Don Emilio Castelar, que había nacido en la casa n.º 1 de la Plaza de Candelaria, y que en 1873 ocupaba el cargo de Presidente de la República, parece que envió un telegrama a Fermín Salvochea, conminándole a que el convento de la Candelaria no fuese derribado.

El convento y su iglesia se encontraban en muy mal estado de conservación, y fue finalmente derribado. Como consecuencia, sobre sus espacios, Cayetano Santolaya diseñó la Plaza de Candelaria.
Curiosa paradoja la de esta escultura: en caso de ser cierta, el homenajeado terminó en el centro de una plaza que no quería que existiera.
En 1869, la pequeña plazuela existente frente a su casa natal recibió la denominación de Plaza de Castelar, alternando su nombre desde entonces con el de Plaza de Candelaria en diversos períodos.
Desde el 30 de septiembre de 1869 se llamó Plaza de Castelar a la plazuela, confirmándose la denominación en la Primera República. El Ayuntamiento reclamó el solar del convento e iglesia en ruinas. En 1880, el alcalde Morales Borrego compró el solar al Obispado por 60.000 pesetas. Antes, en 1874, Cayetano Santolalla proyectó un espacio trapezoidal con arbolado, parterres, paseo, bancos y una fuente central. En el solar se ubicaron entre 1881-82 el Circo Ecuestre y el Circo Gaditano, transformado luego en teatro; la plaza comenzó a ajardinarse en 1884.
El conjunto escultórico siempre ha permanecido en su ubicación original, y eso que en Cádiz nos gusta mover y trasladar los monumentos.
Antonio L. Muñoz Galán afirma sobre esta obra y su escultor: “Y esto es lo que logra Eduardo Barrón en su obra sobre Emilio Castelar: retratar la oratoria, la persuasión, el valor del discurso político, el sentido de la democracia…”

El monumento a Emilio Castelar fue erigido a iniciativa de Luis José Gómez de Aramburu, alcalde de Cádiz, quien también promovió la colocación de la lápida conmemorativa, indicando la casa natal en el n.º 1 de la Plaza de Candelaria del político, nacido el 7 de septiembre de 1832, su familia de origen levantino y liberal se hallaba temporalmente desterrada en Cádiz.

Don Emilio Castelar Ripoll (1832-1899), escritor, periodista, orador, y académico, estudió derecho y filosofía; fue Catedrático de la Universidad Central, republicano moderado y unitario, Ministro de Estado, Presidente del Congreso y cuarto Presidente de la Primera República, entre 9/1873 y 1/1874.
El monumento es obra del zamorano Eduardo Barrón González (1858-1911), quien se formó en la Escuela Especial de Pintura y Escultura de Madrid y en el estudio de la escultura clásica y renacentista italiana. Fue conservador y restaurador del Museo del Prado. La obra fue fundida por T. Arias.

Realizada en bronce y de dos metros de altura, la estatua representa al político y orador de pie, con el brazo derecho en alto, en el momento de dar un discurso. La mano izquierda cerrada sostiene quizás el escrito del mismo; los pies están fijados al suelo y la pierna izquierda está adelantada.
Un artístico pedestal de piedra blanca y base cuadrangular, está dividido en varios cuerpos, con predominio de líneas rectas y una combinación de zonas pulidas y rugosas. Sirve de soporte a la estatua de Castelar, y en su frente lleva la placa conmemorativa de bronce, también obra de Eduardo Barrón.

Además de la placa principal en el pedestal, en 1932 se adosaron a los lados otras dos: una conmemorativa del centenario del nacimiento de Emilio Castelar, homenaje del primer Ayuntamiento de la Segunda República, y otra erigida, en su homenaje, por los cónsules Iberoamericanos acreditados en Cádiz.

El monumento fue inaugurado el 5 de octubre de 1906. Está orientado hacia el lateral donde se ubica su casa natal. Es el primer monumento erigido en España en honor de Emilio Castelar, ya que el grandioso conjunto escultórico de Madrid, obra de Mariano Benlliure, es posterior, de 1908.



