El escritor Ricardo Rodríguez fue el encargado de presentar el nuevo libro de Amalia Vilches, filóloga, profesora de literatura en la UNED y amiga de Caballero Bonald desde hace muchos años. Ricardo nos habló de su trayectoria. Amalia ha llevado a cabo diferentes programas de fomento de la lectura en la escuela. Tiburones literarios, un camino para la enseñanza recibió una Mención honorífica a la investigación educativa por parte del Ministerio de Educación y Cultura. Ha realizado antologías de relatos, como Y se quedó en Al-Ándalus. Relatos para adolescentes, una reunión del cuento andaluz en los últimos años, y Qué me cuentas: antología de cuentos y guía de lectura para jóvenes, padres y profesores. Es autora de Crónicas del hombre, la primera biografía que se ha escrito sobre Fernando Quiñones. Y en el ámbito de la novela, este mismo año ha publicado La cabellera de fuego, presentada el pasado junio en la Feria del libro de Jerez, en los Claustros de Santo Domingo.

Poemas, plumas, pájaros, editado por Ediciones en Huida, es su primer libro de poemas. Ricardo nos subrayó que estamos ante una escritora sólida: “Una nueva voz poética en el panorama literario. Sin embargo, la voz que resuena en estos poemas es ya una voz madura, una voz hecha”. Destacó la elegancia expresiva, la riqueza léxica y el dominio del andamiaje estilístico de los recursos poéticos. Ricardo distingue dos tipos de poesía española: una de corte tradicionalista, clásica, donde lo que importa es lo que se dice; y otra poesía más barroca, más sugerente, menos explícita, con un vuelo más irracional, que centra su interés en las formas, en el modo en el que se dicen las cosas. Sitúa a Amalia en esta segunda línea poética, donde el lenguaje es el protagonista y se busca exprimir al máximo las posibilidades de la palabra.Ya desde el título, con el vuelo como símbolo, se manifiesta una intención de libertad poética. Aunque no es el tema central del libro, dijo Ricardo, la idea de libertad recorre de forma implícita toda la obra, de principio a fin. Desde el punto de vista formal, este poemario exhibe libertad métrica y expresiva en cada uno de sus versos, en la estela de César Vallejo, García Lorca, Rafael Alberti, poetas latinoamericanos del XX, y la Generación del 50, como Caballero Bonald. La idea de libertad se refleja en la palabra “pájaro”, un símbolo que aparece directa o indirectamente más de cuarenta veces, mediante sinónimos o términos semánticamente asociados, señaló el presentador. Así consigue que esa palabra transmita mucho más que el simple significado que aparece en el diccionario, como hizo Machado con la palabra “tarde”. Logra que obtenga un tremendo poder simbólico. Es un libro que habla del amor y del dolor, el amor como antídoto contra el dolor, contra el lado gris de la existencia, el paso del tiempo, la muerte… Es el argumento que vertebra el libro: el amor se impone siempre con su poder sanador, a esos momentos en que “el aire se entumece de cotidianos quehaceres que lo empañan”. El amor es deseo y pasión, refugio ante la hostilidad de la vida… Una poesía amorosa que entronca con la de Caballero Bonald y la de Felipe Benítez Reyes.

Según Ricardo Rodríguez, en el orden de los poemas hay una intención. En el libro hay una estructura descendiente, como en Dante, del cielo al infierno. En la primera parte se trata la plenitud amorosa, sensualidad y erotismo. En la segunda y la tercera parte, el tono se vuelve inquietante. Aparece el dolor y la memoria. El pasado y el presente se confunden. Porque la lógica del tiempo poético no coincide con la lógica del tiempo cotidiano.

Amalia Vilches, tras los agradecimientos pertinentes, nos habló del proceso de escritura. La poesía es una necesidad. Escribir un poema es purgarse, ya que la poesía tiene un poder sanador. Nos contó que el invierno pasado se encontraba triste, ya que acababa de concluir su labor docente en la UNED. La poesía le ayudó a vivir esos momentos difíciles, cuando una tiene que abandonar las aulas y a sus alumnos porque llega la hora de jubilarse. ¿Y por qué ese título? Amalia ama los pájaros. Le regalan pájaros de tela, de cerámica… Le encanta contemplar los flamencos y charrancitos en la Marisma, en Camposoto. Incluso tiene el privilegio de apreciar la belleza de las aves que se posan en su balcón en época de migraciones. “Y el amor, efectivamente, tiene un poder sanador y nos eleva por encima de todas las miserias y penurias de la vida cotidiana”. En el libro también hay solidaridad con el dolor de los que hoy sufren. En los poemas están los alumnos, los familiares que ya se han ido, el tiempo pasado,… una mirada a la vida.

Sobre el autor:

juan carlos gonzalez

Juan Carlos González

Filósofo

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