El artista que puso el alma frente a sus ojos

El Teatro Villamarta acoge una gala homenaje a Manolo Sanlúcar donde, un elenco que difícilmente se puede unir hoy en día, rinde honores a uno de los artistas más importantes del último siglo en España

El Teatro Villamarta acogía el pasado martes 25 de abril la gala homenaje a Manolo Sanlúcar, donde se dieron cita los artistas flamencos mas importantes del momento.
El Teatro Villamarta acogía el pasado martes 25 de abril la gala homenaje a Manolo Sanlúcar, donde se dieron cita los artistas flamencos mas importantes del momento. MANU GARCÍA

Al igual que los homenajes, este texto llega tarde. Pero no por ello deja de ser importante. Aunque haya pasado casi una semana. Mucho se habla actualmente de lo previo. De los antes. Pero muy poco de lo que se ofrece. De los durantes. Que en esta ocasión fueron mucho y muy bueno. Pocas veces se disfruta de un elenco de tanto nivel en una misma gala. No sobraba nadie. Bueno, sí. Una parte del público. Irrespetuosa, bulliciosa y charlatana. Y sí que nos faltaron algunos. Las cosas de las cosas que diría Rafaé.

La Junta de Andalucía puso el hurdó de lo que iba a ocurrir en el escenario. Y seguro que de más de una y de dos butacas. No descubrimos nada nuevo. Con billetes en la taquilla, Jerez acogía el pasado martes 25 de abril el homenaje a Manuel Muñóz Alcón Manolo Sanlúcar (Sanlúcar de Barrameda, 1943 – Jerez, 2022) en el Teatro Villamarta. Al lío.

Con José Manuel Suárez Japón ubicando al espectador dentro del universo del músico, teórico, escritor, poeta y guitarrista sanluqueño, que discurre “entre Pastora Pavón y Pitágoras de Samos, que lejanos y que próximos en su obra”, se iniciaba este homenaje que llevaba por título El pesimismo de la razón. El optimismo de la voluntad en el que quedaba claro que Manolo Sanlúcar era un personaje singular, hasta tal punto que “orientó en los últimos años de su vida a dos objetivos: dejarnos como legado su extraordinaria experiencia y, por otro lado, su propia visión de Andalucía”.

De este modo, con la obra cumbre para cualquier guitarrista como es la rondeña, se daba inicio a la noche. Oración. Casi nada. Hasta enlatada. Cristina Hoyos embutida en una negra bata de cola abre la cita. Otro lujazo. Cual muñeca de una caja de música, con sutilidad y elegancia rinde pleitesía a Manolo en el cierre. Magnífico interludio para que Rafael Riqueni, Juan Carlos Romero y José Antonio Rodríguez mantengan el hilo y la emoción con Nacencia. ¿Hemos dicho algo? Un mismo maestro. Tres distintas pulsaciones. Un mismo sentimiento. Tres distintas visiones. Que grande fue Manolo enseñando. Y, además, sin clonar.

“Si yo pudiera conocer mi alma, metería la mano en sus entrañas y me la arrancaría cuajo, a ver si poniéndola ante mis ojos encontraba esa condición que sólo me sirve de amargura” comenzaba diciendo Antonio Dechent en el transcurso de acto creativo, mientras cruzaba el escenario. El pensamiento que atormentó durante toda su vida a Manolo Sanlúcar fue el encargado de poner en situación al público como mantenedor de cada uno de los actos. Un pensamiento donde a veces aparecían “destellos de una luz" que conmovian al artista homenajeado, aparentando ser "una respuesta que sólo sirve hasta que el uso la desgaste, como un viejo zapato al que nos une la ternura por los servicios prestados”.

Rotunda e imperial La Macanita coge el relevo. Por martinentes. De fragua y yunque. Como si saliera de ‘la casa de los Juane’ en la Estancia Barrera en busca de carbón y leña seca. Con las orejas en el esportón en este primer lance, torea de muleta. La Macanita tiene almibar en la voz. Por ella no parece pasar el tiempo. Y menos con el Valencia en la bajañí y Los Mellis con el soniquete.

Con la Farruca del Desconsuelo (Anartista, 2012) de José Antonio Rodríguez llegaba la primera intervención de la noche fuera de Tauromagia y de la autoría del homenajeado, antes de que el Viejo atardecer ejecutado por Antonio Dechent nos dejara “serenamente en paz”, para que la vida que le quedaba a este espectáculo tuviera continuidad con otra pieza de producción propia. Las manos de Rafael Riqueni nos llevaban en vonlandas con la Soleá de los Llanos. El sevillano conseguía mantener la emoción de la noche, emandando de su guitarra más notas de las que cualquier corazón humano es capaz de soportar.

Y como no sólo de cante, toque y teatro iba la noche, sino que la danza iba a tener mucho que decir, la primera de las entregas tenía a dos artistas de absoluta referencia como protagonistas: Eva Yerbabuena y Merche Esmeralda. Juntas, pero no revueltas, las piezas Soledad y Conjuro de la obra Medea tomaron cuerpo y forma en el escenario con la música en directo de la Orquesta Sinfónica de Triana. “Bien Eva; bien Merche” jaleaba El Gómez dictando sentencia, para dejar paso a que Antonio Dechent retomara el pulso a la noche cruzando el ecuador del homenaje disertando sobre la Escuela.

Una hora había pasado desde que se alzara el telón sin caer en intensidad el espectáculo y todavía faltaba casi lo mejor. Con Juan Carlos Romero, José Antonio Rodríguez y David Carmona al toque y Tino di Geraldo y Paquito González en las percusiones, la partitura de Maestranza transformó al Teatro Villamarta en el coso sevillano, a quien posteriormente Diego Carrasco le dio ritmo de trabilitrán al Pregón de Aleph de Bronce e hiciera lo propio Juan Carlos Romero con su Campana del Alosno (Romero, 2004) acompañándose en esta ocasión de la voz de Carmen Molina y la OST, para estos fandangos de Huelva de cosecha propia.

Disertando sobre el arte y la materia Antonio Dechent nos mostraba el inicio del final del sendero que se recorría la noche en la que Manolo Sanlúcar, de forma directa e indirecta, capitalizaba lo que ocurría en el Teatro Villamarta y sostenía que “la ignorancia cierra las puertas del conocimiento” y que “el arte se manifiesta a través de su naturaleza humana”, así como que las obras deben interpretarse “como las interpretamos en sueños”. Unos sueños, por otra parte, que se hicieron realidad en el proscenio en las manos de Borja Évora y la voz de Pasión Vega recordando los pasajes de La Gallarda, además de la Bulería del Mixolidio (Un sueño de locura, 2017), con la que David Carmona precedía uno de los momentos más importantes de la noche.

Una vez acabada la pieza del tocaor granaíno, a quien Manolo Sanlúcar consideraba “el referente del futuro de la guitarra”, hacía acto de presencia Carmen Linares para sentar cátedra cantaora con los versos lorquianos de La gacela de amor desesperada y El poeta pide a su amor que le escriba. Imperial. Así. Sin más. Un lujo que pudiera estar. Un lujo poderla escuchar. Algunos aún se arrepienten cuando durante la pandemia estuvo en Jerez y por aquello del coronavirus no había más de un centenar de personas en el patio de butacas.

Hora y media larga de homenaje y, saliéndose de sus registros habituales, Farruquito y Pastora Galván se tornaron en Jasón y Medea para dar vida al pasaje Seducción, dejando el flamenco de forma tangencial a un lado y centrarse en los personajes para los que Manolo Sanlúcar creara esta obra que ha pasado por derecho propio a tener reservado un lugar en el altar del Ballet Nacional de España, como preludio a otro momento con lo que de nuevo subía la temperatura del Villamarta: Jesús Méndez con Manuel Valencia, de nuevo juntos, tiraban del carro de los tangos Maletilla y Gitanita para dejar que se abriera la Puerta del Príncipe que coronaba este homenaje al que pusieron epílogo Antonio Dechent clausurando los pasajes teatrales y Carmen Molina, con todos en el escenario, cantando el himno oficioso de Andalucía que crease el maestro sanluqueño.

De este modo, bajo la dirección del onubense Juan Carlos Romero, durante las dos horas de gala homenaje se elaboró un programa en el que se recorrían las aportaciones más importantes de Manolo Sanlúcar, con especial incidencia en dos obras fundamentales de Manolo Sanlúcar: Tauromagia y Medea, si bien tampoco quedaron atrás aspectos como su vertiente docente, su capacidad creativa y literaria y, sobre todo, algo fundamental para las generaciones futuras: su pensamiento y opinión acerca del mundo de las artes. Y es que Manolo Sanlúcar es mucho más que un simple artista flamenco que ha pasado a la historia de la música. Tanto más, que quizás aún hoy en día no seamos conscientes de la dimensión de con quien hemos compartido espacio y tiempo. Dicen que los homenajes llegan tarde. Este quizás también llegó a destiempo. Como estas letras. Pero ahí quedan. Por si ustedes gustan de leer hoy, mañana o cuando quieran.

Sobre el autor:

David Montes

David Montes

Comunicador, flamencólogo.

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