Finalizado en 1541, es el más antiguo de los que hoy cruzan el Guadalete.

Este viernes tuve el placer de acudir a la concentración convocada por los compañeros de Ecologistas en Acción en el puente de Cartuja. El motivo de esta cita fue el manifiesto de recuperación del Guadalete que dicha organización ecologista ha promovido. Una interesante propuesta que intenta ser más que una declaración de intenciones y poner sobre la mesa propuestas y objetivos a medio y largo plazo, con garantía de fiscalizarlos y con el compromiso de los firmantes.

El encuentro tuvo lugar en el puente de Cartuja, que hace tan sólo unos años fue objeto de polémica por la restauración que tuvo lugar durante el anterior gobierno local del Partido Popular, el mismo que curiosamente pidió la declaración de BIC para este un par de años antes, en la oposición. Durante su restauración distinguidos historiadores de la ciudad dieron la alarma de que los trabajos no se estaban efectuando con las pautas necesarias. Y de hecho, los hermanos García Lázaro y Manolo Romero Bejarano, así lo denunciaron públicamente. Era 2012. Nadie negaba que varios elementos de este conjunto patrimonial, como las barandillas, necesitaban de alguna forma una reparación pero el resultado no fue el esperado, ni hubo un estudio previo por parte del Ayuntamiento —las obras fueron a través de fondos FEDER—. La instalación de unas correas de hormigón armado y una barandilla metálica no sólo dañaron su aspecto estético sino que posiblemente afecten en un futuro a su estructura, como señalaron en su momento los expertos.Lo curioso de este singular elemento arquitectónico de nuestro entorno —el puente de piedra más antiguo del Guadalete— es relativo a los motivos de su construcción, de la que nos quedan unas marcas de cantero muy interesantes. Fue en el siglo XVI y junto al aspecto económico responde a la necesidad de dotar de una infraestructura que cruzara el río Guadalete para socorrer a las poblaciones de la costa frente a los ataques de los piratas y los corsarios berberiscos, tan frecuentes en aquella época. Con la construcción del puente se salvaba el Vado de Medina, un paso obligado para quienes venían desde La Janda o el Campo de Gibraltar hasta la Bahía de Cádiz. Romero Bejarano indica que sus obras comienzan en 1525 con materiales de la cantera de Martelilla y que en 1541 ya se estaba utilizando. Entre 1581 y 1582 se construyeron, por otra parte, los molinos del puente, hoy la venta de Cartuja. Este espacio, citando a Agustín García Lázaro, fue escenario de "bucólicas escenas" hasta hace algo más de medio siglo. En la ribera del Guadalete en torno al Puente de Cartuja se efectuaron hace no mucho unos trabajos de limpieza y recuperación así como la plantación de fresnos, álamos y sauces —especies autóctonas— en sustitución a los eucaliptos.

A los que nos hablan del Guadalete sin haberlo conocido como fue se nos viene la esperanza de que algo se mueve. A los mayores, también... pero de otra forma. Tantos años de abandono y dejadez sumado a los innumerables problemas del río pueden con cualquier ilusión. Soñamos con la recuperación del Guadalete y de sus elementos naturales y patrimoniales pero nos cuesta imaginarlos. Este tipo de iniciativas son imprescindibles y es más necesario que nunca que calen en la sociedad jerezana para forzar y motivar la puesta en marcha de acciones concretas. Es imprescindible para Jerez y su pueblo, que lamentablemente hoy vive a espaldas de su río.

Sobre el autor:

Sebastián Chilla.

Sebastián Chilla

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

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