El problema de la vivienda es criminal. El acceso a una casa digna es cada vez más complicado, no solo para los jóvenes. “Mi hijo de 8 años me ve llorar y me dice, si nos tenemos que ir todos a vivir a la calle, nos vamos, y eso es muy fuerte”. Son las palabras de Lorena Peña, una gaditana de 41 años que a mediados de mayo se vio obligada a abandonar la casa en la que llevaba viviendo de alquiler durante una década en Cádiz.
“Estuve cinco años luchando para que no me echaran. El Ayuntamiento dejó de pagar, me separé de mi marido y no podía pagar la casa, lo que me pasaba era para mis hijos. La deuda se hizo grande”, explica a lavozdelsur.es.
El 9 de mayo fue a juicio. El dueño de la casa le dijo que le perdonaba la deuda si se iba en 15 días y así fue. “Yo no podía pagar esa deuda y me fui. Fui al Ayuntamiento a compartir mi situación, pero todavía no hay ninguna solución”, comenta esta vecina que lleva, desde entonces, durmiendo con su marido en un trastero. Su hijo mayor, de 24 años, está independizado, y sus hermanos, de 13 y 8 años están residiendo temporalmente con sus tíos.

La vivienda siempre le ha supuesto un quebradero de cabeza. Antes de llegar a esta vivienda de alquiler que ha tenido que dejar, estuvo “de okupa” en la casa donde cuidaba a la dueña. “Entonces Kichi no me dejó en la calle, hizo que Procasa me buscara esa casa”, recuerda.
Lorena sufre a diario por la situación que vive. “Mi hija de 13 años sacaba buenas notas y ahora está suspendiendo. La recojo en el colegio con ansiedad”, lamenta la gaditana, que se somete a un tratamiento por depresión y ansiedad.
Vivir en un trastero, la única solución
Un trastero es la alternativa que ha encontrado para guardar todos sus electrodomésticos. “La vida de 10 años de una familia numerosa está metida en un trastero. Yo tengo que sacar cosas para meterme y dormir, y no duermo porque las cosas se quedan fuera y me da miedo que alguien se lo lleve. Y mi armario es el maletero del coche”, comparte.
De momento, pese a haber removido cielo y tierra e incluso manifestarse en la puerta del Ayuntamiento, no ha logrado una solución. “Me dicen que me busque un alquiler. No puedo pagarlo, no puedo más, ya no me sale ni la lágrima para llorar de lo que he llorado”, expresa.

A su lado, otra mujer escucha su historia. Ella sabe de lo que Lorena habla. María Rosa Delgado, de 40 años y natural de Cádiz, pese a tener trabajo, también busca un hogar donde vivir en paz con su hija de 16 años, su hermana, de 22, se encuentra fuera trabajando.
Ella reside en el albergue municipal de la calle Soledad desde hace más de dos años. “Antes estaba en una casa de alquiler, me pagaban el 90% y yo el restante. Pero hice unos cursos y me bajaron al 60% y no me lo comunicaron. Así que tenía una deuda que se fue sumando y que no podía pagar. El dueño me denunció y fui a desahucio”, detalla Rosa, que tuvo que buscar una solución in extremis.
Lo único viable que se le ocurrió fue instalarse con sus hijos en una de las muchas viviendas vacías de la ciudad. “Tenía mucha suciedad, los techos estaban fatal, tenía humedad y había nidos de cucarachas”, recuerda esta gaditana que la adecentó como pudo mientras no hallaba otro inmueble.
Un día, el deterioro de la vivienda dio definitivamente la cara y se encontró que el techo del cuarto de baño se había derrumbado. “Llamé a la Policía, vieron que la casa no estaba para vivir y precintaron la vivienda”, explica.
Con su sueldo de cocinera, unos 700 euros, pudo alquilar un pequeño trastero para guardar sus enseres. Tras el incidente, fue reubicada en el albergue, donde no pierde la esperanza de que Procasa le adjudique una vivienda “digna y baratita, equivalente a lo que gano”.
Al año y medio de estar en esta ubicación, le comunicaron que debía abandonar el lugar. Sin embargo, según explica, por su puntuación en el baremo de Procasa, el albergue decidió hacer un contrato de seis meses que ha acabado este 1 de mayo. “Esto sin perspectiva ninguna. No sé si me van a renovar ese contrato”, comenta con un hilo de voz.
Agradecidas por el apoyo de los colegios
Las familias tratan de seguir adelante sin rendirse pese a las duras circunstancias. Ambas mujeres ponen el foco en el grandísimo apoyo que están recibiendo por parte de los centros educativos donde estudian sus hijos, IES Rafael Alberti, CEIP Fermín Salvochea y CEIP Bahía. “Los colegios se están volcando con nuestros hijos. Son los únicos que nos están apoyando de verdad. Los profesores entienden la situación”, explican.
Desde la capital, abarrotada de pisos turísticos, esperan llegar a alcanzar una mejor calidad de vida. “Nos indigna que haya más de 2.700 viviendas vacías y a nosotros nos dicen que no hay nada. Y sabemos de muchas viviendas tienen la cepa antiocupa puesta y llevan años y años cerradas”, comentan.
Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2023, en Cádiz se registraron hasta 2.748 casas vacías, de las 56.479 existentes. “No pedimos que nos regalen una casa, solo que nuestros hijos tengan un techo, un alquiler que podamos pagar. Nuestros hijos están sufriendo”, sostienen estas mujeres, que ya se han manifestado en varias ocasiones y no descartan presentarse en el pleno y continuar su lucha.





