Un lunes para la eternidad

María Vargas, un mes antes de recibir la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, regala un recital inolvidable de cante de otra época en la intimidad de Villavicencio, en el 24 Festival de Jerez

Captura de pantalla 2020-03-02 a las 22.11.03
Captura de pantalla 2020-03-02 a las 22.11.03

Se llama María Vargas Fernández, nació en Sanlúcar, artísticamente se crio en Jerez y ahora tiene casi 73 años. Aprendió a cantar de chica, sin darse cuenta, de escuchar a su abuelo y a su padre. Siempre con sus gallos ingleses, a su padre le resonaba la voz cuando giraba la esquina de la calle llegando a casa. Ella le oía impactada por unos ecos cuyo significado desconocía. La fuerza atávica del cante sigue siendo el mismo misterio en sus tripas o cuando se da un golpe en el pecho para seguir hurgando en el abismo de lo jondo. Fue Juan Talega el que dijo a María que, aunque antes que ella saliera a cantar su mismísimo padre, nunca dejara de hacer el cante por seguiriyas. Ha llovido mucho desde aquello, pero no ha dejado de hacerlo. Y menos mal.

María se hizo profesional de adolescente, casi consagrada al empezar, partió de la mano de Caracol a Los Canasteros, en Madrid, y vivió una edad de oro del flamenco que es imposible que regrese, como se perdieron restos arqueológicos, se quemaron libros secretos, y se derrumbaron monumentos sagrados. Su llama menguó, pero el fuego no se extinguió. Por suerte, nos queda su voz en vivo en plenitud de facultades. Cante de otro siglo en pleno siglo XXI. Y nos queda María por seguiriyas a pleno pulmón. Un grito que conecta con el pasado, con otra época, con otro contexto, con otra pureza. Un quejío medular, un paladeo pausado, espontáneo a veces, de cante olvidado. Un ayeo que pesa como una losa. Un cante catedralicio.

La artista sanluqueña, en el 24 Festival de Jerez. FOTO: JUAN CARLOS TORO

Un mes antes de recibir en el teatro Gayarre de Pamplona la Medalla de Oro a las Bellas Artes, María Vargas ha ofrecido un recital inolvidable, dentro del 24 Festival de Jerez, como apertura de los recitales íntimos del ciclo Los conciertos de Palacio. A un centenar de privilegiados asistentes, la artista sanluqueña les ha hecho cuesta abajo esta tarde de lunes gris de primeros de marzo. Una hora de recital por derecho en el salón noble de Villavicencio, dentro del Alcázar de Jerez, como un buen trago de fino en rama, salvaje, sin más amplificación que la garganta de la cantaora y el pulso preciso del tocaor, esa guitarra vieja en manos del joven jerezano Miguel Salado.

https://youtu.be/MC3AydqAHeE

La reverberación de Vargas ha encontrado un acompañamiento a la altura en las cuerdas de un guitarrista experto en la suerte de escoltar el cante, pero largo en musicalidad con unas falsetas (maravilla en los tientos-tangos) que han sonado a gloria. La cantaora ha ido al tuétano, a la emoción y la fibra una y otra vez. Ha desfilado por el salón del Palacio barroco hasta alcanzar el escenario, de negro solemne, ha colocado su mantón sobre la silla y ha apretado los puños para parar el tiempo por tonás, martinetes de Jerez a Triana. La romera que inmortalizó en uno de sus muchos discos con Manolo Sanlúcar ha dado continuidad, en un contrapunto más liviano, al recital, pero rápidamente ha ido acelerando de las soleares (desde Torre y Talega hasta Isabelita de Jerez y La Paquera) al negro y hondo cénit por seguiriyas.

Vargas y Salado, en pleno directo. FOTO: JUAN CARLOS TORO

Secándose la frente con un pañuelo por el sudor que provocaban los dos focos, María Vargas ha acudido al Viejo de la Isla para transportarnos en un flashback a unos paisajes de la memoria que no conocimos, ha sobrecogido con su verdad cantaora, y ha demostrado, con el sello de su estirpe, una afinación y una fuerza vocal ajena al común de los mortales con esa edad. La cantaora no habló mucho porque se le venía el tiempo encima. Aseguró estar un poquito nerviosa porque hacía mucho que no cantaba en Jerez, “aunque sé que aquí me quieren mucho, tengo mucha responsabilidad. Espero que me coja bien…”.

Ese al filo de lo imposible de aquellos cantes antiguos ha estado flotando en Villavicencio. Pero ha salido tan airosa que ha acabado gustándose por tientos tangos de Pastora, conectados con tres fandangazos y rematados con una tanda de bulerías con la que ha dado la impresión de no querer marcharse del escenario. En un éxtasis permanente con un público al que será muy difícil que vuelvan a agarrarle el estómago como lo ha hecho María Vargas esta tarde de un lunes cualquiera. Un lunes para la eternidad.

Sobre el autor:

Paco_Sanchez_Mugica.jpg.200x200_q100_box-190,0,950,760_crop_detail

Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

...saber más sobre el autor

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído