Conocida por el robo de cobre y el vandalismo de uno de sus edificios a medio construir, defienden lo bien que se vive allí, a pesar de que no tienen bares y uno de los puntos de reunión es la única tienda de alimentación que hay.

Bajas una calle asfaltada y no sabes bien si continúas en una de las ciudades más importantes de Andalucía en la actualidad o si has retrocedido 50 años atrás en el tiempo. Un chico con sudadera negra y cascos blancos en las orejas hace pensar que sigues en el siglo XXI. Sí, es la barriada histórica de San José del Agrimensor, tan próxima como diferente al corazón de Jerez. Allí parece que las manecillas del reloj se pararon hace tiempo. Nace en los años sesenta integrada dentro de la zona Sur de Jerez, cuya población casi roza los 24.000 habitantes. Dentro de ese submundo del Jerez Sur, se distingue por su urbanística laberíntica, las calles estrechas, enrrevesadas, en pendiente, y por una gran densidad de viviendas.

El hall de El Agrimensor -como es conocido coloquialmente-, la calle Fernán Caballero, está vacío, no hay un alma. Llamas a un timbre de finales de los 70. Hace tres décadas se trasladó a vivir allí Simón Rodríguez, de 75 años, dueño del la vivienda en la que repica el sonido del antiguo aparato. "Un señor era el propietario de estos terrenos y los fue vendiendo parcela a parcela. Luego cada uno hizo su casa en la medida de sus posibilidades", explica, "aquí todos somos obreros". Él es el principal espectador de todo lo que sucede en esa vía, quizá la más polémica de la barriada en los últimos tiempos. Asegura que vive tranquilo su viudedad y que no tiene miedo de nada, pero de todas formas, precavido, siempre tiene la puerta cerrada, especialmente por las personas que vienen de otras barriadas. 

El edificio a medio construir ubicado frente a su casa, propiedad de un banco, que es usado como chutadero y vertedero es la principal preocupación del vecindario. Ahora el ir y venir de "gamberros" parace que ha disminuido tras la presión y las quejas de los vecinos. "Ya no meten fuego, ni hay colchones, pero siguen viniendo porque no llegó a cerrarse bien y eso es lo que tienen que hacer, cerrarlo bien", afirma Simón. A la explanada con bloques de hormigón que amaga con ser una triste y gris plazoleta vienen sobre todo "parejitas jóvenes de fuera, más que nada en verano con el calor, pero no dan la lata: aquí se vive muy bien". Y bromea: "Lo que sí deberían quitar es la cuesta. Mucha gente se ha ido de aquí no porque se viva mal, sino porque son caprichosos". 

El Agrimensor ha ocupado líneas de los medios de comunicación incluso a nivel nacional por el famoso robo de cobre. Sus vecinas jocosas, presumen de ello en Alimentación Pepi, la única tienda de ultramarinos de la barriada. Ya en tono más serio, inciden en que no se digan cosas malas de la zona porque, en líneas generales, se encuentran muy bien allí. El coro formado en la entrada de la tienda es habitual. "Y acabo de apagar la música. Aquí se oye flamenquito, los vecinos entran bailando", comenta la dueña del negocio que vive allí desde hace medio siglo y luce delantal de cuadros blanco y celeste rematado con un vivo, de los de toda la vida.

Desde que tiene memoria el día a día allí ha cambiado algo, pero no en lo esencial. Los vecinos, cuenta, antes hacían más verbenas, se reunían más. Ahora es cierto que cuentan con la asociación vecinal Plus Ultra, en la que realizan actividades de corte, convivencias y comidas típicas como el ajo. "Pero tú ahora dile a alguien que ponga dinero para algo; aquí hay paro como en todos lados". 

Las mujeres disfrutan de su coloquio previa compra de los desavío en el improvisado corrillo diario en el que hablan de todo, los cotilleos de la televisión, sus preocupaciones, sus alegrías... y debaten. Unas creen que la gran deficiencia de la barriada es la falta de un buen parque, otras que haberlos haylos, pero las instalaciones y el acceso están en pésimo estado. También hablan de los inesperados vecinos, los okupas: "De los que vienen y le dan la patada a la puerta, pero la verdad es que no hay ningún problema con ellos".

La rutina y el tiempo libre de la juventud de esta barriada de la zona Sur es otro cantar. La población cada vez está más envejecida y los jóvenes no tienen zona, ni actividades de ocio. "Bueno, tienen el pasito, El Sufrimiento, que lo sacan en Semana Santa desde la asociación de vecinos porque no tenemos iglesia; no hay ningún bar, había uno, pero lo cerraron hace ya tiempo", aclara la dueña de Alimentación Pepi, las 'castañuelas' de El Agrimensor. 

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María Luisa Parra

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