María y Antonio José tienen una orden de desalojo para el lunes 20 de febrero tras la denuncia del Banco Santander, propietario de la vivienda.

Una pareja con dos hijos será desahuciada el próximo lunes 20 de febrero si el banco Santander no revoca la orden de desalojo. María Gutiérrez y Antonio José Jiménez, dos jóvenes jerezanos de 23 años, se metieron en una vivienda deshabitada de San Telmo Nuevo el 12 de octubre de 2015. "Lo recuerdo perfectamente porque es el día que cumple años mi Manuela", incide ella mientras la pequeña se va durmiendo poco a poco entre sus brazos. Ambos quisieron volar del nido cuando nace su primer hijo, Abraham, en 2012. "Para informarnos de qué podíamos hacer fuimos a la Junta de Andalucía, a Emuvijesa, a la asistenta social del Polígono, a la abogada...", enumera Antonio José, mientras se rasca la barba inquieto. Al ver cómo una pareja okupó una vivienda y al tiempo lograron un alquiler social, intentaron copiar sus pasos y formar, por fin, su propia familia. "Yo me voy a arriesgar María, vamos a intentarlo... el 'no' ya lo tenemos", le decía él a la madre de su hijo momentos antes de okupar el 1º C del bloque 3 de la plaza del Yunque.

No es un secreto que estén de okupas, no lo esconden. Los vecinos conocen su situación e incluso muchos les han echado una mano a la hora de amueblar su casa, vivienda que estaba abadonada cuando se metieron en ella. "No había absolutamente nada, ni casquillos, ni termo, ni cocina", comenta uno de ellos. Dieron con el piso gracias a su tía, que vive justo enfrente, y les gustó sobre todo a la hora de pensar en sus hijos, ya que Abraham, de cuatro años, y Manuela, de tres, tienen el colegio, el CEIP García Lorca, muy cerca. Tal como acceden ilegalmente a la vivienda, cuentan que intentaron ser lo más legales posible. Fueron a la policía a contarles que habían okupado una vivienda, los agentes les dijeron que tenían que hablar con el director del banco Santander, y eso hicieron. "Así conocimos a Antonio García —intermediario del banco para formalizar los alquileres sociales—. Tenemos muy buena relación con él, hasta habló para que nos dejaran más tiempo", explica María. No obstante, García no logra para ellos el alquiler social que tanto anhelan.

"María, me ha dicho que está encantado con ustedes, que sois unas personas maravillosas, pero que no os va a hacer el alquiler social", les contestó Antonio García hace apenas unas semanas. ¿Por qué? "No sé, algo de Rajoy", responde María. "Excusas y más excusas", reprende su pareja. "Y eso que estos pisos no los van a vender. El mismo hombre del banco nos lo dijo. Cuando llaman y dicen que se trata de un piso de San Telmo, la gente nunca quiere saber nada", añade. Si su historia empezó desde la transparencia, desde la sinceridad más plena, su vida se trunca bajo una estrategia habitual entre los bancos que buscan desahuciar a sus okupas. "Un día llamaron dos hombres a la puerta y me dijeron que venían a hacerme el alquiler social, que le diera mi nombre y mi número de teléfono", narra María. En aquel momento se llena de esperanzas, de alivio, ilusión... una maraña de sensaciones que se oscurecieron a la semana siguiente. "Vino la policía pidiéndome los datos porque el banco me había denunciado. Me siento engañada, jugaron con mis sentimientos", concluye.

Desde el banco Santander declaran que están "trabajando para encontrar una solución positiva y cordial". No obstante, la orden de desalojo sigue su cauce y en tres días los cuatro se encontrarán en la calle después de más de un año y medio luchando por conseguir un alquiler social. "Aquí todo está embargado, vacío. Yo lo único que quiero es pagarlo, pero acorde a mi situación económica, por ello pedimos un alquiler social", expresa Antonio José frustrado. María se encuentra en paro y él cobra 350 euros, sin asegurar, y trabaja intermitentemente en otros oficios con contratos precarios. Intenta reunir días sueltos para ver si le llega alguna ayuda y así poder normalizar sus vidas. Sienten que los servicios sociales les han dejado de lado. Su único objetivo es conseguir un alquiler social como lo obtuvieron anteriores okupas. "Pero nada, ninguna solución", espeta María resignada. 

Se están preparando para la cita fatídica, el próximo lunes a las 11:30, como reza la orden. "Gracias a Dios, ellos —señala a sus hijos— estarán en el colegio, y yo me quedaré desde abajo esperando, mirando a ver si viene alguien. Ya veremos lo que pasa", comparte Antonio José. Aseguran que no se van a resistir si proceden a desahuciarles, que entienden que la vivienda no es suya, que no les pertenece. Tienen pensado regresar a la casa de la madre de María y luego seguir buscando otra casa deshabitada para volver a probar suerte. Suerte, que por ahora, nunca les ha dibujado una sonrisa. "Qué vamos a hacer, en la calle no nos vamos a quedar", finaliza el joven.

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Claudia González Romero

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