El 8 de marzo está a la vuelta de la esquina, entre el viento y la lluvia, las inclemencias de siempre… Pero el arte siempre está ahí, para disipar dudas, o para crearlas: siempre interrogando. Todavía está pendiente esa habitación propia, ese ámbito de resistencia y libertad… Han sido muchos años de oscuridad, años en los que las mujeres creadoras permanecieron atrapadas por los muros del machismo, las cadenas de la ignorancia y los prejuicios irracionales. La ceguera es profunda y llega hasta los huesos de nuestra civilización. El mundo que hemos conocido se acaba, se extingue, por irracional, por aburrido, por indigno… La habitación propia está repleta de ideas y de sensibilidad. En ese espacio creamos lo que queremos ser, sin imposiciones, y soñamos otros mundos, los del arte, los que generan el lienzo, la tinta, la pintura y el lápiz. El 8 de marzo está a la vuelta de la esquina, con sus huelgas, sus manifestaciones, con sus razones… Entre la lluvia y el viento, brota el arte, atravesando las paredes de cristal, porque las creadoras conocen los ritmos de la atmósfera, y nada temen.
La exposición de la Pescadería Vieja nos muestra qué significa ser mujer en el arte, en Andalucía, en Jerez. Ocho formas de ser libre, ocho formas de anhelar otros mundos… Y significa ser persona, nada más, porque nadie exige nada más: crear e investigar en igualdad de condiciones. Carmen Collado enmarcó esta exposición dentro del programa Las mujeres en el arte, en el “Mes de la igualdad”. El objetivo es hacer visible el trabajo artístico de las mujeres, muchas veces “oculto tras seudónimos masculinos” a lo largo de la historia. Carmen Collado nos animó a seguir luchando por la igualdad, a ser reivindicativos, pero también nos pidió que disfrutásemos del arte, de la belleza. Carmen Chofre, comisaria de la exposición, agradeció la labor del Ayuntamiento a la hora de poner en marcha esta iniciativa cultural. Resaltó el trabajo y la colaboración de ocho mujeres que exhiben diversos lenguajes artísticos: Magdalena Bachiller, Ana Barriga, Rocío Cano, Carmen Chofre, Carmen Guerrero, Gloria Martín, Magdalena Murciano y Luisa Porras.Magdalena Bachiller utiliza los escombros de los espacios arquitectónicos para acercarse a la geometría de la naturaleza, en tinta china. Ana Barriga habla de temas trascendentales (como la muerte, el amor o el sexo) a través de “objetos lúdicos”, a los que da un nuevo significado, un nuevo contexto, con óleo, esmalte, rotulador y spray. Rocío Cano nos muestra las ruinas de Baelo Claudia, en lienzo con técnica mixta. Carmen Chofre y Carmen Guerrero exhiben su maestría en el retrato: captan la mirada de las mujeres, con nombre propio, y con estilos diferentes. Las obras de Gloria Martín hacen referencia al trabajo de las artistas, a lo que hay detrás, a los sueños, y quizás a las decepciones. Magdalena Murciano pinta estructuras complejas, composiciones repetitivas, caóticas y enrevesadas, de las que brota cierto orden, quizás para desentrañar los misterios del mundo, de la vida en sí misma. Luisa Porras trabaja con el vidrio, el algodón y la madera. La materia habla por sí misma. La mera presencia del tejido sugiere tanto sensaciones orgánicas, como la historia condensada de la cruel opresión, o el peso de la culpa, soportado por el tejido elástico, fruto del miedo y el sufrimiento…
Con esta exposición, explicó Carmen Chofre, “queremos dar visibilidad a ese trabajo que realizamos en nuestro taller, en nuestro estudio, en esa habitación privada. Y no hay que confundir la invisibilidad con la ausencia, porque estar estamos, lo que ocurre es que no se nos ve”. En el texto del catálogo, Carmen se pregunta por las causas de esta invisibilidad de la mujer en el arte, en las galerías, los premios de los certámenes, la composición de los jurados, los programas de exposiciones… “Quizás la razón esté en que, de hecho, esta igualdad no se haya asumido aún; o quizás esté en que la estructura social no haya cambiado tanto y la mujer sigue asumiendo en la mayoría de los casos gran parte de la dedicación familiar; quizás también llevamos sobre los hombros el peso de una historia que no nos ha favorecido en absoluto, e incluso nosotras, sigamos en el fondo valorando esa discreción que tanto se ponderaba en nuestras madres y abuelas….podría seguir, pero en conclusión todo es consecuencia del primer quizás.”Josefa Parra lo dice con rotundidad en otro de los textos: “No nos engañemos: las mujeres aún no vivimos igual que los hombres. Ni en los países más desfavorecidos ni en los que se jactan de su modernidad y de su progreso. No vivimos igual porque no estamos en las mismas posiciones. No se nos ve, no se nos siente, no se nos consulta, no se nos respeta al mismo nivel que a nuestros compañeros los hombres. Se acepta el concepto de la igualdad, pero no se aplica. Seguimos siendo seres invisibles, total o parcialmente. Nuestros logros, nuestra creación, nuestros éxitos pasan más desapercibidos que los de ellos: son, como mucho, flor de un día, una reseña breve en el periódico, diez segundos de un informativo.” Y concluye: “Hay mujeres que creamos arte, sí; en nuestro estudio o habitación propios, desde la independencia y la libertad, que son premisas inseparables del arte. Y es de justicia que los ventanales de esa habitación estén continuamente abiertos: para que nos examinen, nos admiren y nos aplaudan, si es que lo merecemos. No más que a los hombres, porque no nos valen ni la indulgencia ni el trato de favor, sino en la misma medida. Y, por supuesto, no solo en marzo, sino todos los días que marque el almanaque de nuestras vidas.”
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