Crítica del emotivo y divertido homenaje literario que el escritor roteño Felipe Benítez Reyes ha tributado al Lazarillo de Tormes y la novela picaresca española.

"Esta vez tendrán que viajar al año 1979 a Rota y localizar a un tal Antonio Jesús Escribano Rangel -¿quién diablos es Antonio Jesús Escribano Rangel? ¿y qué ha hecho?- Ese tal Escribano Rangel se está haciendo pasar por Lázaro de Tormes y amenaza con borrarlo de la historia. Su misión será difícil. Tendrán que reconducirle por el buen camino, lograr que acabe la universidad y se convierta en un hombre de provecho. Julián, usted se convertirá en su sombra y su mejor amigo; Amelia, no hace falta decirle que desempeñará a las mil maravillas el personaje de novia estudiosa y responsable; y usted, Alonso, estará ahí para detectar a los indeseables que quieran ejercer su mala influencia sobre nuestro amigo".

Ahí queda esta modesta sugerencia para los guionistas de El ministerio del tiempo aprovechando el emotivo y divertido homenaje literario que el escritor roteño Felipe Benítez Reyes ha tributado al Lazarillo de Tormes y la novela picaresca española. Con una forma y estructura narrativas equiparables a su anterior El novio del mundo, el autor de El equipaje abierto cincela con cariño a un desnortado pícaro en las postrimerías del siglo XX, un trasunto de él mismo que se busca la vida al amparo de diferentes "amos" que le enseñarán el lado más oscuro y peligroso de la vida en la calle. Rota, Cádiz, Sevilla, Jerez y otros lugares fácilmente reconocibles serán los paisajes transitados por este buscavidas sin ninguna expectativa de futuro, preocupado sólo por el presente más inmediato y tangible.

Personajes ficticios se cruzan con otros inspirados en personas cercanas al autor y otros que salen a escena con su propio nombre y apellidos -me quedo con esa tertulia del grupo Marejada o la aparición en un bar del gran Fernando Quiñones- y, que de un modo u otro, sazonan su itinerario de aventuras a cual más disparatada y de teorías filosóficas a modo de tantas otras formas de vivir lo que nos toca.

El azar y viceversa (Destino, 2016), al igual que su padrino literario, encierra numerosas novelas dentro, tantas como las peripecias que vive su protagonista al amparo de personajes que merecerían también su propia novela, y da cuenta de una época irrepetible en la que todo -y recalco el todo- parecía posible. No se la pierdan.

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Juan Carlos Palma

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