Juan Pedro Cosano, el abogado de las novelas: "Yo mismo me asusto al opinar, hay un pensamiento único"

El literato y jurista jerezano presenta 'El rey del Perú', un historia en las entrañas de la conquista de América de los Pizarro. "Pediremos perdón por aquello cuando lo pidan otros". La política quedó atrás: "No sé si sigo afiliado al PP"

Juan Pedro Cosano, en su despacho, durante la entrevista.
Juan Pedro Cosano, en su despacho, durante la entrevista. MANU GARCÍA

Charlar con Juan Pedro Cosano (Jerez, 1960) supone un ejercicio mental. Porque al otro lado de la mesa, en el sillón de su despacho, reflexiona sin temblar, sin necesitar fuelle ante cada respuesta. Ágil, avispado de forma evidente, con las luces que se encienden en una defensa ante un tribunal. Hay gente que necesita toda una vida para ser candidato de un partido a la alcaldía. Otros, para ser un conocido abogado de su entorno, para tratar de salvar de una condena a responsables políticos, por ejemplo. Otros, para ser novelista. También es padre. Seguramente haya plantado también un árbol, aunque no caímos en preguntarlo. Ahora presenta El rey del Perú, una exploración del mundo colombino, que edita Espasa, es decir, Planeta, el gigante español de los best sellers. Cuenta que durante el confinamiento ha sido "la persona más feliz del mundo, sé que es egoísta porque hay gente que lo ha pasado muy mal, pero ésa es mi experiencia", por estar cerca de su familia, su trabajo y sus libros. Ha releído Fortunata y Jacinta. "Hay gente que no sabe quién era Benito Pérez Galdós", recela. Lo hará en más ocasiones a lo largo de la entrevista. Crítico, humano, descreído. No sabe si está pagando aún el carné del PP de afiliado, del que fue candidato y mandamás en Jerez. Está en otras.

¿Dónde hay más cuento, en los juzgados o en las novelas?

En los juzgados. El abogado de pobres tiene esa inspiración, mucho de la realidad de los juzgados. El proceso civil de entonces se parece mucho al actual.

Supongo que hay mucho para inspirarse en las esencias del ser humano.

Nuestra profesión se parece a la medicina. En manos de los médicos está la salud. En la de los abogados, la hacienda o la libertad, muchas veces tan o más importante que la salud. Conocemos de primera mano las grandezas y las miserias humanas.

¿Le ha dado tiempo a escribir estos meses?

Llevo doscientas y pico páginas de una novela, ambientada en la época de Carlos II, el Hechizado. Los que han leído lo que he escrito dicen que va a ser mi mejor novela. Pero desde abril no he abierto el archivo, no he tenido tiempo.

¿Cómo surge El rey del Perú?

La editorial me sugiere una novela sobre Francisca Pizarro, la hija del conquistador, hija de una princesa inca, la primera mestiza. Hice dos antes y no cuajó. Así que hice al final esta novela sobre la conquista del Perú. No cabe en un libro. Es un gran periodo, hubo incluso cuatro guerras entre españoles. Me quedé con Gonzalo Pizarro, hermano de Francisco. Una noble inca nos cuenta su historia con Gonzalo, con el don de lenguas, nos cuentan las batallas en las que se derrumbó el imperio inca. Me he enamorado de aquel tiempo y de aquella civilización.

Cualquier opinión que se salga del cauce estrechísimo del pensamiento único puede suponer el hundimiento de una obra, de una persona y el señalarte para toda la vida"

¿Tenemos que pedir perdón los españoles por la conquista de América?

Yo ya tenía mi opinión y esto me lo ha refrendado. Indudablemente, en la conquista de un pueblo sobre otro existe destrucción, sangre, guerra... A nadie se le ocurre que los romanos nos pidan perdón. Sufrieron guerras. Los incas, un pueblo menos cruel que los aztecas, cuando vencían a un pueblo y resistido particularmente, como ocurrió con los chanca, el emperador exigió que se cortara las manos a todos los varones. Comparo Norteamérica con Sudamérica. Ingleses y franceses exterminaron en Norteamérica y no hubo a quien pedirle perdón. Los españoles nos mezclamos, aunque hubo sangre. Francisco Pizarro, Gonzalo Pizarro, Juan Pizarro... Todos se casaron con princesas incas, y su estirpe sigue existiendo. Nosotros creamos una nueva civilización, mezcla de dos razas. Llevamos conocimiento, la cultura latina. También llevamos lo malo. Estados Unidos y Canadá son hoy avanzadísimas. Los pueblos latinoamericanos están arrastrando aquello. Comparemos el Norte y el Sur. Las cosas malas de la mezcla.

¿Qué sería?

Entramos en terrenos pantanosos. Porque surgen incógnitas. Si mezclas la harina con otros ingredientes, no sabes qué va a surgir. En cambio, si mantienes la pureza de la harina, sabes que será blanca y con el sabor de la harina. Es lo que ha pasado, no nos engañemos. Hemos hecho otra civilización, con muchas cosas buenas pero no con la capacidad de la civilización norteamericana. No es que una sea buena y otra mala. Son diferentes, uno producto de la mezcla y otro no. Pero insisto, pediremos perdón cuando otros lo pidan. Nosotros no fuimos los que fagocitamos a los pueblos, otros lo exterminaron.

¿Ha entrado en ese terreno en la novela?

Yo hablo de la creación de un mundo nuevo, posiblemente más hermoso. Por mucho que aquellas civilizaciones estén idealizadas. También es injusto mirar el siglo XVI con los ojos del XXI. Hay que analizar en su justa medida.

¿Es el periodo más brillante de España?

Sí, cuando no se ponía el sol. España era el país hegemónico, el país más rico, pero con muchas dificultades económicas para mantener las armas en Europa, América, parte de África... Pero indudablemente fue el siglo de oro, precedente del de las Luces del XVI.

Cosano, con la novela durante su entrevista. FOTO: MANU GARCÍA

¿Y esta España, cómo la ve?

Pues está más difuminado el concepto nación, nación-Estado. Posiblemente está más el concepto Europa, más que nación individual. Tenemos un país moderno, avanzado, privilegiado, y dentro vivimos en la zona más benéfica del mundo. El Sur. Pero probablemente es el momento en el que menos libertad ha habido en el último siglo y cuarto, más censura, porque la peor es la autocensura. Hoy no se permite la diversidad de pensamiento, se exige el pensamiento único del buenismo. No se permite la discrepancia, y al mismo tiempo que es un país cómodo, adelantado, en el último quinquenio es el momento de menor libertad. Yo no viví apenas la dictadura, pero sí viví el pensamiento diverso de finales de los ochenta, que se permitía la discrepancia. Yo mismo me asusto, cuando te he dicho que entramos en terrenos pantanosos sé que cualquier opinión que se salga del cauce estrechísimo del pensamiento único puede suponer el hundimiento de una obra, de una persona y el señalarte para toda la vida. No se permite la discrepencia. Lo que es bueno o malo lo señalan unas cuantas personas, y de ahí no te puedes salir.

En la salida de Cayetana Álvarez de Toledo, hablaba ella misma de que el PP no plantea una batalla cultural ahora. 

No estoy al tanto de la política actual. Me asquean las televisiones. Veo deportes y algún informativo. Sí estoy en las redes por mandato editorial. Y Arturo Pérez Reverte ahí ha sido calificado de una determinada manera. Dice verdades como puños. Posiblemente haya dicho de forma más brillante que yo lo mismo. El problema es que la gente no lee. Se ha sustituido la carta por whastapp. Está cambiando todo. No sé a qué te refieres con revolución cultural. Pero se está perdiendo. Un chaval sabe de 5G pero no de Pizarro. Estamos viviendo una época en la que se ha ganado muchísimo. Yo decía que internet no era para trabajar, que era para entretenerse, y hoy no se concibe un despacho de abogados sin internet. A lo mejor el confinamiento ha servido para que la gente piense. Hemos retrocedido en muchas cosas.

¿Se ha infantilizado también la política en sus mensajes?

Estoy absolutamente lejos de la política. Recuerdo los políticos que conocí, los ministros, los comparo con las personas de hoy, con los ministros de hoy, con aquellos de los 90, eran ministros de verdad. Hoy los veo y digo si este es tonto. La democracia no es la aristrocracia, pero debería ser el gobierno de los mejores. Hay auténticos borricos. Me preocupa como padre, para dejar a los que vienen un país mejor. No sé si está infantilizado, pero casi siempre el mensaje es tergiversado. Me preocupa la capacidad humana y cultural de quienes hoy nos rigen.

Si hubiera sido alcalde, cualquier sabe. Lo mismo habría acabado en la cárcel"

¿Cómo ve Jerez?

No está bien. Las causas no son de ahora, son de los ochenta, cuando se derrumba el pilar de las bodegas. Eo viene propiciado por el poder local, con huelgas salvajes apoyadas. Cuando fui concejal en el 91, en el primer pleno, con 29 años, al salir me encuentro a 200 mujeres que vienen a pegarme. "¿Y usted por qué me quiere pegar?". Tuve que salir escoltado por la Policía, Antonio Fernández, el consejero del PSOE tristemente sometido a la inquisición de los ERE, salió conmigo, y yo quería salir por la puerta de delante, no por la de detrás. Todo lo que está viviendo Jerez es producto de aquello. Después de derrumbarse las bodegas no hubo alternativas. Se quiso hacer Jerez ciudad del flamenco, del caballo, del turismo, del deporte, hasta del chocolate cuando se quiso montar una fábrica. Una auténtica improvisación de los últimos 30 años. Es una ciudad de camareros.

¿Y el gobierno actual?

Hoy los ayuntamientos tienen poca importancia en la vida diaria de los ciudadanos, siendo la administración más cercana. ¿Están las calles más limpias o sucias? No lo sé. ¿Es mejor o peor? No lo sé. Yo sí llevo pleitos relacionados con el Ayuntamiento, hay formas que me gustan más, concejales que me gustan más, Paco Camas es muy amigo. Presumo que lo hacen lo mejor que pueden, con tanta deuda, sobredimensionado, una ciudad castigada judicialmente, con dos alcaldes en prisión y una tercera sometida a proceso, que aún no ha finalizado, tenemos funcionarios que no menean un papel con miedo a la fiscalía anticorrupcón. Jerez necesita agilidad. La ley es lo contrario. La Unión Europea exige esa agilidad. En la pandemia se ha vulnerado ese proceso para dar respuesta a la necesidad ciudadana. Espero que ningún fiscal se atreva a encausar a quienes han actuado así. Admiro a quien se dedica a la actividad pública, además con un sueldo de mil y pico euros cuando ganaría seguramente más en la actividad privada. No me atrevo a enjuiciar, pero sí sé que es una actividad muy sacrificada.

¿Cómo habría sido el Cosano alcalde?

Cualquiera sabe, lo mismo estaba yo en la cárcel (ríe). Es imposible de saber, tenía 29 años, era un niño malcriado, porque había conseguido lo que me había propuesto siempre, había dado el pregón de la Semana Santa con 23 años. Yo ya me veía con el bastón de mando. Y cuando me dieron aquel palo en las urnas aprendí más que en diez universidades. No sé si lo habría hecho bien o mal. Yo tonto no soy. Sí sé que hubiera trabajado mucho, que habría cambiado cosas, pero quizás peor que los que estaban. No me arrepiento de lo que pasó, de nada, aprendí muchísimo. Gané mucho en cuanto a fortaleza humana, percepción de la vida, amistades... Dejé amistades en el PP, el PSOE, en el PC. Me iba de copas con Manolo Montero, el concejal rojo. Me decían, tú qué haces con él. Es mi amigo, hombre, les decía. Tenía fama de ser un radical, de camisa azul, Fuerza Nueva y brazo en alto. Yo soy lo contrario, el más tolerante del mundo, el más moderado.

¿Sigue en el PP?

No estoy en política en ningún caso. No sé si sigo afiliado al PP o no, realmente nunca me he preocupado de darme de baja. No milito, no estoy en nada, ni en las hermandades.

Juan Pedro Cosano, retratado para la entrevista. FOTO: MANU GARCÍA

En ciertos momentos ya se piensa más en escribir.

Llevo toda la vida escribiendo. Escribo la primera en el 87, después de mi viaje de novios, en Roma. Hispania, algunos dicen que fue mi mejor novela. Era un refugio. Yo escribo por complacencia propia, pero cuando sabes que te van a leer miles de personas, te da en la vena del gusto, indudablemente.

¿Entrar en el mundo de las editoriales le ha traído cosas buenas? ¿Escribe con más o menos libertad cuando hay una esperanza comercial?

Tienes que tener el visto bueno, unos cánones de calidad, comercialidad. Tiene que ser publicado. Pero no afecta a mi libertad. Sí sé que tiene que ser amena, que la lea el gran público, que tenga alicientes... Es como el pintor que pinta un retrato, que tiene que gustar al retratado, pero no va en contra de la libertad. Gracias a esto he conocido a grandes personas, y a auténticos estúpudos, como el tal Revilla, el presidente cántabro, o el tal Jesús Cintora. Son gente monolítica. Y también a autores entrañables. Como en todo en la vida. Te da la oportunidad de conocer gente.

Dice que fue precoz para muchas cosas. ¿Habría llegado al mundillo editorial antes?

Entrar es imposible prácticamente. Es un golpe de suerte. Hispania la presenté a editoriales y nada. El abogado de pobres lo mandó un compañero a un premio, el Abogado de Planeta. Leen todo lo que les llega. Estoy encantado, pero fue un golpe de suerte. Igual que la abogacía. Soy el primero de la familia, no vengo de familia de abogados. Recuerdo que en la escuela de abogacía. El decano era Ignacio Morales Lupiáñez, y estuve en su despacho. Me cogió con Ignacio Vergara. Había quien me decía que yo no tenía padrino, que tenía que hacer oposiciones. Pero a mí me gustaba, yo leía a Perry Mason de chico y yo quería ser abogado. Un día, una compañera me pidió que le hiciera la guardia de la Comisaría de Jerez. Yo encantado, eso era dinero. ¿A quién detienen ese día? Al Cojo Manteca. Salí en todas las televisiones de España con 24 años. Me acuerdo que apestaba una barbaridad. Me hice un nombre. La suerte si no va aderezada con otras circunstancias, no vale para nada. Al final un nombre es hacer más cosas buenas que malas. He tenido momentos hermosos en la abogacía. Yo siempre digo que me gusta más un juicio largo que un crucero. He sido feliz con la toga y hoy en día puedo elegir losjuicios.

¿A qué personaje literario o histórico defendería en un juicio?

A Catilina, o a cualquier acusado de renombre de la Antigua Roma. Defendería a cualquiera, evidentemente. Leí el otro día a alguien que habría defendido a Hitler. Yo también lo hubiera defendido. Ese alguien decía que lo habría defendido siempre que se hubiera declarado culpable. Hombre, yo defender a alguien para procurarle atenuantes, como que no. Cuando uno defiende es para procurarle lo mejor. Yo sí es verdad que no defiendo ni a abusadores sexuales ni a traficantes de droga. En eso me sirvió la política. En el año 90 lo dije, que no defendería a ningún traficante. Fui yo mismo el que me lo dije. No me gustaba ese mundo. Fue una excusa que me puse, la política. Yo defendí a muchos en los años 80. Daba mucho dinero. Pero era algo absolutamente asqueroso. Circunstancias y personas asquerosas. Y fue una gran renuncia, dejaba mucho dinero.

Sobre el autor:

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Pablo Fdez. Quintanilla

Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

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