bohemiens_en_marche_de_alfred_dehodencq_1860
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Las primeras referencias datan del siglo XV.

Las primeras referencias que constan de los gitanos tanto en España como en Jerez datan del siglo XV. Es, sin embargo, en el siglo XVIII cuando empiezan a ser más numerosas las familias gitanas en Jerez. El pueblo gitano vive en Jerez un auténtico proceso de simbiosis cultural que prácticamente hace desaparecer la línea de lo gitano y lo no gitano en la ciudad, poniéndola como ejemplo de integración.

Sobre las primeras referencias a los gitanos en Jerez dicen investigadores como Juan de la Plata o el propio flamencólogo e investigador José María Castaño en su obra De Jerez y sus cantes que son relativas especialmente a sus oficios: herradores de bestias (1524), vendedores de tripas y menudos (1541), caldereros (1567), canasteros (1587), herreros que colaboraban con el ejército haciendo balas de cañón (1596), corredores de ganado o  incluso vendedores ambulantes de ropas y varios (1614). La persecución de estas familias gitanas fue, desde época de los Reyes Católicos, continuada en el tiempo. Los episodios más dramáticos corresponden a la Prisión General de Gitanos, también llamada Gran Redada, del año 1749, organizada por el Marqués de Ensenada y autorizada por Fernando VI. El fin de esta operación era la exterminación biológica del pueblo gitano en España. Algo que, afortunadamente, no tuvo lugar.

Es precisamente en este periodo –el siglo XVIII- cuando es más numerosa la instalación de familias gitanas en Jerez. Ante la elección de Jerez como destino, José María Castaño apunta a dos razones principales: la necesidad de una mano de obra que encaja a la perfección con los perfiles laborales del pueblo gitano (trabajadores para las faenas del campo, la fragua y las ferias) y, por otra parte, la buena acogida de sus vecinos no gitanos, característica reconocida internacionalmente a Jerez, donde precisamente —y el autor cree que es debido a este motivo— la Gran Redada de 1749 no fue igual. Los barrios de San Miguel, Santiago y San Pedro –conocido popularmente como la Albarizuela- fueron las principales zonas de la ciudad en las que se instalaron. Unos datos, cabe recalcar, que empiezan a estar bien documentados tras la inscripción en un padrón general confeccionado como resultado de la Pragmática Sanción con rango de Ley promulgada por Carlos III el 19 de septiembre de 1783, que pretendía regularizar su situación en el conjunto del país. Las inscripciones –tras el auto del 6 de octubre- se realizaron los 7, 8, 10, 11, 13 y 14 de dicho mes. Este censo concreta un total de 389 gitanos en la ciudad (Cantón, M. & otros., 2004: 52-53), si bien contrastar estas cifras es muy complejo (Royo, J., 2013: 80).

Estos datos cuantifican numerosos apellidos de familias gitanas jerezanas –Vargas, Monge, Moreno, Campos, Zarzana, Montoya, Méndez, etc.- y una relación de domicilios que para José María Castaño es significativa: los gitanos de Jerez no estaban hacinados, sino que a pesar de haber tres grandes focos, aparecen bastante diseminados por las calles de esos mismos barrios, teniendo además presencia en todas las zonas de la ciudad. En esta línea son interesantes las puntualizaciones que señalan la presencia de numerosos gitanos en el citado barrio de la Albarizuela o en la conocida zona de La Plazuela, en torno a las que fueron las playas de San Telmo, ambas zonas dependientes de la diócesis de San Miguel. Y por supuesto la vinculación de estos últimos con los oficios marineros vinculados al pescado junto a la fragua, más común todavía en el barrio de Santiago. En general son estos oficios -especialmente la fragua- junto a los trabajos de la campiña jerezana los más habituales.

Esta vinculación de los gitanos de Jerez a oficios como la fragua o las tareas en el campo y la viña es para muchos investigadores la principal explicación histórico-estructural a su buena integración (Royo, J., 2013: 81), ya que desempeñaron desde un primer momento estas tareas, además en puestos de confianza (Cantón & otros, 2004: 107-108). Una idea que comparten investigadores como Juan de la Plata, que creía además que los gitanos llegados a Jerez eran protegidos por la burguesía terrateniente, constituyéndose Jerez en una especie de tierra prometida para el pueblo gitano (De la Plata, 2001: 55-57). Esta realidad no sólo proporcionó el asentamiento de estos gitanos en condiciones favorables sino que además provocó unas situaciones de interacción entre los mismos trabajadores que relegaba la identificación étnica a un segundo lugar (Royo, J., 2013: 83). Una circunstancia que será fundamental a la hora de entender la simbiosis e integración del pueblo gitano en Jerez que se produce y potencia en torno al flamenco y lo flamenco desde entonces hasta la actualidad.

Bibliografía

Castaño, José María (2007). De Jerez y sus cantes. Almuzara.

Royo, J. (2013). Algo más que gitanos. El juego de las identificaciones étnicas en Jerez de la Frontera. Iberoamérica social: revista-red de estudios sociales, I, pp. 77-91.

De la Plata, Juan (2001). Los gitanos de Jerez. Cátedra de Flamencología y Estudios Folclóricos Andaluces.

Sobre el autor:

Sebastián Chilla.

Sebastián Chilla

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

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