El motivo que desencadena las huelgas de finales de verano en Jerez es la negativa por parte de los arrumbadores a trabajar con cajas de madera procedentes de otras poblaciones.

Hace ya muchos años, en el primer número de Trocadero, la revista de historia moderna y contemporánea que edita la Universidad de Cádiz, el historiador jerezano Diego Caro Cancela se interesó por la conflictividad social acaecida en Jerez los meses previos a la Huelga General Revolucionaria de 1934. Sus investigaciones elevan el número de huelgas en época republicana al doble de las recogidas en los datos del Ministerio de Trabajo —un total de 211 huelgas en la provincia— y además sitúan a Jerez como foco del sindicalismo a nivel provincial —42 de esas huelgas tienen lugar en Jerez—. Un sindicalismo, cabe recordar, casi en exclusividad anarcosindicalista; la CNT llegó a tener en 1936 nada más y nada menos que 45.323 afiliados en el conjunto de la provincia de Cádiz. No nos debe extrañar esta coyuntura en una provincia y específicamente en una comarca como el Marco de Jerez de grandes latifundios y marcada diferenciación social.

En concreto Caro Cancela hace mención a los acontecimientos que se suceden en Jerez en verano de 1934, periodo comprendido en la etapa del Bienio Radical-Cedista o Bienio Conservador. Durante esa fecha se sucede a nivel nacional una huelga de campesinos dirigida por la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra —sindicato agrícola-ganadero perteneciente a la UGT— y se padecen por parte de la izquierda política las medidas contrarreformistas del gobierno radical de Lerroux, apoyado por la CEDA. El clima de conflicto social es tal que durante ese año se suceden un total de ocho huelgas, algunas exitosas, como la de los arrumbadores a principios de febrero; tiroteos, como el ocurrido la noche del 28 de mayo entre miembros de la CNT y falangistas e incluso huelgas generales de varios días de duración.

El motivo que desencadena las huelgas de finales de verano en Jerez es la negativa por parte de los arrumbadores a trabajar con cajas de madera procedentes de otras poblaciones. La patronal —la Asociación Gremial de Exportadores de Vinos— se cierra en banda, decretando el lock-out; un hecho que produjo, sin embargo, la solidaridad de otros sectores de trabajadores en la ciudad y más tarde a lo largo de la provincia. La huelga comienza el 8 de agosto y se extiende rápidamente a todas las profesiones relacionadas con el vino en un momento próximo al comienzo de la vendimia. De esta forma y tras varias semanas de bloqueo el Gobierno a través de su gobernador civil declara de utilidad pública la cosecha de la uva en toda la provincia tal y como recoge en la edición de El Guadalete el 28 de agosto. En ese mismo periódico el gobernador civil Luis de Armiñán establece "declarada de utilidad pública la cosecha, declarada la libertad de trabajo, espero que el honrado obrero de Jerez entable conmigo y con los exportadores un diálogo de igual a igual, olvidándose de los postulados de anarquía y de fuerza que no conducen a nada".

De la misma forma en esos días el Diario de Jerez y Claridad, tal y como recalca Caro Cancela, salen en defensa de la patronal, satisfecha tras la declaración de que las bodegas debían abrir el sábado 1 de septiembre a través de un bando de la alcaldía. Ese mismo bando establecía que los trabajadores que no se incorporaran al trabajo como plazo máximo el 3 de septiembre podrían ser despedidos por los bodegueros. El falangista Julián Pemartín califica en el semanario Claridad de "restricción a la patronal" lo que los huelguistas habían ejercido, asegurando que "la intervención obrera no puede llegar hasta el extremo de prohibir que se construyan depósitos para el vino si están fabricados con determinados materiales, ni imponer la compra de las cajas construidas en determinadas casas, porque las demás están fabricadas fuera de la localidad".Pero la negativa de los trabajadores jerezanos fue firme y sólida. A su resistencia se le sumó el apoyo de numerosos trabajadores de poblaciones vecinas, como los vendimiadores de una viña de Osborne en Sanlúcar, los estibadores del puerto de Cádiz, que llegaron a boicotear el trabajo de carga y descarga de jerez, los arrumbadores, toneleros y viticultores de Chiclana y El Puerto o incluso más tarde los panaderos de San Fernando y de Cádiz, en solidaridad con los panaderos de Jerez. Los propietarios llegaron a traer a 800 esquiroles foráneos para no frustrar la vendimia. Hasta las juventudes de extrema-derecha de la CEDA —las Juventudes de Acción Popular— llegaron a ofrecerse para realizar trabajos como la recogida de basuras. En la ciudad el apoyo a esta huelga era tal que la ciudad se quedó sin periódicos el 11 de septiembre al no asistir los trabajadores de los talleres de Artes Gráficas. Ese año las fiestas de la vendimia fueron parcialmente suspendidas. El gobernador civil ante la situación de alarma comenzó con detenciones y clausuró todos los centros obreros de la ciudad.

"Una ciudad que parece muerta, sólo parece escucharse el murmullo de los que deambulan, de los que van de acá para allá, lentos en el caminar como si arrastrasen los pies". Diario de Cádiz, 15 de septiembre de 1934.

El 18 de septiembre la CNT declara la huelga general en toda la provincia, siendo ampliamente secundada, con una duración de varios días. Los incidentes se incrementan llegando a producirse tiroteos, robos, explosión de petardos e incluso la quema del coche del político radical Fermín Aranda, estacionado en la alameda de las Angustias. Tras varios días de conflictos y de huelga general, el alcalde Juan Narváez continúa con su pasividad, excusándose ante la réplica de los concejales socialistas y republicanos en los trámites que a tal efecto se estaban haciendo desde gobernación civil para controlar la situación. La huelga general, concluida el 22, continúa un día después en poblaciones como Algeciras, La Línea, Paterna o Sanlúcar.

A finales de septiembre se reúnen por fin los representantes de los arrumbadores y de la patronal con la gobernación civil de Cádiz. Sin llegar a un acuerdo tras la negación de sólo con envases producidos en Jerez, la propia patronal intenta romper la huelga proponiendo contratos individuales. Los huelguistas responden con una férrea resistencia que sin embargo se verá truncada en los días posteriores con unos sucesos de escala nacional: la entrada en el gobierno de la República de la CEDA provoca el estado de guerra. Las huelgas revolucionarias se inician en todo el país el 5 de octubre. En la provincia de Cádiz el gobernador militar toma el control, suspendiendo a todos los ayuntamientos de mayoría de izquierdas y a todos los centros obreros y progresistas. De esta forma en apenas unos días los arrumbadores jerezanos y el resto de trabajadores volverían a sus puestos de trabajo bajo un estado de excepción y un ambiente de conflicto social extendido por todo el país.

Bibliografia

V.V.A.A. (1999). El Jerez Moderno y Contemporáneo. Cádiz: Servicio de Publicaciones de la Diputación de Cádiz.

Caro Cancela, Diego (1989). Una ciudad paralizada. La huelga general del verano de 1934 en Jerez de la Frontera. Trocadero. Revista de Historia Moderna y Contemporánea. N. 1. pp. 147-160. Cádiz: Universidad de Cádiz.

Mingorrance Ruiz, José A. y Caro Cancela, Diego. (Coords.) (2015). El movimiento obrero en la historia de Jerez y su entorno (siglos XIX y XX). Cádiz: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz.

Sobre el autor:

Sebastián Chilla.

Sebastián Chilla

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

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