La Asociación Juniors lleva casi 30 años trabajando por los niños del barrio a los que brinda apoyo escolar, talleres creativos y, sobre todo, cariño.

Resulta raro ver las habitaciones del local de la Asociación Juniors vacías. Hasta hace unas semanas, 80 niños de la Viña pasaban toda la tarde en el local de la calle Doctor Meléndez donde esta entidad lleva décadas formando a los pequeños del barrio.

Terminado el curso escolar, las puertas de Juniors se cierran hasta septiembre que comenzarán de nuevo con sus talleres de pintura, guitarra, teatro, manualidades y el apoyo escolar, que tanta falta hace. Unas actividades totalmente gratuitas impartidas por 40 voluntarios que dan vida a esta asociación.

Aunque "gratis" no es la palabra porque sí cuestan. Cuestan el “tiempo de los voluntarios” como dice Manoli Barreiro, presidenta de la Asociación Infantil y Juvenil Juniors que destaca continuamente el trabajo de los voluntarios. “Qué manía con el concepto de gratis. Ellos nos regalan su tiempo y eso es lo más preciado”. Para Manoli “sin voluntarios no hay nada” pero “mientras que haya un niño que necesite nuestra ayuda, nosotros tenemos que estar ahí”. Y ahora manos no le faltan. Ha habido momentos –al inicio de la crisis- en los que el voluntariado desapareció de muchas asociaciones pero en Juniors se mantuvieron fieles y pudieron atender a un número mayor de niños que acudieron como consecuencia de esa crisis.

Hoy tiene voluntarios para aumentar incluso su actividad, aunque no en el barrio, porque el local no les permite crecer más. Jóvenes voluntarios de Magnífica, una asociación de San Felipe Neri, de La Caixa, de Salesianos y de la UCA, extranjeros incluidos, además de particulares que enseñan a los pequeños el valor de compartir: el tiempo, el saber y el cariño. “Tenemos un matrimonio que viene de San Fernando para ayudar a los niños con matemáticas y están encantados”.

En Juniors “caben todos los colores; somos un gran arcoiris”, dice metafóricamente Manoli para explicar que en la asociación hay niños con situaciones familiares complicadas, dado el contexto de desempleo del barrio, pero también niños que, con mayor estabilidad, también necesitan saber compartir. Y aquí eso se aprende desde que cruzas el umbral de la puerta.

"En teatro hacemos improvisaciones guiadas para que saquen lo que cada uno lleva dentro y puedan construir las bases de mejores relaciones personales"

“Mira esta mesa, nos la regalaron en Delphi; los ordenadores, algunos de La Caixa, otros de la Junta; ese mueble, de la carpintería de mi marido; el padre de uno de nuestros alumnos, nos ha pintado la sala y algunas madres vienen a limpiar”…una cadena de favores que tienen como fin común el bienestar de los pequeños. La asociación atiende a niños desde los cinco hasta los 17 años. Los voluntarios van a los colegios de la zona para tener un seguimiento con el educador y que las clases de apoyo que ellos ofrecen sean lo más efectivas posibles. Y parece que da resultado. Pero Juniors es más que eso: “es una familia, es cariño, el amigo que siempre está ahí”.

El desarrollo artístico y emocional de los pequeños es además otra de sus apuestas y en clases de teatro, por ejemplo, hacen improvisaciones guiadas para que salgan las emociones y sobre ellas construyen un emocionario colectivo. “Eso ayuda a sacar lo que cada uno lleva dentro y a construir las bases de mejores relaciones personales”, explica Manuel, el profesor. “Ellos construyen sus historias en grupo. Ellos deciden y hacen. Aprenden que el escenario es un espacio de libertad”. Eso sí, hay una norma clara: divertirse. “Eso es obligatorio”.

El conocimiento de otras realidades es otra parte fundamental del aprendizaje emocional de los chavales y ellos mismos se han convertido en monitores –acompañados por voluntarios de Juniors- de los abuelos de la Residencia de la Plaza Fragela. Toda una experiencia. “Tenemos voluntarios que han sido antes usuarios de la asociación. Siempre cuento el caso de una de nuestras niñas que hoy es maestra y voluntaria y pasó por aquí”, dice orgullosa Manoli.

Ella es alma máter de esta asociación pero siempre, siempre pone el trabajo de los voluntarios por delante. Su optimismo se contagia y tiene claro que “al final siempre hay gente buena aquí al lado”. Su ‘trabajo’ simplemente es encontrarla y hacer que la asociación funcione. “Yo estoy aquí para llamar a las puertas”. Y “cuando cuentas la verdad de lo que necesitas, siempre te las abren”. Sí se le resisten los campamentos de la Junta a los que ya no van desde hace cinco años pero está convencida de que volverán a disfrutarlos.

Porque Juniors no se limita al curso escolar sino que pretende dar una alternativa de ocio a los pequeños del barrio durante el verano. Desde hace catorce años participan de las actividades del programa municipal Un mar de actividades y hacen talleres en La Caleta. Están esperando la convocatoria de este año pero ya han disfrutado de su fiesta de fin de curso gracias al Club Caleta.

La actividad vuelve en septiembre cuando tengan una reunión con los padres y en octubre comenzarán con las clases. Manos no faltan porque el beneficio es mutuo. “La sonrisa de un niño es la satisfacción más grande que tenemos todos los voluntarios”.  

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Vanessa Perondi

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