habitaciones_cerradas
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El reciente estreno en Televisión Española de la miniserie Habitaciones cerradas ha conseguido que muchos potenciales lectores dirijan su interés a la novela homónima de Care Santos (Planeta, 2011) y, de paso, ha confirmado el excelente momento que atraviesan las relaciones entre la novela y el cine español contemporáneos como demuestran recientes adaptaciones a la gran pantalla –La playa de los ahogados-, o próximos estrenos –Palmeras en la nieve-. Los que nos contamos entre los amigos de Care Santos y seguimos atentamente su blog, fuimos testigos privilegiados de las peripecias del proceso de gestación de su criatura. Allí nos enteramos de que Care decidió tirar a la papelera el borrador de la primera versión y que, tras el consejo de varios amigos de confianza, decidió retomarla y seguir con la historia que le obsesionaba desde tiempo atrás. En su bitácora digital, la autora de Los que rugen fue lanzando al ciberespacio pistas sobre su contenido: las promociones de los Almacenes el Siglo, curiosas noticias de la hemeroteca, impagables anuncios de fabulosos remedios de la época en que transcurre la historia -finales del XIX y principios del XX, con especial protagonismo de la Barcelona modernista-, y estampas viajeras de los lugares en que fue escrita, como el misterioso y encantador lago de Como, donde transcurre una parte sustancial de la novela.

Si yo hubiera sido uno de los afortunados lectores de esa primera versión, no habría tenido ninguna duda en animarla a seguir con esos fantasmas personales que han acabado adoptando la humanidad de una gran novela, sin duda su mejor novela hasta la fecha, que ya es mucho decir en una producción bibliográfica que se acerca, si no la supera ya, a la cincuentena de títulos, la gran mayoría destinados al público infantil y juvenil (algún día alguien deberá escribir una tesis sobre los días de Care Santos, que posiblemente -y mi hermano Félix J. está conmigo- tengan más horas que los nuestros).

El primer gran acierto de Habitaciones cerradas es su estructura narrativa, la elección de dos voces que se van alternando para relatar la historia del pintor Amadeo Lax y sus secretos: la de Violeta Lax, nieta del protagonista, y que sólo llega a conocer los ribetes de los principales sucesos, y la del narrador omnisciente, éste sí poseedor de todos los detalles, y con capacidad para movernos de un año a otro, de habitación en habitación, esquilmándonos la información a su literario criterio.

Y ahí llegamos a otra de las virtudes de la escritura de Care: su habilidad para dosificar inteligentemente los hechos -muchos e interesantes- que caben en la vida de un personaje famoso y en la de sus ascendientes y descendientes. Care suelta pistas y detalles que se van engarzando como por ensalmo, sin dejar un cabo suelto, alimentando en el lector el ansia por conocer, las conjeturas por el porvenir de cierto personaje o circunstancia. Para ello se vale también de diversos recursos narrativos que prueban su pericia periodística y detectivesca -a Care le encanta bucear en archivos y hemerotecas, pasión que compartimos-, como la inserción de noticias de periódicos, de mensajes de correo electrónico entre los actores principales, o el comentario crítico de algunos cuadros pintados por Amadeo, decisivos para ilustrar los pasajes que se van relatando. Care practica también lo que podríamos llamar -en el buen sentido, claro- la elipsis narrativa oportunista, es decir, la que escatima al lector el dato que querría conocer en ese momento para ofrecérselo en el instante literariamente idóneo.

Para el final la escritora tiene todavía tiempo para un fuego de artificio sólo apto para grandes maestros, pues el narrador omnisciente camina hacia atrás en el tiempo en una secuencia a cámara rápida que nos aporta detalles que complementan, sobre todo sentimentalmente, la historia narrada. Una verdadera clase de taller literario, sin duda.

También al final Care aclara los personajes que salieron de su pluma, los reales, los acontecimientos que ocurrieron realmente y los que abrumaron su cabeza hasta hallar el ropaje preciso. Aclaración oportuna para los incautos que quieran buscar por internet cuadros de Amadeo Lax y un broche ideal para quienes, como yo, deseaban llegar al fondo del proceso de creación de una de las novelas más importantes de ese año. 

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Juan Carlos Palma

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