El debate cultural en torno al boicot a KKR sigue generando reacciones en la escena musical española. El fondo de inversión estadounidense, que en 2024 adquirió la promotora Superstruct Entertainment —propietaria de decenas de festivales como el Sónar, el FIB, Viña Rock o Granada Sound—, mantiene inversiones en empresas israelíes vinculadas a la ocupación de Palestina y a la industria armamentística, según denuncian colectivos del movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones).
Esa relación ha motivado que numerosos artistas se hayan retirado de festivales organizados por Superstruct, sumándose al boicot cultural contra Israel. En medio de esa controversia, la cantante jiennense Zahara se ha convertido en noticia por su presencia en el cartel del Granada Sound 2025, festival bajo la órbita de KKR.
En contra de Israel
La artista había expresado en entrevistas anteriores su rechazo a lo que calificó como "masacre" del pueblo palestino, lo que despertó dudas y críticas entre parte de su público tras confirmarse su participación en un evento gestionado por el fondo señalado. Esto provocó que muchos de sus seguidores le pidieran que se "bajara" del cartel.
No puede hacer frente a las consecuencias legales
A través de Instagram, Zahara decidió aclarar este tema tan polémico y ser completamente honesta con sus seguidores. "Hola, voy a ser 100% transparente: no puedo asumir las posibles consecuencias legales y económicas de no tocar este año. Por supuesto, no tocaré el año que viene en ningún festival vinculado a KKR", escribió la cantante.
En un segundo comentario insistió en que, de cancelar ahora, se enfrentaría a sanciones que no puede permitirse: "No tocar este año supone asumir unas posibles consecuencias legales y económicas vinculadas a un contrato firmado que yo personalmente no puedo asumir. Con todo mi pesar, los de este año no puedo eludirlos".
Con estas declaraciones, Zahara reconoce la encrucijada moral y contractual en la que se encuentra. Por un lado, comparte las críticas hacia KKR por sus inversiones en Israel; por otro, asume que incumplir los contratos firmados antes de la adquisición de Superstruct tendría un coste económico y judicial inasumible.
Al mismo tiempo, la artista se compromete a no volver a actuar en festivales ligados al fondo a partir de 2026, uniéndose simbólicamente a la ola de cancelaciones que ha afectado a eventos de gran repercusión como el Sónar o el FIB. Su caso refleja cómo el boicot a KKR está obligando a muchos músicos a posicionarse en un conflicto que atraviesa la industria cultural y que conecta directamente con la guerra en Gaza.



