El maestro Shoji Kojima celebra medio siglo en el flamenco estrenando en el Festival de Jerez su nueva obra, 'A este chino no le canto', inspirada en su vida y que parte de una anécdota real que vivió al llegar a Madrid.

Casi 11.000 kilómetros separan Madrid de Tokushima, en la isla japonesa de Shikoku. Hoy son necesarias unas 20 horas de viaje para llegar a España desde ese remoto confín del país del Sol Naciente. Hace 50 años, Shoji Kojima empleó “tres semanas” en cruzar de continente a continente para volcarse en su pasión: la danza flamenca. En honor a la verdad, no todo fue travesía, pues en el periplo, Transiberiano incluido, tuvo una escala de “unos días” en París, “que ya era capital de capitales y donde vi mucho baile”. Lleva un mes en la ciudad, preparando el estreno de A este chino no le canto en el marco del XX Festival de Jerez, donde cuenta una vez más con el apoyo del trío Chicuelo-Latorre-López, cada uno en una faceta diferenciada: musical, coreográfica y escénica, respectivamente. Baja de su habitación en un céntrico hotel con su aspecto de vetusta gloria del rock, con unas pequeñas gafas de sol redondas, el pelo negro muy largo y unas uñas kilométricas. El gran maestro del baile en el país nipón, al que Rafael Farina apodó El gitano japonés, cuenta con 76 años, medio siglo de ellos dedicado por entero al flamenco y a la danza. A sus espaldas tiene más de una quincena de premios y condecoraciones -entre ellas, la Encomienda de la Orden del Mérito Civil (España)- e incontables actuaciones y espectáculos. Su español no es tan fluido como pudiera presuponerse. A veces se para y sonríe retorciéndose en busca de la palabra adecuada. A continuación, grosso modo, la historia de su vida, la historia de más que una pasión, una completa obsesión.

De nuevo en el Festival de Jerez, supongo que aquí se siente ya como en casa.

Sí, sí, sí. Esta vez la sorpresa ha sido para mí. Vengo cada dos años y este es casi un homenaje. Todos los artistas que vienen conmigo han trabajado conmigo en el pasado. He sido pareja de Eva (Yerbabuena), y Poveda ha actuado muchas veces conmigo. Para mí es muy familiar.

Es un espectáculo que viene a conmemorar los 50 años de su llegada por primera vez a España. ¿Cómo recuerda aquella decisión de dejar Japón para venirse a España?

Yo me preparaba para ser cantante de ópera. Lo dejé y me dediqué íntegramente al flamenco. Toda mi energía al salir de Japón era para el flamenco, era mi único pensamiento.

¿Por qué el flamenco?

El flamenco es espiritual, no se limita a la guitarra, al cante. Es una sensación muy fuerte, es lo que yo quería. Mi único deseo es avanzar en el flamenco.

Después de 50 años en España… ¿quién es Kojima?

(risas) No he cambiado tanto. Cada día hago el esfuerzo, yo hago todo el esfuerzo para hacer lo que quiero hasta el límite. Cada día yo hago todo lo posible, todo lo que puedo, me esfuerzo hasta llegar al límite.

"El flamenco es espiritual, es una sensación muy fuerte, es lo que yo quería"

¿Cómo entra en contacto con el flamenco?

A los 20 años estudiaba música, tocaba el piano, solfeo… toda la base fundamental en general para ser profesional. Cuando cantaba alguna ópera de Mozart, tenía que interpretar, comunicar… Empecé a buscar un estudio de ballet, de danza contemporánea, también había un estudio de flamenco y un día escuché el sonido de las castañuelas. Un año más tarde, en los 60 del siglo pasado, llegaron tres o cuatro compañías españolas, una de esas era la Compañía de Danza Española de Pilar López. En aquel entonces era pareja de Antonio Gades que tenía unos 24 años. Después de haberlos visto fue lo que me motivó a dedicarme al flamenco.

¿Cuánto duró su viaje?

Me parece que duró casi tres semanas. Primeramente cogí un barco en un puerto cerca de Tokio durante dos o tres días, hasta llegar a un puerto que en aquella época pertenecía a la Unión Soviética. Después de bajar del barco cogí un tren a Moscú y de Moscú a Minsk, Varsovia y Viena, la primera ciudad occidental. Después paso de Suiza a Francia. En París estuve varios días antes de entrar en España. París entonces era capital de las capitales culturalmente, y en la danza en particular.

¿Cuánto tiempo seguido estuvo la primera vez en España?

Diez años.

¿Tenía conocimientos del idioma o lo aprendió aquí?

En Japón cantaba ópera entonces sabía un poco de italiano y un poco de alemán. Sabía algo de latín, un poco. Cuando quise estudiar flamenco por mí mismo empecé a estudiar español, pero cuando llegué ya sabía unas palabras.

¿Cómo fueron los comienzos en Amor de Dios, se sentía solo, extrañaba Japón?

Mucha gente habla de aquella época, pero también hay mucho silencio. Mucha gente que habla de aquel régimen y de política. Yo solo pensaba en dedicarme al flamenco con mucha concentración, sin pensar en otra cosa. Dedicaba todo el día y toda la tarde al baile. Muy pocas noches salía. Fui a Torres Bermeja donde vi a Camarón de la Isla cuando era joven; me impresionó bastante. También vi a Bambino. De vez en cuando iba al teatro y también vi a Lola Flores.

¿Estuvo en muchas juergas flamencas?

¿Yo? No, no, no. Yo vivía en Alcalá, 126, 4º A. La dueña se llamaba Emilia Garrido. Allí para un joven era lo más barato, con tres comidas, hospedaje... Por la mañana tomaba un trozo de pan con café y me iba al estudio de Amor de Dios, a tomar clases y sobre las dos volvía a la pensión. Comía y reposaba una hora en la cama. En España empecé a dormir la siesta. ¡Dichosa siesta! (sonríe) De nuevo tomaba café y entraba de nuevo al estudio desde las cinco hasta las 9. Yo solo o tomando clases.

¿No se sentía raro?

No. Estaba mentalizado, precisamente para eso estaba yo aquí.

¿Qué le gusta aparte del flamenco?

Casi nada. pero antiguamente, cuando era joven iba muchas veces al cine y al teatro

¿Le gusta el vino de Jerez?

Sí, sí, pero después de cada ensayo tomo cerveza (se ríe).

¿Cómo ve la política en España?

Yo estoy fuera de eso. Hoy día no tengo tiempo para pensar en esas cosas solo de preocuparme de mí.

A este chino no le canto. ¿Usted recuerda la anécdota que da nombre a su último espectáculo?

La fecha exacta no la recuerdo, aunque a finales de los 60. El señor Rafael Farina me puso El Gitano Japonés de nombre artístico. Me anunciaba mucho por la radio. Me hizo debutar durante un mes entero como primer bailaor de su compañía. En el primer ensayo con guitarristas y cantaores, por un capricho, uno me dijo: “Yo no le voy a cantar a este”. Claro, el flamenco sin cante es sosísimo, pero tuve que aprovechar esa oportunidad y le dije que aunque no me cantara yo iba a bailar solo con la guitarra. Esa es la anécdota.

¿Y aprovechó la oportunidad?

Sí, sí.

¿Y terminó cantándole?

No (risas). Yo bailé un mes entero solo con la guitarra. Pero muchos compañeros me apreciaron y me querían.

¿Quién le cantó por primera vez?

No lo recuerdo… En el estudio me cantaban de vez en cuando para medir el ritmo y esas cosas, pero oficialmente no sé… En Los Gallos me cantaron muchos cantaores: Curro Fernández, Manolo Limón… mucha gente.

¿Para usted quién es el mejor bailaor o quién lo ha sido? ¿Alguien que le haya marcado?

Es muy difícil. Hay muchas épocas y mucha gente. He estado muchos años en Madrid. Estuve en Madrid desde el 66, con el Trío Madrid de Mario Maya, El Güito y Carmen Mora… Hay mucha gente que me ha dado mucha emoción. En el 71 debuté en Andalucía, en Cádiz o Málaga. He trabajado con muchos: Rafael el Negro, Farruco, José Galván, que bailaba siempre de pareja con su mujer.

¿Cómo le acogían ellos?

Con mucho calor porque yo muchos estuve muchos meses en Los Gallos, seis o siete meses. El señor Pulpón me hizo debutar en La Cochera. Estaban Los Bolecos que eran la atracción. Eran sus últimos días porque iban al Café de Chinitas, y yo entraba en el puesto de ellos. Estaban Manuela Carrasco, Concha Vargas… Ellas tenían catorce o quince años.

¿Qué le gusta aparte del flamenco? "Casi nada"

¿Le acogían como a uno más?

No. Yo siempre hacía de atracción, nada más. No hacía ni cuadro, ni nada. Bailaba un par de números. El pase de Los Gallos tenía un primer cuadro de una hora y algo, había una hora y algo de atracción. Algunas veces era Trini España, otras veces Merche Esmeralda. Hay momentos que estaba La Paquera de Jerez. María Jiménez también estuvo un tiempo allí.

¿Qué le debe Kojima a La Celestina?

Solo puede agradecérselo a Javier Latorre. Para mí es una de las mejores obras que tengo.

¿Le gusta innovar en el flamenco o es tradicional? Los artistas son cada vez más arriesgados, más atrevidos. ¿Usted está a favor de esos planteamientos o prefiere centrarse en un  flamenco más añejo?

Yo trato de hacer todo lo posible para que el flamenco sea más rico. Creo que combino las dos cosas. Vivo así. Me acuerdo del pasado. Estando en Japón cada día memorizo palabras, frases que me gustan y a veces esas cosas que he escrito un mes después las recuerdo. Y otra vez empiezo de nuevo a crear.

¿Quedan prejuicios en el flamenco o ya no ocurrirían cosas como las que dan pie a su espectáculo?

Esas cosas no las sabe nadie. Yo siempre miro hacia delante.

¿Hay racismo en el flamenco?

No, hoy día no, como en este caso de A este chino no le canto. En aquella época lo había pero no sé por qué razón, “este payo…”. Había ese ambiente en España, pero ya no. José Greco, Manolo Vargas, Roberto Jiménez… no son españoles. Nosotros también hemos hecho algo por la internacionalización del flamenco.

¿Se siente uno más en este ambiente?

Sí, creo que sí. En el mundo del teatro y del arte todo el mundo, los mejores, peores, mediocres, quieren ser algo importante. Aunque yo lo fuera, a lo mejor no todo el mundo pensaría igual.

"Me alegro mucho de haber hecho algo por el flamenco, de haberlo divulgado. No es ya solo de España"

¿Qué le aconsejaría a alguien que quiere dedicarse a la danza?

Que lo haga con mucha paciencia, que tenga dudas y se vaya renovando cada día.

Si usted algún día dejara los escenarios. ¿dónde le gustaría que fuera su despedida?

Ya con mis 76 años lo pienso cada día. ¿Quién sabe? A lo mejor mañana mismo se me olvida bailar (en alusión al estreno en Jerez), quién sabe esas cosas.

Pero si usted decidiera dejarlo, ¿dónde le gustaría que fuera su última actuación?

No, no podré. Bueno, en España. Me alegro mucho de haber hecho algo por el flamenco, de haberlo divulgado. No es ya solo de España.

¿Qué le queda por hacer?

Me gustaría ayudar a los demás espiritualmente o económicamente como me han ayudado a mí, en España o en Japón también. Hay que ayudar a través del flamenco, me han dado muchas cosas. Eva y Poveda actúan conmigo pero no para que vengan los jóvenes, si no para darlos a conocer, ver a los jóvenes bailar me da mucha satisfacción.

¿Cómo ha cambiado su vida?

El flamenco me ha dado mucha riqueza, no económica, sino cultural. Estudiando una cosa profundamente se entienden muchas cosas aunque no comprenda demasiado el lenguaje español, pero leyendo poesía, escuchando música de cantaores antiguos como Caracol, o anteriores como Antonio Chacón. He estado casi medio siglo estudiando, escuchando, bailando. Son muchas cosas las que me han dado esta riqueza espiritual.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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