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A sus 26 años, Álvaro Corral Matute se encuentra terminando los estudios de dirección de orquesta en San Sebastián, una profesión que destaca por sus relaciones humanas y la música.

Con cuatro años comenzó a entender las notas musicales a la vez que a mimarlas. Fue una decisión de sus padres que se dedicara a la música desde joven, una profesión que ama y le ha comenzado a abrir puertas. En la escuela de Belén Fernández descubrió por primera vez qué se sentía tocando un piano. “Allí tuve la primera oportunidad de tocar el piano, además de compaginar también la faceta del canto en las primeras producciones del Teatro Villamarta a través de la escolanía”.

Quizás algunos le puedan ver como un estudiante prodigio, pero cuando comenzó bachillerato, Álvaro Corral Matute (6 de agosto de 1989) tuvo la fortuna de marcharse a estudiarlo a Italia gracias a una beca de la Fundación Colegios del mundo Unido. Ya desde joven, cualquier ciudadano que conversara con este madrileño residente en Jerez desde los tres años, podía descubrir su gran conocimiento cultural en la mayor parte de sus vertientes.

Hace cuatro años terminó sus estudios de grado superior de piano en el Royal College of Music de Londres, una experiencia que le permitió ampliar sus registros musicales e incluso descubrir lo que verdaderamente despertaba su ilusión, la dirección musical. “Una vez que vas creciendo, estrechas lazos con personas, haces amistades y se descubren otras cosas acerca de la música. Las relaciones humanas se producen mucho más en la dirección musical y me resulta más atractivo. Me he centrado en la dirección porque tener la oportunidad de trabajar con gente es algo que me atrae mucho. Me gusta el piano pero al fin y al cabo un pianista pasa gran parte de su tiempo solo en una sala de estudio con su instrumento”.

La música es una poderosa llave que permite abrir muros entre diferentes culturas. “Cuando estaba haciendo el bachillerato en Italia, tuve la oportunidad de compartir aquella experiencia con estudiantes procedentes de todo el mundo. Éramos chicos y chicas con los mismos problemas e inquietudes a nuestra edad, fue una grata experiencia. Allí formé parte del coro y pude ver cosas tan extraordinarias como estudiantes de Irak o Estados Unidos, de la antigua Yugoslavia, gente que procedía de países geopolíticamente enfrentados pero que dejaban de lado las diferencias por un objetivo común, la música. Allí el gusanillo de la dirección comenzó a despertarse en mi interior”, dice.

A sus 26 años, Álvaro es consciente de que la música tiene que ser llevada de otra manera al público. “Llevamos más de 200 años con el mismo formato de conciertos y con un repertorio que está escrito desde hace más de 100 años. No hay nada que ofrezca el aroma de la música clásica actual. La edad media de los abonados es cada vez mayor, el campo de la dirección es útil para derribar barreras entre el público”. Bien es cierto que a pesar de no poseer la experiencia que puede tener un gran director musical, Álvaro Corral sueña con un futuro mejor en los conciertos musicales. “En un futuro me gustaría tener un espacio para desarrollar otras maneras de llevar la música al público. Por ejemplo, si uno está al frente de una programación de temporada de orquesta, se pueden hacer muchas cosas para que ese programa tenga sentido. Las temporadas de orquesta en España tienen un vicio, para explicarlo pongo de ejemplo los bombos de la Lotería. Hay un bombo para la obertura, el concierto y la sinfonía. Se hace muy poco para que las piezas que se cogen de esos bombos tengan sentido. Hay otras maneras de programar música y que genere más cultura y curiosidad general entre el público”.

Uno de los tópicos que más genera la música clásica en la sociedad es que está hecha para personas mayores. “Ese es un grave problema pero también los que nos dedicamos a ello tenemos parte de culpa. La música clásica parece que se ve como algo elitista en vez de cercano. No debe ser así y hay que convencer al público. Montar una ópera o un concierto es caro pero hay maneras de financiación que funcionan muy bien, como programas de educación o pedagógicos. Esas iniciativas, por ejemplo, hacen un bien enorme a las comunidades además de acercar y fidelizar al público”. Es innegable también que la cultura no pasa por su mejor momento, por lo que Álvaro asegura que “es manifiestamente mejorable porque no existe una visión acerca del papel de la cultura”.

Próximamente terminará sus estudios de dirección de orquesta y tendrá que salir hacia adelante con su batuta para seguir abriéndose camino en el mundo musical, una vía que ya le ha reportado sus primeros pasos. “He dirigido a la Orquesta Sinfónica de Bilbao en un concierto pedagógico y a la Orquesta Presjovem en el auditorio de Lucena con la zarzuela La Gran Vía. Esos conciertos desde luego salieron mucho mejor que mi primera vez en un concierto de cuerdas que dirigí sin los conocimientos necesarios. Tuve la osadía de hacerme cargo de aquello, no había empezado los estudios, estaba terminando piano y lo hice porque muchas veces piden vídeos de actuaciones y me embarqué en aquella experiencia en un proyecto con amigos. El concierto salió más o menos bien pero desde luego no fue por mi parte. De todos modos se aprende también de los errores”.

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Borja García Tejero

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