Hubo un tiempo en el que los gaditanos descubrieron las escaleras mecánicas (aunque su aparición local está discutida por Galerías Preciados) y hallaron entre sus familiares y amigos a pequeños cleptómanos, sobre todo de cintas de casette.
El primer hallazgo provocó algún accidente, "mucha gente no sabía usarlas" dice un antiguo empleado con gesto de nostalgia, y el segundo provocó muy leves disgutos que ojalá sirvieran de escarmiento cívico.

Fue el 11 de junio de 1974 cuando abrió Simago en Cádiz, aquella revolucionaria cadena comercial cuyo nombre responde al acrónimo de sus tres propietarios, Simó, Mayorga y Gómez.
Hicieron fortuna en la Cuba de Batista pero con la llegada de Castro saltaron a España. En realidad, dos socios se bajaron pronto del barco y fue Mayorga el que siempre estuvo al frente.
El origen de la empresa está datado en febrero de 1960. Su exitoso modelo se fue expandiendo por toda España durante diez años hasta que llegó a Cádiz hace ahora medio siglo. Fue en la calle Libertad, en el contorno del Mercado Central de Abastos.
En 1963, Simago había inaugurado el primer local en España, en la calle Embajadores de Madrid. En 1968 Simago ya estaba 19 ciudades. A finales de 1976, alcanzó los 50 centros por todo el país.
En aquellos años, era obligatorio pasar por sus largos pasillos de estanterías. Todo el que pasaba por Cádiz entraba en Simago. Muchos sexagenarios actuales recuerdan, por ejemplo, al mítico actor Anthony Quinn recorriendo pausadamente, con casi dos metros de estatura, la sección de música en los descansos del rodaje de Onassis.
Resistirían 23 años abiertos, hasta que en 1997 la empresa fue absorbida por la cadena francesa Continente, que se hizo con los casi 120 establecimientos Simago que quedaban. Los rebautizó primero como Champion y finalmente como Carrefour. Con esa denominación sigue el mismo inmueble con el mismo uso.
Muchos de los antiguos empleados de la primera etapa siguen en contacto a través de activos grupos en redes sociales. "Somos casi 90 personas y ya celebramos un encuentro en 2014, con motivo del 40 aniversario de la apertura", detalla Ramón Blanco, uno de los integrantes.
Sus encuentros, como el de este mes de junio en Cádiz, son ceremonias de nostalgia y recuerdo. Siempre vuelven al mismo punto, al mismo momento. Nunca antes se había visto nada igual en la ciudad.

De pronto, todo lo que se necesitaba en un hogar, de alimentación a electrónica, de perfumería a ropa, aparecía ordenado y brillante en un mismo lugar, sin tener que ir de tienda en tienda.
Todo estaba dividido en dos plantas y con otra revolución por entonces: ¡cada artículo llevaba etiqueta propia con el precio! Un ejército de dependientes, dependientas sobre todo, estaba para auxiliar en todo momento. Hasta su cafetería se convirtió en un punto de encuentro obligatorio.
El concepto comercial de grandes almacenes, aún infrecuente en España salvo por Galerías Preciados y un lejano El Corte Inglés, llegaba a toda la población con una fuerza que no se había conocido, accesible, casi universal.
Los concentrados en la conmemoración gaditana hablan de una empresa "cercana y muy humana, muy distinta a lo que suele verse ahora, todo ha cambiado mucho, los jefes y los trabajadores tenían entonces una relación muy distinta, casi familiar".
Una misa celebrada este 10 de junio en la iglesia de Santa María, en memoria de los trabajadores fallecidos, abrió 24 horas de celebración culminadas al día siguiente con un multitudinario almuerzo en el Baluarte de los Mártires del Grupo El Faro.
«Era la tienda más grande de Cádiz y aunque se hizo famoso el chascarrillo de tener peor cara que los pollos de Simago, la verdad es que ofrecía calidad en todas las secciones», recuerda Juan Carlos Álvarez con una sonrisa de melancolía.