabo en el colegio de lunes a jueves —puesto que el viernes descansan— realizan salidas. Han compartido un día de convivencia en Piscinas Jerez, donde fueron en la línea 8 del autobús, para algunos estas excursiones extraescolares son las únicas ocasiones en las que usan el transporte urbano. “Hemos visto los caballos”, exclama fascinada una de las pequeñas, cuando recuerda otra visita que realizaron caminando a la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre. “También teníamos planeado ir a la playa, pero se suspendió por el Levante”, apunta la monitora.
Sobre las doce del mediodía, justo mientras juegan a pañuelito en el patio aparece el responsable del catering, Julián, al que todos conocen y saludan por su nombre. Toca lentejas y tortilla, pero eso es lo de menos, absolutamente todos afirman que prefieren la comida del comedor a la de casa. También prefieren estar allí porque en casa se aburren, “no tenemos patio”, dicen algunos y Eva “es buenísima”. La hija de Antonio no podrá comerlas, pero está desenado encontrarse mejor para volver al campamento de verano. Durante el curso almuerza en casa y no le pesa. “Una vez me metieron la cuchara hasta aquí (señala con el dedo la garganta)”, cuenta la pequeña.
En otros centros como los CEIP Federico Mayo, Isabel La Católica, San Juan de Dios y Andrés de Ribera estos comedores y las actividades también están en marcha, respondiendo así a la necesidad de muchas familias con escasos recursos. En total ofrecerán 6.100 servicios hasta el 31 de agosto, aunque es mucho más que comida.
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