Dice Woody Allen que la ventaja de ser inteligente es que se puede fingir ser imbécil, mientras que al revés es imposible. Pues no, se equivocaba el neoyorquino. En 2018 prevalecerá el embuste.
Usted y yo no le robaríamos una magdalena ni a una monja. Somos gente legal. Por eso no entendemos bien las leyes del mercado. Y no me refiero al capitalismo. Como en el tango de Discépolo, "vivimos revolcaos/ en un merengue/ y en un mismo lodo/ todos manoseaos". Que el fenómeno literario de los últimos años para los menores de 40 sea el tuitero metido a escritor y lo más promocionado musicalmente sea el trap, refleja a la perfección el nivel de indigencia cultural en el que vivimos. Mercado. Quien valor de alguien es quien se pone precio. Compra y venta. Mercadeo.
Necesito comprarme un termo y una cafetera. Son necesidades imperiosas. Domésticas. Logísticas. Ufano acudo al mercado. Tiendas de barrio. Centros comerciales. Estos últimos están atestados por las rebajas de enero. Preveía buscarme unas botas antes de alcanzar febrero pero aquí me tienen buscando un termo de 0,41 litros y una cafetera italiana de las de toda la vida. Ya ven, minucias. Hay tanta gente en los mercados que me agobia. Últimamente todo es un agobio.
La rabiosa actualidad compite en idiocia con la molicie y la malicia del personal ditirambo que la consume sin parar. Reparto de actores mediocres pero bien pagados. Sicofantes en un circo digital. Trapisondistas al cuadrado. Cómicos tratando de estar a la altura de una tragedia de Sófocles. Compra y venta. Menudeo. Temporada de rebajas.
Me quedan dos neuronas funcionando a medio gas. Leo en Twitter al respetable y me asombra su sapiencia para arreglar el país, hacer alineaciones y acabar con el hambre en el mundo. Dice Woody Allen que la ventaja de ser inteligente es que se puede fingir ser imbécil, mientras que al revés es imposible. Pues no, se equivocaba el neoyorquino. En 2018 prevalecerá el embuste.
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