José Mercé se entrega a un público rendido al jerezano y que disfrutó también del virtuosismo de Arcángel y la calidad de los artistas locales Juan Castilla, María la Mónica, David Nieto y Paquito de La Isla.

Como si fuera una madrugada del Nazareno, ese al que José pedía. Así estaba La Isla anoche, que se vistió de largo para la conmemoración del 25 aniversario de la muerte de su hijo más insigne, José Monje Cruz, Camarón de La Isla. Con la Iglesia Mayor de fondo, de donde sale el Viejo en Semana Santa, el escenario esperaba la actuación de grandes artistas, con José Mercé y Arcángel a la cabeza, pero aquello terminó en una gran juerga flamenca en medio de la plaza de la Iglesia, un espectáculo nunca antes visto.

El acto, presentado por la periodista isleña Paz Santana, comenzó con el estreno del vídeo conmemorativo del veinticinco aniversario de Camarón. Un spot con el que cada rincón de San Fernando queda ya unido para siempre a la vida de Camarón. Desde los esteros y las salinas por donde corría de pequeño el gitano rubio hasta cada uno de los escenarios de su vida: su casa, la fragua y la Venta de Vargas. También el Cementerio, donde descansa pero anoche, aquel no era su lugar. Anoche él estuvo en la plaza. En cada una las imágenes que la pantalla del escenario reproducía; en cada cante; en cada acorde y, sobre todo, entre el público. Y para que no faltara nada, el levante sopló caprichoso para que la noche tuviese más sabor isleño.

Su Leyenda del tiempo revivió primero en las voces de las pequeñas del grupo Al Aire que acompañaron luego a María la Mónica en la interpretación del que se ha convertido ya en un himno por su 25 aniversario: Tacón de los Cabales, el tema compuesto por Carlos Rey y Juan Antonio Iglesias Trisko. Con la fusión prodigiosa de la guitarra flamenca y el saxofón, María y el isleño Antonio Lizana interpretaron su famosa Canastera, con un solo, al cante y al saxofón, 0de Lizana que puso al público en pie.

Fue la primera de muchas. A continuación, le tocó el turno a uno de los amigos de Camarón con los que pasó fatiguitas de esas que forjan el carácter: Paquito de La Isla que, con su voz desgarrada, defendió los cantes antiguos. Y de un compañero a un admirador que se forjó con los cantes de Camarón, Pansequito y Juanito Villar. Otra vez se levantó el público cuando el isleño Jesús Castilla comenzó cantando Como el agua, y ya se volvió loco cuando vio bailar a David Nieto. La elegancia, el control de los giros y la pasión del bailaor isleño no dejaron indiferente a nadie.

Tras ese derroche de energía llegó el primer plato fuerte de la noche. Su entrada en el escenario casi cortaba la respiración. Arcángel demostró su voz prodigiosa, el virtuosismo de su técnica y su humildad al referirse a Camarón. “Espero que donde esté se sienta orgulloso de la estela que ha dejado”. Terminó cantando por alegrías y entre gritos de los asistentes de “torero”.

De José a José

Quizá el tiempo, tan presente en la vida y obra de Camarón, también quiso jugar su papel anoche y cuando ya el fatídico día 2 había llegado a su fin, apareció José Mercé con su eterna sonrisa. Pasada la medianoche, José se sentó en la silla entre los vivas de un público completamente entregado. Su actuación era para él, para el otro José, el “mejor cantaor que ha dado el siglo XX, un artista inmenso y una persona maravillosa”.

De José a José, Mercé quiso cantar flamenco, del puro, del jondo, como hizo Camarón en sus inicios, con una soleá y una seguirilla con los que empezó. Y como si hubiera pasado un duelo, José dejó los cantes más profundos y se arrancó por alegrías. Desde el tirititran-tran ya no hubo nadie que no tocara las palmas. Y luego, por fandangos y más tarde, por bulerías. Y a esas alturas, el escenario de la plaza Iglesia se había convertido en un tablao flamenco donde José bailaba y cantaba sin micrófono. No lo necesitaba: su vozarrón llegó hasta la última esquina y el propio público se pidió silencio para no perderse detalle alguno.

Pero no le dejaron irse. Como Camarón, José ha sabido llevar el flamenco a todos los públicos, y a gritos le pedían Aire, que con el levante sonó aún mejor. La comunión con la gente fue tal que todavía tuvo tiempo de regalar su voz a capella y su baile gitano.

Él, que tuvo la suerte de convivir con Camarón dijo en el concierto que “José siempre está en su Isla”. Han pasado 25 años pero su gente de La Isla ayer no lo dejó dormir solo.

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Vanessa Perondi

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