La guardería que María Domecq abrió hace medio siglo en uno de los barrios más deprimidos del municipio, galardonada con el Premio Ciudad de Jerez 2017 a la Solidaridad.

Hace 50 años que María Domecq acomodó un barracón, en la deprimida zona Sur de Jerez, para hacer desaparecer el hambre de algunos niños del barrio. Un poco de leche y pan en el estómago. Más tarde llegarían los pasatiempos. María pertenecía al Secretariado Pro Suburbio, una organización sin ánimo de lucro que velaba por las necesidades de las zonas más vulnerables del municipio. Junto a ella se encontraban otras personas altruistas, como Pepe Pérez Luna, Antonia Valencia, Joaquín Terratosa y Carlos Burgos. Desarrollaban estudios sociológicos de las barriadas marginadas de la ciudad: Picadueñas, La Corta, El Agrimensor... Pero María, nada más cumplir la mayoría de edad, bajó en una ocasión a San Telmo para ayudar a una amiga a inyectar vacunas a los más pequeños. La estampa que encontró la desarmó. Menores solos, desprotegidos y hambrientos, mientras sus madres salían a vender picón. Fue tan cruda la escena que no pudo remediar hacerse cargo de ellos y llevarlos a un lugar seguro. Gracias a su posición, tenía contactos y pudo resguardarlos en un barracón. Esa fue la primera "guarida". Más tarde, cuando empezaron a construir los primeros bloques de San Telmo, los trasladó a una caseta de obra donde los niños podían revolcarse en la arena. Reír, divertirse. Y por último, el 16 de marzo de 1967, abrió lo que hoy se conoce como la guardería Blanca Paloma. 

Famosa por las deliciosas croquetas que cocina Pepi, por el trato de las educadoras y por ser la tercera guardería —mejor dicho, escuela infantil— de Jerez, ahora —en el 50 aniversario de este pequeño gran proyecto—, recibe el Premio Ciudad de Jerez 2017 a la Solidaridad, por su importante labor social y solidaria con la infancia jerezana. "María ha llevado una vida dedicada a los demás. Es una persona muy querida en el barrio, pero nunca recibió un reconocimiento por ello", expresa Lucía Cintado, la actual directora de la Blanca Paloma desde 2000 y que empezó a trabajar en el centro en 1980, con tan solo 16 años. "¡Nos han dado el premio, chicas!", le anunció María por teléfono a Lucía. "¡Bien! ¡Ole!", fue la reacción de esta al tiempo en que daba palmaditas de alegría. "María lo recibió con humildad y lo quiso compartir con todos". Desde la guardería dicen que nunca han trabajado por un reconocimiento, ya sea institucional o de la calle, sino que lo importante es lo que permanece. Y ese espíritu de lucha y de valores sociales sigue presente en la Blanca Paloma.
María siempre trabajó con los niños de manera desinteresada. Nunca cobró. Nunca tuvo un sueldo, pero sí necesitaba más manos para atender a tanto niño. Fue entonces cuando a la guardería llegaron Margari, Paqui y Virtudes. Más tarde también entrarían otras dos empleadas: Fina y Pilar. Y por último, las más jovencitas, Mili, Chiqui, Milagros, Lucía, Charo, Mari... Pero pocas eran para atender a 300 menores, de entre 0 y 6 años. Por aquel entonces, los recursos también eran mínimos. Virtudes, una de las primeras educadoras y tía de Lucía, cuenta que fotocopiaban las fichas de manera rudimentaria a través de gelatina y hojas de calco para trabajar la alimentación, la higiene, las profesiones..., echaban mano de algunos puzzles y de los viejos recortables. Como se sabe, la necesidad agudiza el ingenio y, por ello, cogían hojas de periódicos o carteles de propaganda, recortaban las imágenes que les interesaba y luego las plastificaban. "Teníamos que tener mucha imaginación para sacar de donde no teníamos". Pero la veterana destaca que, sobre todo, recibieron la ayuda de las monjas de las primeras guarderías: La Josefina y La Compañía de María. "La hermana Pilar de La Josefina nos aportó material y un esquema a seguir para sacar adelante el proyecto educativo", comenta Virtudes, a lo que enlaza Lucía: "Nosotras siempre hemos luchado por la labor educativa de este centro, más allá de guardar, queremos educar".

Las educadoras sociales, que en la época tendrían algo más de 20 años, viajaron por la provincia de Cádiz y también a Sevilla, para recibir cursillos y seminarios, donde algunas editoriales exponían sus artículos educativos. "Comprábamos lo que nos parecía y María era la que pagaba", incide Virtudes. "En su momento prestó un servicio excepcional a Jerez. Y no se dedicó únicamente a la infancia. En la Blanca Paloma comenzamos un movimiento solidario que todavía perdura", agrega. Por esta escuela infantil han pasado grandes figuras del flamenco como son la bailaora Mercedes Ruiz, Niño de la Fragua y toda la familia de los Salmonetes. Coincidencia que en esta entrega de premios, donde este año los hermanos Zarzuela han ganado el Ciudad Jerez a la Integración tras ser plata en los Juegos Paralímpicos de Río 2016, ambos también pasaron sus primeros años en ella. "La cantidad de niños que han pasado por aquí...", enumera Lucía mientras resopla. 
Si bien hace 50 años solo seis mujeres se hicieron cargo de cerca de 300 niños, hoy la ratio ha bajado por los requisitos de la Junta, por lo que, consecuentemente, el número de empleadas se ha incrementado. 20 educadoras infantiles —todas mujeres— trabajan a diario con 160 niños de entre 0 y 3 años. Los números cambian, pero no el espíritu de esta guardería concertada. Nada de columpios, si acaso alguna tubería y una motocicleta de juguete. "Recientemente, hemos tenido que cerrar el patio porque la gente le daba comida a los niños a través de las vallas. Pero siempre ha sido un centro muy abierto". Lucía destaca que en el año 2000 el centro estuvo apunto de ser clausurado, no por problemas de infraestructuras, ni nada que se le parezca, sino porque María estaba cansada y pensó en cerrarlo. No obstante, las trabajadoras se movilizaron y crearon la asociación Secretariado Pro Suburbio San Telmo, como guiño a aquella organización que dio pie a todo lo que hoy han logrado. "Y así lo hicimos para poder continuar con la guardería", expresa Lucía. Y realmente, María nunca llegó a desprenderse de ésta. Lucía tomó la dirección y María seguía apareciendo por la cancela verde, a eso de la una de la tarde, para continuar su servicio a los demás. "¡Nos han dado el premio, chicas!", sonríe Lucía recordando las palabras de la fundadora de un centro que para muchos niños y niñas hoy adultos sigue muy vivo en su memoria.

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Claudia González Romero

Periodista.

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