Francisco Camas, delegado municipal de Cultura, mostró su satisfacción por poder recibir en la Fundación Caballero Bonald a dos grandes escritores, José Mateos y Antonio Cáceres. En sus palabras introductorias, realizó un pequeño esbozo bibliográfico del trabajo de Antonio Cáceres. Es autor de los libros de poemas Vuelta de hoja (1992, Premio Esquío), Lagar de San Antonio (1997), Tono menor (2017) y La luz más quieta (2022). También recordó su labor como gestor cultural en la Fundación Cajasol, de la que llegó a ser director.
“No es que la poesía cambie o trasforme nada, sino que nos hace ver las cosas de una forma más verdadera”. José Mateos comenzó su presentación definiendo la poesía. Frente a las “irrealidades, tramoyas, y espejismos creados por nuestro miedo”, la poesía está aquí para recordarnos “lo insignificantes que son todas esa cosas que mueven el mundo”. Porque en el fondo de ese miedo lo único que hay es “una ceguera nuestra” que nos impide ver “el milagro de estar aquí”, reconocer que estamos por un tiempo breve y “asistir a la belleza del mundo y la aventura de vivir”. Así que no tiene sentido preguntarse por la utilidad de la poesía, “porque lo único que hace es mostrarnos la realidad tal como es, fuera de los intereses que nosotros le imponemos”. En nuestras sociedades capitalistas hay un error muy extendido. Los aplastados por la Historia no solo necesitan “agua, techo y comida”. También tienen otra necesidad tan acuciante como esas, “la necesidad de belleza y de que sus vidas tengan una aspiración trascendente, una consonancia con algo más grande que uno mismo que dé sentido a las penalidades y sacrificios”.
Según José Mateos, esa necesidad de belleza “solo se puede satisfacer a través de un arte que se olvide de las defecaciones de la posmodernidad, de las vaciedades narcisistas y las tentaciones comerciales, y se oriente hacia la esperanza y dignidad de lo humano”. Que es lo que hace La luz más quieta, el libro de Antonio Cáceres. En un ambiente cultural desolador, donde la basura lo cubre todo y “la literatura apesta a chusma que escribe, a chucherías pseudoliterarias”, de vez en cuando “asoman libros como este de Antonio Cáceres, libros que pasan en silencio y sobre los que ningún premio, suplemento o revista literaria ponen el foco, pero que consiguen lo que le pedimos al verdadero poeta, al artista verdadero, que traduzca todo lo que nos rodea a pura vida, a emoción y conciencia”.
Si la belleza, como dice Antonio Cáceres, salta cuando quiere y por sorpresa, en este libro salta a cada página, y “un poema nos sacude como un golpe de mar, como si descubriéramos el sabor de la poesía por primera vez”. José Mateos subrayó la delicadeza, el oficio y el misterio estremecido con el que está escrito este poemario. “Es uno de los libros más hermosos, intensos y emocionantes que he leído este año, un libro que apuesta por la esperanza y por la vida, y que como decía el Zaratustra de Nietzsche, nos invita a decir sí a la vida a pesar de todas sus dificultades. Nos invita a bailar como el junco en la ribera, como bailan las sábanas al viento.”
Antonio Cáceres reconoció que se sentía muy feliz por poder presentar su libro en Jerez y compartir mesa con José Mateos, al que tiene mucho que agradecer. “Rebuscando he encontrado este suplemento del Diario de Jerez, Citas, donde yo publiqué mis primeros poemas. De manera que salí al ruedo de la mano de José Mateos. Y ha sido también mi primer y último editor hasta hace poco. Tengo que agradecerle su amistad, su apoyo y su poesía…”
El autor nos explicó que el poemario consta de tres partes. La primera se titula como el libro, La luz más quieta, la segunda, La lechuza de Minerva, y la tercera, Luna peregrina. Leyó poemas de la primera parte, como Walking Dream, ¡Luz, más luz! y Estar en Babia, “que aluden a un paisaje y un tiempo de mi infancia”. Si los primeros que leyó eran trágicos o profundos, otros como Desnudo (la visita del ángel) y El mandarino nos ofrecieron un tono más alegre o desenfadado. De la segunda parte recitó El Galgo, El desembarco y Ropa tendida, entre otros. También leyó algunos versos surgidos de la escritura automática, de la tercera parte, poemas en los que el significado queda en segundo plano frente a la forma.
“Como poetas queremos dar un sentido unitario a la forma y el fondo del poema… Decía Borges que un poema debe contar algo preciso y que nos toque físicamente como la cercanía del mar. Pero en algunas ocasiones, en el equilibrio que hay en el poema, entre música y sentido, pesa más la imagen o la música que el sentido, que es lo que me ocurre con Mandala y el último del libro, Nostalgia de la tercera soledad.”
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