"La poesía, a través de su humildad de madre, nos permite dar cuenta de lo que somos por medio de las palabras"

Sandro Luna presentando el poemario 'Casa sin lugar' en la Fundación Caballero Bonald, junto a José Mateos y Josefa Parra. FOTO: MANU GARCÍA.
Sandro Luna presentando el poemario 'Casa sin lugar' en la Fundación Caballero Bonald, junto a José Mateos y Josefa Parra. FOTO: MANU GARCÍA.

Sandro Luna es catalán, de L’Hospitalet de Llobregat, pero de raíces andaluzas, ya que su padre era de Baena, según explicó José Mateos en su esbozo biográfico. Es licenciado en Filosofía por la Universidad de Barcelona, con estudios complementarios de Filología Hispánica, Filología Catalana e Historia del Arte. Es profesor de secundaria en l’Escola UTMAR d’Esplugues de Llobregat (Barcelona) donde imparte clases de Lengua y Literatura catalana e Historia del Arte. En el año 2007 fue ganador del Premio de poesía que el diario La Vanguardia concede a un único poema (“Atardecer”). En 2010 fue ganador del XXXI Premio de poesía Arcipreste de Hita con la obra ¿Estamos todos muertos? (Pre-Textos, 2010), y en 2014 fue galardonado con el Premio Antonio Oliver Belmás por Eva tendiendo la ropa (Pre-Textos, 2015). Casa sin lugar es su tercer libro publicado.

En sus palabras introductorias, José Mateos resaltó dos características de la poesía: su capacidad de reconstruir, de resistir, y su capacidad de asombro ante el mundo. “De la misma forma que una sociedad tiene necesidad de pan y techo, también tiene necesidad de unas palabras hermosas y verdaderas”. Al final de la Segunda Guerra Mundial, los aliados tuvieron muy claro que además de reconstruir las ciudades de Alemania había que reconstruir el espíritu, aclaró José Mateos. Por eso se realizó un plan para que se volviera a representar a los clásicos de la literatura, para que se volviera a escuchar poesía. Porque la palabra, el poema, tiene la capacidad de construir.

José Mateos, durante la presentación del peomario 'Casa sin lugar'. FOTO: MANU GARCÍA.

“La poesía levanta un refugio que puede salvar nuestro mundo: nos sirve para seguir resistiendo. Y esa es una de las convicciones que tiene Sandro Luna”. Lo más importante de un libro no es su estructura formal, aunque sea algo necesario. “Cuando empecé a aficionarme a la lectura de poesía, de joven, me deslumbraban los poetas por su virtuosismo formal, por sus volutas de retórica… He aprendido mucho de Quevedo, Rubén Darío, Gabriel Miró… Pero hoy prefiero, quizás por empacho o porque uno ya va más a lo esencial, un libro áspero formalmente, pero que tenga una mirada sobre el mundo piadosa y sobre todo de asombro. Y eso es lo que encontré en el libro de Sandro, una mirada de asombro ante la realidad”. Son los poetas que de verdad se quedan dentro.

Sandro Luna nos recordó que el lenguaje es la casa del ser, como decía Heidegger. Y que el único objeto de la escritura es la claridad, como decía Pascal. Si partimos de esas dos premisas, “la poesía ocupa un lugar de privilegio en tanto que se expresa, cuando está dicha a sus anchas, como una casa clara, luminosa, y sirve de faro, y aunque no tenga lugar ni una ubicación concreta, siempre se ilumina mostrando su mapa verdadero”.

Sandro leyó varios poemas para ejemplificar su concepción de la poesía y de la vida. Así pudimos comprender la génesis de su poética, su temblor, y el contexto existencial en el que ha surgido. Empezó a escribir el libro cuando su padre enfermó. “Fue una escritura rápida, muy intensa y apasionada”. En principio se iba a titular gilipolleces, reconoció Sandro, pero gracias a su mujer reflexionó y surgió Casa sin lugar, que recoge su idea de la poesía. Desde el asombro verdadero ante la existencia, el poeta habla de su padre, de su niña, de su mujer, de su abuela, y de su perro. Son los interlocutores de su escritura. 

Un momento de la presentación en la Fundación Caballero Bonald. FOTO: MANU GARCÍA.

“La poesía, a través de su humildad de madre, nos permite dar cuenta de lo que somos por medio de las palabras”. Cuando su hija le preguntó, papá, qué es la vida, Sandro respondió con un poema. “La vida es la respiración”. Cuando empezó a escribir Casa sin lugar, Sandro en realidad no tenía claro lo que estaba escribiendo, “no obstante sabía que la fuerza motriz de esos textos nacía del estómago y del corazón”. 

La muerte de su padre le hizo comprender que “la belleza de la vida está también contenida en la muerte, y que ese dolor que nos habla desde el más profundo y terrible silencio debía ser parecido al alma humana”. Y su hija insiste, papá, qué es la muerte… Y Sandro vuelve a escribir un poema… La vida se muestra como un misterio, y llegamos por azar, sin planificación, a las cosas que más nos importan.  “De una manera fortuita todo se ordena ante nosotros bajo el dictado de algo que nos excede, nos contiene y, a su vez, llevamos también dentro”. Para el poeta, escribir es un acto de gratitud ante este orden azaroso, sea lo que sea. 

YO ME CANTO A MÍ MISMO

 A Walt Whitman

Corre el aire en la hierba, por mi pecho, sencillo y misterioso. Tengo mi corazón despierto como un faro. Dentro de mí, la noche. Y todo se celebra.

Sobre el autor:

juan carlos gonzalez

Juan Carlos González

Filósofo

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