Aunque David Monthiel (Cádiz, 1976) sea principalmente novelista y escritor de ficciones, acaba de publicar su segunda obra de no-ficción, Historias del Carnaval de Cádiz que nunca te contaron (El Paseo, 2025). Es, además, su segunda obra divulgativa sobre la fiesta gaditana, después de Historia General del Carnaval de Cádiz (El Paseo, 2021).
En esta ocasión, por encargo de su editorial, Monthiel se adentra en algunos de los episodios más desconocidos y menos estudiados sobre el Carnaval de Cádiz, intercalando pequeñas piezas en las que cuenta los orígenes de autores consagrados. En el proceso de documentación, ha ido dando con historias, testimonios, libretos, fotografías y partituras que no se habían divulgado nunca. Con el estilo y la mirada entusiasta de un descubridor, Monthiel aporta aire realmente nuevo a la historiografía del Carnaval de Cádiz. Por cierto, la obra la presentará el próximo 14 de mayo en la Biblioteca Provincial de Cádiz, de la mano del profesor Pepe Marchena.
Hay decenas de libros sobre Carnaval, hay estudios universitarios, hay documentales... ¿Todavía quedaban cosas sobre el Carnaval de Cádiz que la gente, en general, no conozca?
Quedan muchas cosas por explicar del Carnaval. Pero me parece más interesante pensar en que es necesario volver a explicar las mismas cosas. Porque mucho de lo historiado ha pecado, en demasiadas ocasiones, de cierto formalismo gaditano, de una abrumadora miopía centrada en Cádiz y de cierta cicatería a la hora de exponer y relacionar el impacto de las agrupaciones carnavalescas en la cultura popular andaluza o española y el de la cultura popular (mundial) en las agrupaciones de Carnaval y sus repertorios y tipos. Por eso, creo que hay que reescribirlo todo con un punto de vista más amplio, con más riqueza y referencias culturales, antropológicas, sociológicas, filosóficas y económicas. Aunque luego te pregunten por qué aparece Michel Foucault junto a Manolo León.
¿A quién va destinado este libro? ¿A la gente profana, o a las personas que llevan la fiesta en la sangre y se saben los estribillos de las comparsas de los últimos sesenta años?
El libro tiene el espíritu democrático de que cualquier lector o lectora pueda acercarse para conocer aspectos fundamentales o aspectos menos conocidos de una fiesta como el Carnaval de Cádiz. Es decir, para todo el mundo. Se trata de divulgar su magna historia de éxitos y curiosidades. Lo que pasa es que el Carnaval siempre tiene ese marchamo de cosa popular, bajuna, que adolece de un código restringido en los salones de la cultura. A veces lo subtitulan en la tele "porque no se entiende". Está muy marcado por el desprecio de los listos de lo que decía Pierre Bourdieu que era la distinción cultural. Es decir, no es una música que guste en los salones o en los graneros académicos. Pero de forma popular tiene un éxito aplastante. Me equivocaría si escribiera solo para quienes entienden de Carnaval. O sean de Cádiz. El público general es muy agradecido, sobre todo si tiene interés en cómo toda una ciudad se pone a cantar y a componer, hacer letras, a coser, a representar a un tipo y salir a la calle durante una semana. Porque eso es lo que hace fundamental y único al Carnaval de Cádiz; es decir, lo cambiante de las letras, lo cambiante de los tipos, la novedad absoluta todos los años.
¿Es profesión de riesgo hablar de Carnaval en Cádiz?
No es una profesión de riego porque el Carnaval tiene una aspiración democrática, amplia, popular. Hay muchísima gente que hace Carnaval, como ya he dicho antes: quien escribe cuplés para salir en la calle, quien cose disfraces o quien ensaya cuatro meses para salir en el Falla. Y mucha gente que lo vive intensamente. Hay muchas formas de entender el Carnaval y de hacer Carnaval. Estas formas, a veces, entran en conflicto, creando controversias estéticas. Ninguna de las corrientes estéticas en liza tiene razón de pleno derecho. Es decir: el estilo de tal comparsa no me gusta porque es mejor el estilo de otra. Es un debate muy vivo y hay muchas corrientes. Un debate en el que también participo con esta monografía.
¿Y los supertacañones a los que se refiere en el prólogo del libro?
Creo que, como aficionado y como divulgador, mis argumentos investigadores deben valorarse como importantes y valiosos por los aficionados y aficionadas, por los autores, por los componentes. Por la gente a la que le gusta e interesa el Carnaval. La importancia del libro la otorga quien lo lee y valora. Me parece más interesante esto que conseguir el respaldo y beneplácito por parte de los estudios del Carnaval de Cádiz. Prefiero los comentarios de los lectores y lectoras al silencio administrativo. Al final, todo lo dice Gramsci en la cita que abre el libro: "Crear una nueva cultura no significa solo hacer individualmente descubrimientos "originales"; significa también, y especialmente, difundir críticamente verdades ya descubiertas, "socializarlas", por así decirlo y convertirlas, por tanto, en base de acciones vitales, en elemento de coordinación y de orden intelectual y moral".
Uno de los capítulos habla del concepto de murga y su origen. ¿Por qué hay tanto lío con eso? ¿Por qué en Cádiz no hay concurso de murgas como ocurre en otros sitios?
Mi tesis es muy sencilla: En el año 1901 se presenta la Murga del Siglo XX, de Paco de Llames, como un coro (coro entendido a la antigua, con pocas personas), y van de músicos de murga; es decir, de músicos que tocan a las puertas de las casas para pedir dinero. Repiten en 1902. Y son contratados para actuar en Sevilla. De ahí, a Madrid y Barcelona. Estarán siete años de gira ininterrumpida. Tienen muchísimo éxito. Es una especie de boom, sobre todo en el teatro de variedades, y la murga se hace muy popular. Tanto es así que aparecen muchos imitadores. Sobre todo en Sevilla. Cada teatro quiere tener su propia murga gaditana.
Y no solo por la poca vergüenza, los temas graciosos, el cachondeo, las músicas y las pantomimas, sino también porque cambian de letras continuamente, que es una cosa muy del Carnaval de Cádiz, cambian de temas y son capaces de cantar algo que ha pasado hace un día, hace dos. Para el teatro de variedades suponen una frescura estupenda. La murga gaditana consta de varios elementos reconocibles: un director con una batuta y un atril, instrumentos falsos hechos de cartón con pitos de caña, una caja y un bombo. Llevan pasodobles serios y también cuplés-mazurcas de cachondeo con equívocos y letras un poco bordes, de pelo, y también cantan popurrís. El éxito incluso incluye a los intelectuales.
Tanto Pío Baroja como Ramón Gómez de la Serna, o el pintor Solana hacen referencias a la murga gaditana. Es gracias a la murga de Llames que, fuera de Andalucía sobre todo, empezaron a llamarse murgas a las agrupaciones de carnaval. Incluso en Tenerife y Uruguay. En Uruguay, el concepto era comparsa: agrupaciones de 80 personas, todos disfrazados de lo mismo, se cantaba a veces, y entonces llega una murga, con siete, seis componentes, cantando con instrumentos falsos, y esto triunfa. Vamos, que “murga”, como concepto carnavalesco viene del éxito de la Murga del Siglo XX de Paco de Llames.
Pero entonces, ¿en Cádiz…?
Curiosamente, aquí en Cádiz pasa lo contrario. La murga como modalidad y como modalidad concepto no cuaja, ya que es un concepto poco gaditano. Aunque existen algunas durante las primeras décadas del siglo XX en los nombres. Pero se inscriben como agrupaciones carnavalescas o comparsas. No como murgas.
¿Qué sensaciones ha tenido en el proceso de investigación para escribir este libro? ¿Qué es lo que más le ha impresionado?
El proceso de investigación ha sido estupendo, largo, exhaustivo, cansado, pero mágico. Empecé por tratar temas como los viajeros románticos, la faceta literaria de Cañamaque, la importancia del José Manuel Gómez y Emilio Rosado y un repaso a la presencia de mujeres en el Carnaval. Y entonces apareció la Murga del Siglo XX, su libreto, las partituras, las fotografías, los carteles. Un momento muy emocionante fue cuando encontré en el Memorial del Campo a la que llamo la murga de Argelès-Sur-Mer, conformada por refugiados españoles en 1940. La foto contiene todos los elementos de la murga gaditana. Supe allí de la potencia que posee el Carnaval de Cádiz para ser una herramienta de diversión en momentos tan duros, como estar exiliado en un campo de concentración después de haber pedido una guerra.
¿Qué le falta al Carnaval de Cádiz?
Pues al Carnaval de Cádiz le faltan autoras, sobre todo en el concurso. En la calle cada vez son más. Me parece fundamental que disfrutemos del punto de vista carnavalesco de las mujeres, su visión de las cosas del mundo, de la vida, del amor o la justicia. Hemos tenido a Rocío Rodríguez Sañudo, a Adela del Moral, y en la calle a Ana López Segovia, a Koki Sánchez, a Susana Ginesta, a las Coñetas… Lo mejor es que existe una generación que está enriqueciendo mucho la calle. También en el concurso, pero menos. Todavía prima esa idea de agrupación formada por mujeres pero con autor masculino. Por eso creo que faltan autoras.
¿Y qué le sobra?
Le sobra cierta importancia que la televisión le otorga a ciertos personajes o esa mentira de que las callejeras hacen tantos contratos como las del Concurso. Los de la tele argumentarán que lo hacen por dar a conocer, como labor cultural y de apoyo a la fiesta. Pero yo creo que eso ha provocado muchos equívocos. Así, creo que mucha gente foránea cree que el Carnaval es una cosa que no es. Nadie en Pernambuco puede decir cómo debe ser el Carnaval de Cádiz. El Carnaval no es ver en YouTube o en la televisión agrupaciones. En el Carnaval tienes que poner el cuerpo, en un tiempo y en un lugar carnavalesco, relacionados con la carnalidad, la noche, la ebriedad, para entender qué significa esta fiesta. Es decir, el Carnaval hay vivirlo… Se puede escuchar, vale, pero el Carnaval hay que vivirlo.


