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El maestro Alfonso Alcántara recibe la Medalla de Oro al Mérito Educativo tras casi 30 años dirigiendo el actual Instituto San Telmo. Llegó a presentar el primer proyecto de Educación Compensatoria de la provincia de Cádiz, pionero en Andalucía.

“Aprendí a ser maestro; a tener una actitud abierta”. Estas son las humildes palabras de Alfonso Alcántara, a quien le ha sido otorgada la Medalla de Oro al Mérito Educativo al hacer balance de sus treinta años en el ejercicio de la docencia. Este jerezano se hizo un hombre en la barriada de La Asunción y estudió Filosofía en la Universidad de Sevilla. Confiesa que es creyente, heterodoxo en la práctica.

Pronto formó parte de Juventudes Católicas, “antes - advierte- era la única forma que teníamos de reunirnos, de poner en común ideas; no podíamos manifestarnos, nos reprimían”. Como él dice, le “tocó” iniciar su carrera durante la Transición. A Alcántara le gustan los retos. Por eso, con tan sólo cuatro años de experiencia a sus espaldas en dos centros de la Sierra –en Olvera y Torre Alháquime- y porque se sentía muy identificado con la gente de la zona, escogió el entonces Colegio San Telmo, hoy día instituto. “Mis amigos se echaron las manos a la cabeza, pero yo lo tenía claro”, rememora entre risas.

“Cuando llegué tenían la autoestima por los suelos, les daba vergüenza salir de excursión y decir de dónde eran; no hay derecho a que se permita que haya jerezanos de primera y de segunda”

Hablar de la trayectoria profesional del galardonado es hablar de la evolución de la barriada de San Telmo y de sus jóvenes. “Cuando llegué tenían la autoestima por los suelos, les daba vergüenza salir de excursión y decir de dónde eran; no hay derecho a que se permita que haya jerezanos de primera y de segunda”, reprocha. Por aquel entonces la situación de las familias de la barriada periférica –como a él le gusta llamarla- era algo diferente. “Pasaban mucha hambre y no existía la cultura que, para bien o para mal, dan hoy los medios”, rememora. “El primer curso llegué, pedí que sacasen un libro o las libretas y no lo hacían, no tenían recursos para eso y tampoco se le daba importancia”, apunta. 

Con el fin de atajar esta problemática, Alcántara presentó junto a sus compañeros el primer proyecto de Educación Compensatoria de la provincia de Cádiz, pionero en Andalucía. “En el curso 1984-85 acordamos con los padres poner una cuota anual pequeña para comprar los libros que heredarían otros compañeros el curso siguiente. ¿Eso no os suena a lo que ha hecho la Junta hace poco?”, alardea el ex maestro y director. Además, reivindicaron la ampliación del profesorado, lograron reducir la ratio y aumentar el número de docentes para servir de apoyo al alumnado con dificultades.

En general, Alcántara considera que el alumnado es inquieto. Por ello, dice, hay que saber acompañarlos; la adolescencia es una etapa conflictiva, pero hay que entender a los chicos. Su despacho siempre estaba abierto para los alumnos y los defendía de quienes eran injustos con ellos, ya fueran profesores u otros alumnos. “Los chicos saben perfectamente quién es la autoridad que les aprecia y que les desprecia. Yo he tenido que aprender a aceptar cuando se rebelan y entender que ellos también tienen cabeza”, afirma.

Recuerda aquel boom en el que muchos alumnos abandonaban los estudios porque la construcción les daba para cubrir sus necesidades e incluso “vivir de lujo”. Presume de sus compañeros, del ambiente que se vive en el centro y también en el barrio después de décadas de dedicación. Y, cómo no, de su alumnado, de todos. “Los hay licenciados, diplomados, emprendedores… y ninguno de ellos reniega de su barriada, sino que intentan transformarla y mejorarla”, afirma tajante. Sin embargo reconoce que su "ojito derecho" son los alumnos con más dificultades, tantas que se encuentran en la cárcel. “Cuando salen van a verme, eso sólo se debe a que se han sentido queridos y arropados”, manifiesta con tímido orgullo.

No es de extrañar, por tanto, que Antonio Alcántara sea detractor de la Lomce, una ley que a su juicio realiza una criba social, abandonando a quienes tienen menos recursos, resulta nefasta para la educación puesto que ésta deja de ser universal. En cuanto al pasotismo que (al menos se decía) ha caracterizado a la juventud en los últimos tiempos, “el 15M ha supuesto una  esperanza” para este docente que ha visto crecer generación tras generación los últimos 30 años. “Antes de ellos decíamos que los jóvenes no se metían en harina”, defiende Alcántara.

A partir de ahora, este maestro no se va a engreír. “No he aceptado la medalla de forma personal, sino porque representa al esfuerzo de todo un colectivo, de mis compañeros, de toda la comunidad que ha creado un buen ambiente”, puntualiza. Tanto es así que pronto legalizarán la asociación Santelmistas Jerez de la que ya forman parte 600 alumnos. Y por supuesto, continuará comprometido con San Telmo, "quejándose y protestando como un jerezano más”.

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María Luisa Parra

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