Sevilla, ciudad (mayoritariamente) conservadora. Territorio comanche para Facu Díaz y Miguel Maldonado, que de un tiempo a esta parte giran por toda España con su espectáculo No Te Metas En Política. El Cartuja Center Cite congrega a cientos de millennials (la generación nacida entre los 80 y los 2000) seguidores y seguidoras incondicionales del late night que esta dupla hizo célebre en Público TV, y que les ha valido a ambos para consolidarse como showmans, incluso para dar el salto a la televisión de la mano de Andreu Buenafuente.

Hay algo en el humor de estos dos cómicos que los hace conectar de inmediato con ese público alternativo y joven: se palpa el feeling, hablan el mismo idioma. Aunque ahora el espectáculo está más profesionalizado, la espontaneidad de los inicios permanece. Usan numerosas referencias a las redes sociales y su jerga, son abiertamente de izquierdas, se ceban con los iconos de la derecha (Pablo Casado, Javier Cárdenas, Albert Rivera o Juan José Padilla, entre otros) e improvisan con descaro y talento.

A poco de empezar el público ya está entregado. El monólogo inicial de Díaz, quizás lo mejor de la noche, arranca un espectáculo que hace un repaso por la actualidad político-social en el que no deja títere con cabeza. Le da al Partido Popular, a Ciudadanos, al PSOE, también —de un modo más amable— a Podemos. Hay chistes políticamente incorrectos sobre ETA, las drogas, el feminismo o la xenofobia. También hay autoparodia; Díaz se burla de su participación en la gala de los Goya con Pablo Iglesias. Con la entrada de Maldonado (vistiendo un fachaleco) en el segundo acto, entran a comentar las últimas noticias y comienzan algunas bromas "privadas". Esa es una de las exigencias de NTMEP; hay gags que vienen rebotados de sus programas y si el espectador no los sigue puede quedar en fuera de juego.

Maldonado y Díaz, al terminar el espectáculo

Pero la gente conoce al dedillo sus guiños y los demanda. Facu adopta un estilo más clásico de presentador-monologuista y Maldonado se deja llevar, sigue improvisando, a veces divaga. Se complementan estupendamente. El murciano interpreta su personaje estrella, Dimitri, y suelta chascarrillos que aplaude la audiencia (El Terrat no lo ha fichado por casualidad); relata anécdotas surrealistas, con un momento desternillante acerca de un caballo perdido en un rodaje de cine. Tras hora y media, llega el final con un hilarante rap sobre Carrero Blanco: "Se llama blanco de apellido y va a sentir el estallido", rapean.

Como si fuera uno de sus perversos chistes, resulta una divertida paradoja que estos dos rojos estén completando un sucedáneo del sueño americano. La broma infinita. Del humor underground en Público a llenar el Cartuja Center Cite con capacidad para 2000 personas. Les va bien, disfrutan y convencen. Y nadie les ha regalado nada.

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Alejandro López Menacho

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