"Voy por el buen camino hacia ninguna parte"

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Más que una entrevista, una conversación entre dos amigos, Daniel Vila y Óscar Carrera, con motivo de la publicación de este último de su libro de relatos 'La prisión evanescente'.

 

 

Octubre es un cadáver con los ojos abiertos. El otoño, más que una amenaza, parece una parodia de lo que fue. Pasamos del verano al invierno como en aquella célebre canción de Sabina. A una semana lluviosa le sucederá otra calurosa. Llegaremos al Día de Todos los Santos con gobierno póstumo y pelando castañas. El futuro ya no es lo que era.

 

Mediodía. Quedo con Óscar Carrera en la Plaza del Banco. Tomamos café mientras dilucidamos las lindes de esta entrevista. Llega sonriente. Detrás de cada respuesta, una carcajada. Llevamos años compartiendo amistad y proyectos comunes. Esta entrevista no deja de ser parte de nuestra conversación continua. Quizá, la solemnidad del medio y la trascendencia del mismo acoten espontaneidad y potencien el mensaje.

 

Jerez invita a pasear. Tras media hora de rigor y técnica, decidimos acudir a la Luna Nueva, librería de cabecera de Carrera. Saluda y es saludado. En estos días, la librería jerezana por excelencia ha puesto a la venta su libro de relatos, La prisión evanescente (Editorial Flaca). Proseguimos con la entrevista paseando hacia la catedral, inmejorable marco donde el río de nuestra conversación fluirá.

 

¿Nunca sabremos qué oculta la máscara?

 

Bueno, cada uno podrá saberlo de la suya, si se esfuerza con diligencia, pero no los demás. Para ellos, yo seguiré siendo un ciudadano español, un especialista en esta o aquella materia… Iré más lejos: un varón de una edad determinada, un genoma de un mamífero, unas coordenadas geográficas y temporales, una serie de recuerdos, palabras, vivencias... Aun cuando ya no lo sea, aun cuando haga siglos que dejé de serlo.

 

En el álbum de 1978 'Al final de este viaje', Silvio Rodríguez nos regalaba buena parte de su evangelio poético, estético y musical.  El lado B del LP se abría con 'Debo partirme en dos'. ¿Recuerdas esa canción? "Yo también canté en tonos menores./Yo también padecí de esos dolores./Yo también parecía cantar como un santo./Yo también repetí en millones de cantos" ¿El artesano debe lidiar con el binomio crítica/público?

 

Si publicar ya es un desliz perdonable, prestar oídos a los críticos rompe el desinterés hacia la obra de arte, y para mí la obra es más auténtica cuanto más desinteresada… Diré más, cuanto menos bagaje personal del autor contenga, y más se libre al juego cósmico de las combinaciones, a ese espacio exterior de arquetipos y secuencias que uno debe aprender a captar con sus antenas, simplemente, sin añadir nada propio, nada personal. Cuanto menos, mejor. Cuando entiendes cómo funciona el proceso dejas de sentirte autor de la obra y no sufres por ella. Pero reconozco que es difícil evitar la curiosidad del qué dirán. Recuerdo algunas críticas para enmarcar, especialmente una, creo que la peor que me han hecho, donde incluso se cuestionaban si Óscar Carrera, ese oscuro autor jerezano de veintipocos años, existía en el mundo real y no era un pseudónimo. Yo también me lo pregunto, desde entonces.

 

¿A qué crees que se refería Silvio con aquello de "La era está pariendo un corazón."?

 

Trataría de crear un mesías, reciclando motivos. Esa canción se la dedica al Che Guevara, y ya conoces la adoración al Sagrado Corazón de Jesús en el catolicismo.  Pero también sabes que con cada nuevo mesías de la política hay que esconder más polvo debajo de la alfombra... O pólvora.

 

¿Para ser un profesional hay que ser un hipócrita social?

 

La sociedad es tan hipócrita que quien la engaña se es fiel a sí mismo. Pero poner todas tus expectativas de vida en una carrera profesional es un error, tienen que ir en paralelo con el verdadero crecimiento, que ha de ser celestialmente ocioso. Yo hace un tiempo que decidí, ¿te acuerdas?, que ya bastaba de ser universitario, que tocaba ser universal. Que, en lugar de hacer un máster, ya era hora de hacerse un máster (risas). Y parece que voy por el buen camino hacia ninguna parte.

 

¿Por qué habita el adanismo entre nuestros contemporáneos? ¿El porcentaje de iluminados es directamente proporcional a la quijada de Caín?

 

Me gustan tus referencias bíblicas porque apuntan a la causa de esa falta de iluminados: la ausencia de tradición. Hoy nos sentamos en un trono sin espaldar y nos proponemos la ingenua tarea de crear el mundo desde cero. Nos cuesta reconocernos herederos de una serie de ideas recibidas, como el racionalismo, el escepticismo, el pensamiento crítico, el igualitarismo, ideas que se remontan, como poco, al siglo XVII. Una serie de ideas que uno no ha inventado, pero con las que fustiga a los pobrecitos de otros lugares del mundo diciendo ¡que les falta pensamiento crítico! Es de una mentecatez pasmosa. Hay dos tipos de personas: los que siguen una tradición sin cuestionarla y los que la reinventan, o, mejor dicho, reformulan. El que quiera colocarse en una tercera posición “neutral” cae inmediatamente en el saco de los primeros.

 

¿Es la soledad, como afirmaba el poeta, la ecuación de la vida moderna?

 

Es la ecuación ganadora ahora y lo ha sido siempre. Desde que naces, cada segundo que puedas sustraerle a tus circunstancias es tiempo ganado. Tanta es la cháchara mental y emocional a tu alrededor que tiendes a idealizar  las épocas en las que los hombres se iban al bosque, al desierto o a las montañas a resolver sus problemas. ¿Cómo lo van a hacer conviviendo con ellos? Nada que te dé el menor quebradero de cabeza merece quedarse.

 

¿El místico debe donar alguna gota de su sangre a la sociedad hambrienta que lo rodea?

 

Con no derramar la sangre de otros le basta. El místico de verdad se distingue porque mira al suelo cuando anda. La razón por la que los santos de antiguo volaban y levitaban no era para estar más cerca de Dios, como se dice, sino para evitar pisar las criaturillas que reptan por las baldosas.

 

¿Cuál es el refugio en la tormenta del ciudadano Carrera?

 

Como ciudadano no ando demasiado atormentado. Me da la impresión de que pertenezco a una cultura en su fase de barroquismo final, pero me he apresurado en adoptar lo valioso de las tradiciones que he conseguido rescatar.  Llevamos oyendo por megafonía el fin de Occidente, de la Historia, del Progreso, desde el siglo XIX, pero la vida sigue sin dejar atrás a quien no insiste en quedarse. Pobre de mí si siguiera lo que sucede ahora mismo en el Parlamento, o en la bolsa de Shanghái... En mi opinión, la felicidad es inversamente proporcional a la capacidad de atención.

 

¿Qué cotidianeidades enriquecen tu vida?

 

Decía Angelus Silesius, en su Peregrino Querubínico: “Muere antes de morir para que no mueras cuando tengas que morir”. Se refiere, claro está, a la muerte del yo ilusorio, a la muerte de esa dolorosa y falsa complicación que da paso a la sencillez más cotidiana, la cotidianidad de un mundo que exista por sí solo, de una totalidad sin artificios, sin particiones… Esa es la vida más rica. Lo decía también nuestra querida María Isabel: “Antes muerta que sencilla”. No hay otro camino.

 

¿Podríamos considerarte un vegetariano moderado? ¿Cuál es el secreto de un buen guacamole? ¿Nos recomiendas algún establecimiento de culto para la gastronomía local?

 

Prefiero el vegetarianismo sin sentimentalismo. Es una forma de tener presente el sufrimiento, no de hipersensibilizarse contra él. Ni creerse mejor que otros. Sé que mi bisabuela emprendía temporadas vegetarianas, quizá por la influencia de ideas naturistas en su juventud, pero lo hacía siempre con discreción, en secreto, como todo lo bueno que hacía. Una abuela mía cocinaba una famosa berza vegana que a decir de la gente le salía mejor que con carne. Sus ancestros, que por varias razones creo gitanos, trajeron esa receta sátvica, ritualmente pura, de la edad dorada de India en sus carromatos.

 

Para los días de fiesta recomiendo el Tabita’s, la pizza tradicional andaluza. Para guacamole Cantina Zapata, a la vuelta de la esquina.No sé si es un guiño al Nobel de Literatura 2016 pero Óscar Carrera viste una sorprendente camiseta verde con el bardo de Minnesota en plena orgía musical. Se deja fotografiar con ella divertido y provocador. Sorprende la polémica creada con la concesión del Nobel. Robert Zimmerman, más conocido como Bob Dylan, es el poeta americano más importante desde Walt Whitman.

 

“Con las piedras que los críticos te arrojan podrás construirte un monumento”, decía Immanuel Kant.  ¿Lo subscribes?

 

Los críticos quieren desfigurarte la cara a puñetazos, o a pedradas, para hacerla coincidir con el deforme que quieren ver en ti. Todo el que actúa con agresividad esconde una falta de autoestima. Y, como siempre en estos casos, en lugar de cambiar lo que no le gusta de sí mismo prefiere ordenar el universo entero de acuerdo con sus deseos. Pero el mundo es imprevisible y, lo que es peor, frío e indiferente, y a la primera de cambio romperá a tiro de dado el pequeño orden que tanto ha costado mantener… Y vuelta a empezar. No exagero si digo que la vida de la mayoría de las personas se desarrolla en este círculo interminable. Como un acomplejado que le pone gafas a sus espejos para que no le vean tan gordo...

 

¿Te violenta el zote que presume de su ignorancia?

 

Si un presumido es un ignorante disfrazado, y creo que lo es, presumir de chabacanería y horterada, como solemos hacer por aquí, me parece sorprendentemente congruente.

 

"Un libro es un arma cargada". ¿Exageraba Ray Bradbury?

 

Yo no sé si iría tan lejos, pero sin duda es un alma cargada.

 

"Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por aquellas que permanecen desatendidas"  ¿Crees que esta cita de Santa Teresa es aplicable al artista cuando descubre que el éxito es una horterada y que la obra de por sí puede decepcionar aunque satisfaga formalmente?

 

Esto lo hemos hablado muchas veces tú y yo. El artista de raza sólo se compara con aquel que sabe que es demasiado bueno para él. No entra en el juego de sus contemporáneos, que se le antojarán decadentes, ni por supuesto en rencillas infantiles por ocupar la primera plana. Uno sabe que nunca va a componer “Like a Rolling Stone”. Que incluso si lo hace no le va a parecer tan bueno como “Like a Rolling Stone”, porque el lazo emocional que tiene con esa canción nunca lo va a tener con una que se le cruce más tarde. Su alma está sellada. Y, sin embargo, se esforzará día y noche en componer “Like a Rolling Stone”, no por destronar a Dylan, que es imposible, sino para demostrar que la Dylanidad es universal, porque hay algo que nos dice que si eso que llaman genio no es compartible, no tiene sentido. Pregúntale a algún cantaor purista, de los mayores. Te dirá que sus maestros son insuperables, pero que el flamenquito de moda lo canta su gato por las mañanas.

 

Sé que recomiendas leer a los clásicos. ¿Sigues a García-Trevijano cuando afirma que tras el siglo XIX ninguna novela es legible? ¿Eres un lector transgénero?

 

Es cierto que el XX no es el siglo de la novela, como sí lo fue el anterior, tan influenciado por las ideas de Historia y Progreso y la narratividad implícita en ellas, que se infiltró en todo. La propia teoría de la evolución de Darwin, si lo piensas, significó convertir la Creación instantánea en una saga épica familiar. Y créeme que hasta García Márquez palidece en comparación con eso... Vale que después no hubiera un Tolstoi o un Melville, pero se hizo lo que se podía con los rescoldos, sobre todo en la primera mitad del siglo.

 

Leo menos novela que ensayo en los últimos años. Espero que no sea, como dicen por ahí que es, una fase permanente.

 

¿Por qué se confunde aforismo con poesía? ¿Vicio fruto de la red de redes?

 

Antes de tener Internet frecuentaba el formato micro: los microrrelatos, los aforismos, las sentencias… Recuerdo que en algunos de mis primeros cuentos conservados, a máquina, se notaba un deje de Iwasaki, Merino, Luis Mateo Díez, la poesía de Lovecraft… Algo del estilo. Y, ciertamente, por ahí entré a la lírica. Digamos que ambos géneros compensaban la estructura enmarañada de la narrativa con un minimalismo expresivo. Pero hoy el minimalismo consiste en  dar pedacitos de información regurgitada, todo confuso y desordenado. "Tweet", "tweet", pían los pajaritos, y la mamá regurgita la papilla...

 

En su novela Ajuste de cuentas, Benjamín Prado sentencia que "El centro del poder está en los alrededores de la política." ¿En tu opinión es así? ¿Cómo convives con las veleidades del poder?

 

Ya sabes que soy pachequista laico y que en las últimas elecciones salí a defender al lobo Bermejo, con “m” de rojo profundo. Pero todo lo hice por el cachondeo, que es el sentido último de la vida en sociedad. Votaré a quien encuentre digno de mis versos, independientemente de las ideologías, que al final se quedan en tan poca cosa… Encuentro inspiración en las figuras más variopintas, y a los demás ni los sufro ni los disfruto: son como la lluvia que te fuerza a pasar la tarde leyendo en la cama. Si no lloviera probablemente saldrías a dar una vuelta y te olvidarías de tu lectura. Gracias sean dadas a los políticos por el desencanto: por fin podemos dedicarnos a lo que realmente importa.

 

"Triste época la nuestra. Es más fácil desintegrar un átomo que superar un prejuicio" ¿Acaso se puede tener mejor ojo clínico que Albert Einstein?

 

Lo del prejuicio siempre fue difícil, lo del átomo es lo único que ha cambiado. Con todo el respeto a Einstein, tendemos a imaginar una relación directa entre nuestros medios técnicos, que sin duda ofrecen superiores posibilidades de autorrealización, y la vieja y pestilente condición humana de siempre. Lo cierto es que del avance de unos no se sigue el de la otra, y nuestro uso de la tecnología para banalidades lo demuestra cada día.

 

Llegó un momento en la historia del pensamiento occidental en el que dejamos de poner el énfasis en el perfeccionamiento individual y lo sustituimos por el cambio social: la culpa de todo la tiene el Sistema, las circunstancias. Los otros. Siempre que se ha hecho la Revolución y se ha limpiado el tablero, ¡qué casualidad!, empezamos a delirar e inventarnos enemigos imaginarios, ocultos... Y que no paren los fusilamientos. Hoy, desgraciadamente, seguimos pensando que el paraíso es una utopía política o tecnológica, pero no tenemos una teoría fuerte sobre cómo hacernos dignos de ella.

 

Nunca falta alguien que sobra. En una reunión, un conocido común me relataba cierto hecho del pasado. Digamos que te exoneraba de no sé qué conflicto grupal. En su estilo de perdonavidas, el tipo llegó a decir que usted es una especie de gurú budista. ¿Te molesta que tantos conceptos gratuitos prostituyan tu figura límpida? 

 

Me han llamado de todo. El Buda de la Asunción, Gandalf el Magnífico, Mr. Óscar Mayer… Yo mismo usaba el pseudónimo, y ahora puedo decirlo, de El Amigo Luminoso, en esa época intensa, que tú viviste, cuando me centré en estudiar el tarot, el psicoanálisis y otras terapias. Inventé las dietas “microbióticas”, que no macrobióticas, con cantidades dignas de un microbio que harían adelgazar de un plumazo a mis pacientes. También el Metaforismo: el arte de utilizar el refranero popular castellano en el momento justo, eligiendo la expresión de sabiduría milenaria destilada, capaz de inducir en ese momento el satori, la no-mente, el Despertar… Y muchas otras cosas con las que nunca pretendí ganar poder sobre los demás, ni un solo duro. Lo de gurú ya lo dejé de lado. No considero ese mi camino, pero cada cual tiene derecho a su opinión.

 

Personaje singular por excelencia, Óscar Carrera puede llegar a intimidar por toda su inteligencia, su perfil mesiánico y la inquietante sombra ocultista que reflecta su gran altura de guardián de los destierros. Creo recordar que la primera vez que oí ese nombre nebuloso salía dadivoso desde la oquedad húmeda de la juventud. Corría su legendaria sombra como eje totémico de una generación. Se intuía una figura mítica como esas cosas que nunca se alcanzan. Años después, amigos comunes loaban su inquebrantable presencia de genialidad y consonancia. Alguna noche veraniega de 2010, Carlos Domínguez Rico habría de presentármelo. Desde entonces, turbado y eclipsado por su brillo dorado, no puedo más que admirarlo.

 

“Para ganar hacen falta dos cosas: una cabeza lúcida y un par de huevos". ¿Coincides con Eddie Felson en tal viril sentencia?

 

El pequeño Eddie habría visto que en casa era papá el que ganaba las discusiones, que en clase era al profe a quien los niños tomaban en serio, que el presidente de su país era poco más que un par de huevos pegados a un careto reluciente, y se hizo esa idea de las cosas. También se puede ganar sin huevos. Incluso con la cabeza llena de pájaros.

 

¿El lobo en el monte sólo finge que descansa?

 

El lobo va a meditar al monte pero hace creer a los animales que se retira a dormir, no vaya a ser que dejen de tomarle en serio.

 

¿El inconformismo con la realidad es el motor de ignición de tu trabajo?

 

Ciertamente, pero matizándolo. La realidad en sí es perfecta, no tiene fallos, pero al aparecerse en este rincón del cosmos a veces se enquista en manifestaciones pervertidas. Cada uno tiene el derecho a ser feliz, a realizarse, a alcanzar la plenitud, a cumplir sus sueños, que no sus ambiciones. Porque las ambiciones chocan entre ellas, pero los sueños viajan en paralelo.

 

Creo en un mundo en el que el león y la gacela, ambos, sean felices. Me dirás que si la gacela es feliz el león pasa hambre, y que si el león quiere saciar su hambre la gacela tiene que perecer. Eso no tiene vuelta de hoja, pero no por ello voy a dejar de aspirar a ese otro orden de cosas. A las bacterias de esta mesa, que no podemos verlas pero están ahí, a todas y cada una de ellas, también les deseo que sean felices, que se realicen, que alcancen la plenitud, en la forma en la que la entiendan ellas. A esa mosca que revolotea por ahí también le deseo que sea feliz y alcance la plenitud, o lo que ella entienda como tal desde su experiencia del mundo, limitada como la de todos. A esa persona que escuchamos ahora conduciendo por la calle, sea del género, la etnia o la nacionalidad que sea, también le deseo la realización, de acuerdo con sus filtros culturales, su ideología, su personalidad. O que al menos tenga un buen día.

 

Y este deseo se extiende no sólo a los seres existentes, sino a todos los seres posibles. Yo creo en un día en que todos los infiernos, el cristiano, el musulmán, el hindú, el judío... estén vacios. Ni un alma. Un mundo en el que las almas en pena no existan, no porque nunca hayan existido, sino porque ahora son almas "en alegría". Un mundo en el que Madame Bovary tenga final feliz. En el que El Quijote tenga final feliz. Estamos infinitamente lejos de todo ello, pero nunca reconoceré la derrota.

 

¿Piensas en el lector tipo? ¿Cuál es la relación de Óscar Carrera con su público?

 

No sé si habrá un lector tipo para mí. Casi espero que no, porque entonces sería fácil anquilosarse en complacerle. Escribí sobre una serie de personajes que tratan de evaluar una obra, pero no se ponen de acuerdo: el autor no es consciente de todo lo que reflejó en ella, su amigo no puede evitar apoyarle, el amateur la entiende desde su experiencia, el crítico es incapaz de juzgarla sin compararla a tantas otras como conoce…  Y ni le preguntemos a su abuela. Total, que, como siempre en estos casos, llaman a Dios para que él decida. Pero Él, que ha creado el mundo, ¿cómo va a ser neutral sobre su obra? Todos somos creadores de esa fantasmagoría en la que vivimos. No hay autor, no hay público. Las cosas nacen y renacen en su contemplación.

 

¿Qué le diría el mendigo Carrera a aquellos necios que lo tachan de charlatán, de buscavidas?

 

Sólo puedo decirles que nací en un pueblo de los noventa. En un calendario litúrgico de navidades, Semana Santa y barrilás. Donde se llevaban el piercing, los pelos de punta y convertirte en un hombre de provecho. Un buen partido, un técnico de éxito con su mujer florero y sus amiguetes.  Llámame buscavidas: busco la vida, no esto.En un 2014 heroico, tras publicar con T&B Editores Malas hierbas. Historia del rock experimental, obra enciclopédica de obligada consulta para todo melómano (y que demuestra la vasta cultura musical que atesora Carrera), se decidió a dar salida a un conjunto de relatos titulado La prisión evanescente. La prisión evanescente pretendía ser una antología de cuentos que han ido apareciendo a lo largo de los años en diferentes blogs, recitales y publicaciones, con algunos 'bonus tracks' diseminados por aquí y por allá. "Al final descarté gran parte del material previo en pos de los inéditos, que ocupan más de dos tercios del libro. Los chicos de Flaca Producciones me propusieron dos proyectos, uno de literatura y otro de ensayo, que está en camino. El relato fantástico ha sido mi mayor acercamiento a la literatura. No me crié en la novela, aunque firmé una, sino con Arreola, Merino, Levrero, Borges… Creo, con este último, que su extensión se lleva mal con la transitoriedad de la existencia humana: no sólo la del lector, sino la del escritor se ve seriamente comprometida. Ninguno ha sido escrito expresamente para la ocasión (es más, hay un sueño y dos muestras –depuradas- de lo que fue escritura automática). Sin embargo, los seleccioné porque veo semejanzas y paralelismos en casi todos ellos. Los protagonistas se encuentran atrapados en situaciones, en persecuciones o lazos que siempre tienen algo de carcelario. El título de La prisión evanescente sugiere que no todas son de piedra y de alambre, también las hay de carne y hueso". Óscar Carrera estaba en la cresta de la ola y no pensaba bajarse. O, tal vez, tan pronto que casi uno pensaría que le molestara hacer gala de tanta prolijidad. Aunque con Carrera nunca se sabe si existen las excepciones o todos sus pasos son estilosos ejercicios de escapista.

 

La prisión evanescente. ¿Qué puedes contarnos de este libro de relatos y fábulas?

 

Los camaradas de Flaca me propusieron una antología de los relatos que había publicado por la web. Seleccioné unos pocos, pero aproveché para inundarlo de una diarrea mental de ensoñaciones, mitos y diarios de vidas imaginadas, todos desfilando en el patio de una prisión.

 

Publicaste en 2014 con T&B Editores Malas hierbas. ¿Cómo se fraguó esa historia del rock experimental?

 

No es una historia completa sino solamente su primera parte, que abarca de 1959 a 1979. Fue bastante espontáneo. De mis notas y papeles comencé a hacer reseñas de discos, que pasaron a ser de estilos, al final de épocas... Fue luego cuando me di cuenta de que algo así faltaba en el mercado editorial español. Tengo pendientes las otras tres, aunque de momento mis prioridades no corren por ahí.

 

En 2013 te trasladaste a París para proseguir tus estudios. ¿Qué recuerdas de esa época?

 

Fui a París buscando encontrar el verdadero Colegio de Patafísica e iniciarme en el tarot y otras ciencias con pedigrí galo. En ese momento pecaba de surrealista en una ciudad donde, nunca mejor dicho, había llovido mucho. Traté de salvar con varios actos de psicomagia a una ciudad mortalmente seria, herida de seriedad. Vivía en las afueras, pero me iba a París en cuanto sonaba el timbre: y no sólo al Louvre o a los lugares emblemáticos del malditismo y la tradición oculta, sino también a los barrios inmigrantes que me abrieron los ojos a aquello que yacía más allá de los muros mentales de nuestro pequeño continente.

 

Estuve suficiente tiempo como para que creciera en mí esa pequeña Ítaca que cultiva todo emigrado. Escuché sistemáticamente por primera vez la música española, escribí y compuse tanto que aún no sé qué hacer con todo ello y comencé mi andadura, desde la distancia, con mi actual colaborador, el señor Domínguez, y aquel loco circense al que llamaban Viceversa: el trío estático, que nos hacíamos llamar, porque los dúos dinámicos se menean demasiado. Escribía para ellos cada día impar en su Yugo Eléctrico de Alicia y, aun así, mis recuerdos son sobre todo de calles húmedas y lecturas en parques.

 

Has pasado parte de los últimos años vagando por extremo oriente. ¿Encontraste lo que fuiste a buscar?

 

Un poco de sencillez y un abandono de la voluntad al vaivén de la carretera. Ante todo buscaba eso y estudiar las aplicaciones prácticas, tanto sociales como personales, de algunas filosofías que me habían intrigado desde pequeño. Iba solo, con una pequeña mochila y en ella dos mantas, una para aislarme del suelo y otra para cubrirme. No es que desdeñara la hospitalidad de los lugareños: me alegro de haberme mezclado con locos, mendigos, putas y travestis a la vez que con aristócratas, gente bien y monjes. Hay que intentar comprender los países, las culturas, desde todos los ángulos posibles. Sin perderse en ninguno de ellos, claro.

 

He pasado un largo tiempo en el sur de Asia, con un estilo de vida que a veces cuesta imaginarse, y hay quien cuando me encuentra me dice, sorprendido, que me ve “el mismo de siempre”.  ¿Qué otra cosa podría ser? Cada momento de la vida contiene una enseñanza, cada persona, cada lugar, cada pensamiento, cada respiración. Ser capaz de descifrarlos todos conduce a la locura, pero cerrarse a todo lo que no parezca mágico o exótico, eso sí que es la verdadera locura. Yo no saldría de mi casa para eso. Mi intención siempre fue romper la barrera del exotismo, no reforzarla. Partía hacia el ancho mundo con mucha teoría pero con pocas o ninguna expectativa de que se cumpliera. Me parece una buena forma de aprender.

 

Punto y seguido. ¿Qué puede esperar el lector de Óscar Carrera a partir de ahora?

 

Mantengo una investigación a medias, que me tuvo un año de biblioteca en biblioteca. No diré el tema, pero tiene que ver con cultos paganos de la Antigüedad y su relación con el españolismo más rancio.

Sobre el autor:

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Daniel Vila

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