'Sketches of' Manuela

Manuela Carpio ha presentado el estreno absoluto de 'La fuente de mi inspiración', una obra repleta de artistas que prometía oler a Morón, Sevilla y Jerez

Sketches of Manuela. En la imagen, Manuel Carpio junto a Juan José Amador en 'La fuente de mi inspiración'.
Sketches of Manuela. En la imagen, Manuel Carpio junto a Juan José Amador en 'La fuente de mi inspiración'. MANU GARCÍA

El espectáculo de Manuela Carpio, ya lo dice el título, era una “fuente de inspiración”, un totum revolutum de artistas con los que la bailaora ha crecido fuera y dentro de los escenarios. El punto de partida prometía todo lo que un público con ganas de “flamenco de raíz” puede esperar, con un argumentario que aludía a las fiestas de La Plazuela, con patios de vecinos, geranios, jazmines y gitanas. El “ritual de la fiesta”, que lo llama Manuela. Para esta regresión a su niñez se ha rodeado de un elenco de primer nivel, con cantaores como Juan José Amador, Miguel Lavi, Manuel Tañé y Enrique 'El Extremeño' y el baile de Gema Moneo, Farruca y Joaquín Grilo. Con esta premisa y este plantel de artistas, había muchas opciones de tocar la fibra sensible a base de golpes de emoción. Sin embargo, a veces, ni todo el arte del barrio de San Miguel es suficiente para que, llevado a las tablas del Villamarta, funcione.

Tres molduras antiguas a través de las cuales iban “colándose” las inspiraciones de la artista, han servido como escenografía durante toda la representación. Dos a los lados y una en medio, más alta, sobre un pedestal. Por el primer marcó apareció Gema Moneo, premio Artista Revelación 2018, que arrancó con fuerza el espectáculo, yendo directa a la yugular, sin preámbulos ni concesiones al silencio. La bailaora jerezana supo sentar las directrices de esta fiesta resolviendo con bastante acierto la primera parte del espectáculo. En la segunda, entró Farruca, y por último, tras media hora de función, aparecía Manuela Carpio junto a Joaquín Grilo. En ningún momento ha faltado el acompañamiento de la guitarra, el cante y las palmas. Un espectáculo tan sumamente coral, que se perdía continuamente entre pieza y pieza. 

No hacen falta dramaturgias profundas ni exploraciones corporales intensas, a veces, el baile llama al baile y los artistas y el público desean dejarse llevar. Recuerdo aquel espectáculo sencillo de Concha Jareño, un recital flamenco sin mayores pretensiones pero tan bien llevado por la madrileña que consiguió conquistar al público y, por supuesto, a los cientos de cursillistas que vieron en este recital una exhibición maestra de palos, técnicas y capacidad interpretativa. Por eso, con la premisa de la inspiración y la fiesta flamenca, Manuela podría haber hecho no más, pero sí mejor. No hacía falta más emoción ni más talento, de eso andan sobrados, simplemente hacía falta que un momento épico, como es un fin de fiesta jerezano, estuviera a la altura de la circunstancia. 

Los fallos técnicos en algunos detalles han salpicado el espectáculo, que hasta en momento álgido, como el fin de una soleá, se ha visto roto por la aparición de un ayudante que debía instalar una lona sobre el marco, para que luego se proyectara una foto de Juanillorro con la que Manuel Carpio ha interactuado, en un ejercicio demasiado previsible. 

Joaquín Grilo brilla como siempre, y es que el bailaor jerezano imprime como nadie su sello, jugando con su cuerpo como le da la gana e introduciendo sus ya célebres gags, tan gráciles y genuinos que resultan admirables, por mucho que los repita y el público espere impaciente a que se coja la chaqueta y arquee las piernas. 

Ha sucedido un momento en la recta final especialmente destacable, cuando Iván de la Manuela, un asiduo en tabancos como El Pasaje o El Rincón del Chiri de Santiago, ha ocupado (y llenado) el escenario con su voz. Parece que el cantaor hubiera llegado sigiloso, pero en los pocos minutos que ha estado ahí arriba, ha conquistado un terreno, el teatral, que le ha sentado bien, a él y al espectáculo.

La fuente de mi inspiración podría haber sido una obra de referencias, no solo una reunión de amigos, sino un verdadero motor de creación basado en los patios de vecinos y en la amistad artística, pero en algún momento, se ha quedado más en un simple tiempo y espacio compartido por afines, cada uno con genio y talento a raudales, pero sin dar el salto definitivo para convertir la admiración y el recuerdo en espectáculo. A veces, para un fin de fiesta vibrante, improvisado y emocional, también hace falta dotarlo de sentido para que llegue a conectar con el público. El público se merecía que este fin terminara con regusto a eternidad. 

Sobre el autor:

Valeria Reyes

Valeria Reyes Soto

Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla y máster en Gestión Cultural por la Universidad Carlos III de Madrid, ha trabajado en la gestión y comunicación de proyectos como el Festival de Cine Africano de Tarifa-Tánger, la Feria del Libro de Sevilla, el Festival de Jerez o el Festival de Cine Europeo de Sevilla; en espacios como la librería Caótica y en proyectos como Luces de barrio. Con especial interés por los programas que unen diferentes puntos de la cultura a través del encuentro, la investigación y la mediación, así como plena vocación por el mundo editorial, librero y literario.

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