Roberto Iniesta (Plasencia, 1962) ha fallecido. El cantante extremeño que puso en pie uno de los proyectos musicales más importantes de los 90 y los 2000 en España, Extremoduro, tenía solamente 63 años pero él mismo contaba en alguna entrevista que algunos de sus años de juventud contaban como "años de perro", es decir, por siete, como se dice popularmente.

Y es que sufrió problemas de salud en 2024, un tromboembolismo pulmonar, que obliga precipitadamente a cerrar su gira por Se nos lleva el aire, cuarto disco en solitario. Si bien esa última etapa ha sido también prolífica, lo que queda para la historia son sus años como jefe en Extremoduro.

El grupo, fundado a finales de los 80, encadenó varios discos en los años 90 que sonaron en cintas primero, en CD después y por último en los auriculares a través de aplicaciones de música. Porque Extremo consiguió adaptarse a multitud de gustos. Ritmos que siendo rock podían disfrutar quienes escuchaban pop, otros más transgresivos y hasta quienes buscaban significados en las palabras. Para oír de fiesta y en casa.

Sopayaso.

Sopayaso, La vereda de la puerta de atrás, Salir, Jesucristo García... valen para una rave y para venirse arriba antes de entrar a trabajar. Para escuchar cuando uno está triste y cuando está feliz. Ya en el final del grupo, Extremoduro dejó otro disco más conceptual, La ley innata, que volvió a reventarlo. En 2015, Iniesta comenzó con álbumes fuera de la banda, que tras tantos años sufría de malestares internos.

En estos años de estrellato, Robe fue reacio a dejarse entrevistar más que en momentos de promoción puntuales, y sin darse excesiva importancia, a menudo dando respuestas evasivas o llegando tarde. Porque su mensaje estaba en las canciones y su relación con el público estaba en el disco y en los escenarios. Sin dejar de ser en cierto sentido un hombre tímido y sensible.

Capítulo aparte de la carrera de Iniesta han sido las multitudes de colaboraciones con grupos y nombres de peso como Fito, Rosendo, Marea, Evaristo Páramos... 

Todo eso contribuyó a que Robe no fuera un artista de un sector, sino popular. En el concierto que dio en Jerez, en Chapín, en 2008 había rockeros, pijos, mayores y chavales. Para aquel año ya había conquistado varias generaciones.

 

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Pablo Fdez. Quintanilla

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